martes, 23 de febrero de 2010

El tren pasó... y no volverá



Foto: Álvaro Inostroza

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Por Daniel Samper Pizano

Breve historia de los ferrocarriles colombianos, su abandono y su descarrilado futuro.


"Nunca es tarde para el tren", dice un experto
¡Volvió el tren! Mejor dicho: ¿volvió el tren? A juzgar por las noticias de prensa y la ola de interés que ha surgido en Colombia alrededor de los trenes, parecería que el país vuelve a subirse a los rieles de los que se bajó hace años y a intentar de nuevo la aventura del ferrocarril.

Así lo sugiere la publicación de varios libros recientes, entre los que sobresalen El tren y sus gentes: los ferrocarriles en Colombia (1995), de Belisario Betancur y Conrado Zuluaga; Y el tren llegó a Bogotá (2008), de Oswaldo Escobar Muriel; y Nos dejó el tren (2008), de Gustavo Pérez Ángel. También titulares como los siguientes: "Que no nos deje el tren" (El Espectador, 30.VIII.09), "Regresamos a la fiebre del tren" (columna de José Salgar, El Espectador, 05.IX.09), "Planean reactivar el ferrocarril en Medellín" (Portafolio, 08. IX.09). De todos ellos, y de varias fuentes más, es deudor este artículo.

La ilusión de regresar al tren es una mezcla de nostalgia por los tiempos en que corrían las locomotoras por praderas y montañas del país y de esperanza al conocer las noticias internacionales según las cuales los nuevos trenes de alta velocidad son el medio de transporte más revolucionario y popular.

Pero la realidad es menos optimista: de 4.017 kilómetros de carrilera que construyó el país a lo largo de siglo y medio, sobreviven 3.154; y de estos, una tercera parte está fuera de uso. Es decir, que solo la mitad de los kilómetros tendidos se halla en operación: apenas 2.000. Muchos de ellos, además, pertenecen a redes privadas, como la de El Cerrejón, o servicios limitados al transporte de carga. De modo que ya no son más que leyenda las viejas crónicas de las familias que viajaban de Bogotá a descansar en El Ocaso y comían muslos de gallina verde en Funza, papas saladas en Madrid y caramelos arrancamuelas en Facatativá.
Andrés Samper Gnecco describió así el viaje Bogotá-Girardot de los años cuarenta: "Encabezando el convoy se hallaban los coches de tercera, con duras y largas bancas de madera, una de las cuales -las del centro- carecía de todo respaldar. Seguía a estos coches la ambulancia, o coche de equipajes, o carro de equipajes, en el cual se remesaban baúles y otros bultos. Tras la ambulancia, venían los carros de segunda y de primera, unos y otros alfombrados".
Esos eran los trenes que bajaban desde los 2.600 metros de la Sabana de Bogotá hasta el río Magdalena, en trayectos que duraban el triple de lo que hoy se sopla un automóvil.

Locomotoras poéticas

Los menores de 40 años que viajen ahora por el país solo verán trozos perdidos, aislados, abandonados y herrumbrosos de carrilera. Con algo de suerte se toparán con un tren turístico de fin de semana y, si son muy afortunados, un convoy de carga. Difícilmente podrán creer que, hasta hace pocas décadas, los trenes recorrían parte de la geografía nacional. Eran pocos kilómetros, comparados con otros países latinoamericanos, como Argentina y México, y, por supuesto, con los que cambiaron la historia de los Estados Unidos, que en 1920 pasaban de 400.000 kilómetros y 70 años después apenas llegaban a 262.000. Pero, aun siendo pobres, nuestros trenes se incorporaron a la economía, la historia, los sueños, la literatura y el folclor y, mal que bien, contribuyeron a su desarrollo.
Las carrileras unían a Bogotá con Santa Marta; circulaban por la costa Atlántica; cubrían tramos sueltos en Norte de Santander y Nariño; seguían los meandros del Magdalena y el Cauca; trepidaban en la llanura tolimense; culebreaban por Antioquia; bajaban hasta Popayán; rendían carga en Buenaventura y unían los pueblos del altiplano cundinamarqués.
A los trenes cantaron poetas y compositores. León de Greiff lo hizo desde la estación de Bolombolo:

Ahora, para hacer camino a la locomotora,
las lomas y los riscos disciplinaron
las colinas; las abras se tornaron
sabios cortes e insignes terraplenes...

