Por Gonzalo Duque-Escobar *
Si en los próximos 25 años Manizales creciera en 50 mil habitantes, la ciudad requeriría 100 años para crecer lo que Bogotá en un año. Esto invita a dos reflexiones:
¿cómo aprovechar las menores presiones sobre cantidad de vida para avanzar en calidad de vida y cómo prevenir el marchitamiento y aislamiento urbano que se traducen en bajos desarrollos económicos y sociales?
En primer término, ambos propósitos tienen varios factores que constituyen un común denominador para una visión humana y de futuro para la ciudad, que son: el desarrollo de nuestra identidad y cultura, la educación de nuestra población enriquecida de valores, y la planeación participativa para afianzar el compromiso de largo plazo.
La visión Humana y el enfoque para la Ciudad Amable.
Nuestra ciudad es hoy un escenario donde la pobreza y la informalidad, abaten a la mayor parte de la población, donde existe una proporción significativa de indigentes que sobreviven y cosechan residuos en las diferentes texturas del medio urbano.
Urge una respuesta estructural para bien de esa legión de pobres de la economía formal e informal, como son las personas que viven del rebusque o las madres pobres cabeza de hogar, entre otras; una respuesta para esa población despreciada que apenas sobrevive y que también le aporta al P.I.B. una cuantía significativa, que vive del espacio público del pequeño negocio en la casa o con su empresa itinerante, pero sin que el Estado le brinde oportunidades integrales acordes con su mísera condición y precarias posibilidades de progreso. Para el efecto, se requiere una estrategia integral que comprenda:
• Un programa de microcrédito blando para los pobres.
• Un programa confiable de capacitación y acompañamiento empresarial,
• Un previo fortalecimiento del tejido social,
• La adaptación física de su hábitat y normativa del medio social.
Como única alterativa directa deberemos ocuparnos en forma preferencial de esta masa de seres humanos, la de los marginados e informales, brindándoles esa cuádruple estrategia, para no sucumbir en medio de un escenario de pobreza cuyo efecto sobre la ciudad cada vez, más agrava el medio ambiente y degradada la sociedad.
Definitivamente debemos ser incluyentes con ellos y considerarlos como un cúmulo de microempresarios y trabajadores dignos, con derechos y con enormes potencialidades: sastrerías caseras, tienditas menores, revuelterías de esquina, puestos de obleas y jugo, tramitadores de documentos oficiales; vendedores de minutos de celular; talleres de reparaciones menores, vendedores de lotería; puestitos de sombrillas, estuches para control remoto y herramientas blandas; puntos ofreciendo confecciones, se arregla ropa, se pegan botones, arreglo zapatos, baratijas a mil, puestos de empanadas o arepas, almuerzo del día…
Cambiando las practicas del desarrollismo que incluso estimulan otras como las del tráfico con la miseria humana, por las de orientar el gasto y la inversión con un enfoque social y por las de una planeación que propenda por el uso racional y adecuado del suelo urbano buscando satisfacer los requerimientos de la sociedad en su conjunto, y en especial la de los sectores populares, se logrará mejorar las relaciones entre calidad ambiental, densidad urbana, movilidad, acceso a los recursos y posibilidades de desarrollo.
A nivel físico se requiere intervenir el hábitat y distribuir con equidad el equipamiento para potenciar sectores deprimidos y lograr una ubicación estratégica y equilibrada del conjunto de los elementos del escenario urbano. Es evidente que esto se conjuga con la consolidación de ciudadelas satelitales atendiendo las características topográficas y demográficas de la actual estructura física de la ciudad, buscando la integración y funcionalidad de las comunas más populosas, y la interacción metropolitana más eficiente. Esta forma de aprovechar las ventajas comparativas de la base cultural y la oferta ambiental del territorio y su nuevo equipamiento urbano, además de la correspondiente descentralización funcional y estructural de los recursos del municipio, previenen la proliferación de los “guetos” urbanos, potencia la participación ciudadana, reduce los índices de delincuencia y hace la ciudad más amable, y afianza el territorio que requiere la recuperación del tejido social.