Rafael Escalona, desde Valledupar:

Paso por Valencia, cojo la Sabana,
Caracolicito y luego Fundación;
y entonces me tengo que meter
en un diablo al que le llaman tren,
que sale, por toa la Zona pasa
y de tarde se mete a Santa Marta.

Alberto Ángel Montoya, desde su hacienda bogotana:

La noche azul. La noche. Y un tren que va a lo lejos.
El tiempo es ya la fuga de los trenes que pasan.

José Barros, desde las orillas del Magdalena:

Adiós, corazón, que te vaya bien,
dame el último adiós, dame el último adiós,
que ya pita el tren.

Fernando Vallejo, desde su ventana en el tren que desciende de la cordillera al valle del Cauca: "(La locomotora) emprende una veloz carrera resoplando por entre plantaciones de caña de azúcar y potreros, con un estrépito de hierros viejos y silbidos apremiantes, y un largo penacho de humo que se deshace en el viento.".
El tren aparece en la obra de Federico Rivas Frade, Juan Lozano y Lozano, Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez y muchos escritores más. La locomotora colombiana acabó convertida en material lírico. Ahora prácticamente solo vive en sus páginas. Después de nacer en 1885, de alcanzar su edad dorada en el primer tercio del siglo XX y de caer en el abandono hace cosa de 50 años, el tren colombiano pasó a ser un fantasma del pasado.

Ni que fuera de oro

La locomotora, hija de la máquina de vapor y la producción de carbón, fue invento de la Revolución Industrial. Los ingleses George y Robert Stephenson ganaron en 1829 un concurso que elegía la mejor máquina de transporte por rieles. Un año después se iniciaba el primer trayecto comercial de ferrovía, entre Manchester y Liverpool.
No tardó en llegar la idea del tren a América. Simón Bolívar, sin conocer directamente el artilugio, pensó que podía ser la fórmula para realizar un viejo sueño: unir el mar Pacífico y el Caribe a través del istmo de Panamá, a la sazón provincia de Colombia. Una ley de ese año ofrecía franquicia a quien extendiera una red férrea para conectar los océanos.

Uno de los primeros que se ofreció para hacerlo fue un curioso personaje, el barón Charles de Thierry, quien aducía que, como el subsuelo de la Nueva Granada era pobre en hierro pero pródigo en oro, lo más práctico era construir los rieles en este último metal. Pese a la delirante propuesta de lo que Eduardo Lemaitre llamó "el aurocarril", el gobierno granadino -aún más absurdo que el contratista- le otorgó la concesión para montar un tren y excavar canal a través del istmo.

Sobra decir que Thierry nunca salió con nada. Pero en 1848 unos mineros descubrieron oro en California y se desató una fiebre de riqueza que indujo a miles de gringos a trasladarse de la costa oriental a la occidental. Solo había dos rutas para lograrlo: recorrer caminos inexistentes por tierra o rodear por mar el continente suramericano. El tren panameño resucitó como solución, se adjudicó a una empresa estadounidense y se inauguró en 1855. Eran solo 80 kilómetros, costaron más que casi todos los ferrocarriles de esa época y cobró las tarifas más elevadas del mundo. Pero acortó en varios días el paso de costa a costa y fue un éxito comercial.

Con el ferrocarril panameño, Colombia se subió al tren. Pero de allí en adelante el revolucionario sistema de transporte se volvió un camino culebrero. Víctima de los pocos conocimientos técnicos del gobierno, los abusos de los contratistas, la corrupción de unos y otros, la escasa experiencia administrativa, las innumerables guerras civiles, la falta de dinero, la difícil geografía del país, las diferencia de trocha (distancia entre rieles), los desencuentros entre estados y gobierno central y la falta de voluntad política, el desarrollo ferroviario fue siempre desarticulado, tardío, irregular y costoso.
En realidad, extraordinariamente costoso. En pesos oro, según Gustavo Pérez Ángel, el comienzo de la ferrovía a Puerto Wilches fue en su momento -fines del siglo XIX- la más cara del mundo ($ 207.000), por encima de la que se alzó sobre el mar entre Miami y Key West en 1912 ($ 132.000). Entre ambas clasificaba el tramo Apulo-Facatativá ($ 180.480).

Dios vs el ferrocarril

La historia de las líneas que intentaron conectar a Bogotá con el río Magdalena es una antología de errores, demoras y sobrecostos hasta seis veces superiores, como el del citado tramo Apulo-Faca, hoy abandonado. El cubano Francisco Javier Cisneros, héroe de la ingeniería nacional, sufrió retaliaciones políticas de la Regeneración y la cancelación de un contrato para llevar los rieles a Girardot en 1888.

Pérez explica que algunos gobiernos, como los liberales del Radicalismo (hasta 1885), impulsaron el tren. Otros, como la Regeneración, de Rafael Núñez (1885-1904), lo frenaron. Dijo Miguel Antonio Caro, vicepresidente de Núñez: "El Decálogo ha hecho más bien a la humanidad que los ferrocarriles". Con ese criterio, la Iglesia cogobernó con Caro y el tren se descarriló. Rafael Reyes volvió a empujarlo en 1904, y entre 1922 y 1930 se presentó "la época más afortunada para el desarrollo vial de Colombia", cuando se tendieron más kilómetros que nunca.
Las exportaciones cafeteras están vinculadas al ferrocarril.

Pero primero fue la locomotora que el café, como lo demuestra, contra la idea general, el ingeniero Oswaldo Escobar Muriel. "La construcción de los ferrocarriles -dice- fue originada por la intención de los gobernantes de permitir el desarrollo interregional". Solo en una segunda etapa sirvió para llevar el grano a los puertos.
Lamentablemente, la crisis económica global de los años treinta conspiró contra los ferrocarriles, en general. Colombia optó por desarrollar las carreteras y marchitar las ferrovías. "Entonces el protagonismo del transporte nacional pasa al transporte carretero", anota el historiador Gonzalo Duque Escobar. Fue así como nuestro país se bajó del tren, medio que propiciaba el desarrollo, unía regiones, movilizaba grandes volúmenes y modernizaba la Nación.
En 1970, cuando ya estaban quebrados, el gobierno optó por convertir los ferrocarriles nacionales en empresa comercial del Estado. "Esta fecha puede considerarse como el comienzo de la decadencia total", señalan Betancur y Zuluaga.

La rauda locomotora

Miles de kilómetros de vía han sido levantados, dejados a merced del óxido o simplemente no se usan más. Han sufrido más los pasajeros que la carga. Las redes privadas mineras aumentan su volumen cada año. El Cerrejón subió de casi 11 millones de toneladas en 2002 a más de 31 millones en 2008. En cambio, en 2009 se movilizarán 18.758 pasajeros, 74.466 menos que hace tres años.

La postración de las ferrovías colombianas coincide con un nuevo auge del tren, auspiciado por su benevolencia ecológica y el desarrollo de aparatos capaces de competir con el avión. Los ferrocarriles vuelven a ser la gran esperanza en materia de transporte limpio, seguro y rápido. La nueva generación de supertrenes trajo el milagro. En 1964 Japón inventó el tren bala, que circulaba a la entonces vertiginosa velocidad de 250 kilómetros por hora. La primera locomotora de Stephenson lo hacía a solo 6 kph, apenas algo más que un transeúnte afanado.

Otros países decidieron competir con Japón. Francia desarrolló el TGV (Tren de Alta Velocidad), que marcha a 300 y 350 kph. España obtuvo un inesperado éxito con su AVE, similar al TGV. Pero esperan máquinas mucho más raudas. En 2007 un TGV logró el récord de correr a 574,8 kph por vía tradicional; cuatro años antes, un tren japonés de levitación magnética -que vuela levemente elevado sobre los rieles por efecto de unos imanes- marcó 581 kph. Esto significa que, en teoría, el tren podría unir a Bogotá con Manizales en media hora, con Cúcuta en menos de una hora y con Barranquilla en hora y media.

Sin embargo, los costos de tender carrileras anchas, adquirir la maquinaria para recorrerlas y extender la red eléctrica indispensable para alimentar los equipos están fuera del alcance de la economía colombiana.