La visión de Futuro y el enfoque para La Ciudad Región.
Manizales es una ciudad intermedia de pequeño tamaño, mediterránea y de topografía densa y quebrada, por lo tanto, su futuro como centro de relevancia, depende de la interpretación que se haga de su actual condición y de las directrices para su planeación. Las relaciones, imbricaciones y complejidades del medio urbano escapan a las posibilidades de la planeación intuitiva, pero también la tradicional planeación racional ha fracasado al considerar homogéneo lo urbano. Por lo tanto, de conformidad con las actuales tendencias del desarrollo y la moderna teoría urbana, es posible que el futuro de Manizales esté indudablemente vinculado a estos tres elementos:
• El desarrollo de su área metropolitana, conformada en un primer nivel con Villamaría, luego con Chinchiná y Palestina, y finalmente con Neira
• La integración efectiva a la conurbación del Eje Cafetero, y por lo tanto con Pereira y Armenia.
• La conexión del anterior escenario con el Triangulo de Oro de Colombia, con el Pacífico y el Atlántico, y con las rutas aéreas internacionales.
Para integrarnos a la economía nacional con posibilidades de participar de los beneficios de la apertura económica, los desarrollos de infraestructura que se den en el territorio deberán garantizan además de una integración hacia adentro, una hacia fuera y en especial con el continuo urbano regional.
Esto es, la suerte de Manizales está relacionada con la del Eje Cafetero, cuya ventaja estratégica del orden geográfico supera las de Cali, Medellín y Bogotá, y con las ventajas funcionales de las zonas urbanas del centro occidente de Colombia para las funciones industrial, residencial, comercial y de servicios, donde las limitaciones y posibilidades del sector industrial exportador, y la disposición y desarrollo de los medios de transporte, además de las posibilidades de engranar el sector de servicios como alternativa al café, entre otros elementos, exigen acciones más visionarias.
No son muchos los problemas de movilidad hacia adentro, pero si lo son los de la movilidad hacia afuera: estamos lejos de Bogotá, Urabá y Tribugá y falta fluidez con Cali y Medellín. Veamos:
Hacia adentro, existen barreras en la periferia del sector del centro, en el escarpe de Chipre y en la conexión con Villamaría; y no poseemos la posición central de privilegio en el Eje Cafetero.
Hacia fuera, estamos lejos de las dos costas y de Bogotá, además separados de ambos escenarios por las dos cordilleras, pero como región estamos en el centro de las Américas y sobre todo en medio del eje de desarrollo Medellín-Cali.
Manizales no puede quedar aislada, ni su desarrollo urbano interno resulta suficiente. Además, debe saber que la visión reduccionista que la considera autocontenida y la aplicación de los principios de la planeación tradicional que invitan a aplicar en ciudades intermedias como ésta lo mismo que aplican megalópolis y pequeñas poblaciones, donde las urgencias son otras, no podrán sortear con acierto nuestras necesidades y posibilidades de desarrollo urbano por no alcanzar a comprender la forma eficaz de atender a las especificidades del peculiar hábitat. Concebir las circunstancias de Manizales en el marco teórico de las ciudades intermedias donde el éxito de la planificación hace imperativa y urgente la consolidación de la ciudad región, es la fórmula definitiva y prioritaria para no palidecer en el futuro.
Epílogo
Estos elementos proposititos, discutibles además, deben ser interpretados como una alternativa conceptual cuyas acciones y políticas sugeridas no mantienen el carácter de condición necesaria y menos el de condición suficiente, para el desarrollo de Manizales.
Manizales, Agosto de 2007
(*) Profesor Especial Universidad Nacional de Colombia sede Manizales. http://godues.webs.com
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