¿Volveremos a subirnos al tren? Los expertos son escépticos y optan por consolarse a medias con el pasado. "La vida de los ferrocarriles colombianos fue efímera -dice Pérez Ángel-: llegaron después de que la marcha del progreso los llamó y fenecieron antes de haber cumplido a cabalidad con su objetivo." Escobar Muriel, a su turno, está dispuesto a rescatar la experiencia: "El país no puede olvidar los ingentes esfuerzos que la construcción de esas pocas líneas representaron para toda una generación".
Cuando más, puede aspirarse a recuperar con fines turísticos algunas de las líneas cuyos rieles aun no han sido levantados y cuyos durmientes no fueron pasto de saqueos, construir ferrovías generales de carga en puntos neurálgicos y ampliar las redes privadas de explotación específica (minas, agricultura, maderas).
Tal vez el añorado y difunto tren colombiano tiene sólo una posibilidad real de reencarnación: el Metro.

viernes, 19 de febrero de 2010

Miercoles de ceniza

Por Oscar Domínguez G.

El signo de la cruz que nos pone el cura el miércoles de ceniza es un epitafio que nos recuerda que somos fugaces como el periódico de ayer.

Nos recuerda también que hoy somos y mañana no aparecemos ni en el pasa del diario.

El “memento, homo” (acordáte, pues, hombre) que recita el sacerdote frente a esa pared de carne y hueso llamada frente, es la notificación anual de que la vida es apenas un segundo en el reloj de pared del universo.
Somos kleenex desechables en las manos del tiempo.

“Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”, cantó Santa Teresa, en esos boleros sin guitarra que son sus poemas de amor a Dios.

Y las “Coplas a la muerte de mi padre”, de Manrique, tienen la equivalencia del miércoles de ceniza cuando nos recuerdan “cómo se viene la muerte tan callando”.

Los antiguos laureanistas sólo se acuestan después de recitar esta oración: “Somos una brizna en las manos de Dios”.

La usan como una especie de conjuro para ahuyentar la pelona, uno de los tantos nombres de la muerte.

Antes la gente se aplicaba más la ceniza que nos invita a bajarnos de la nube de nuestra vanidad, a no enfermarnos nunca de importancia.

El Miércoles de ceniza nos la pasamos sacando disculpas para escurrirle el bulto a ese momento en que el cura se convierte en Botero de brocha frágil y nos dibuja el famoso y certero epitafio: el signo más. Para uno menos.

Quienes se hacen cremar se están anticipando a aquello de que “polvo eres y en polvo te has de convertir”.

Del célebre poeta “Caratejo” Vélez, de Titiribí, es la siguiente décima sobre el miércoles de ceniza:

Te vi una cruz en la frente
Hoy Miércoles de Ceniza
Y me causó mucha risa,
Pues me acordé de repente
De aquel cura inteligente
Que con ademán sereno
Y un poquito de veneno,
Con una gran alegría
Al ponértela decía:
Eres polvo, ¡pero, ah bueno!

De pronto muere el periódico

Por Oscar Domínguez G.

Recordémoslo en el escueto febrero, mes en el que los periodistas nos damos coba: cuando nace un nuevo medio enseguida se decreta la muerte de los existentes. ¿Cuántos responsos no se han entonado a la muerte del periódico?

En el principio fue el verbo, o sea, el voz a voz que fue el primer diario gratuito que circuló. In illo témpore, el mundo era tan elemental e ingenuo que Dios era a la vez Dios, periódico, todo.

Hacía múltiples destinos por el mismo sueldo. Como sucede con quienes muelen multimedia. Si deseaba comunicar algo, tiraba línea camuflado detrás de una nube.

Por ese sistema que no exgía rotativa, el de arriba le notificó a Adán que tendría mujer por deliciosa cárcel perpetua. La creó de una prosaica costilla aunque los hombres tenemos mejores presas. Pero no entraré en discusiones. Mejor escojo “enemigos” más pequeños.

Después vinieron la telepatía y su pariente remoto, el eco. La telepatía es un simple fax mental de ida y regreso. Y pare de contar. Está ahí, para acabar de inventar. Como los celulares. O el hombre.

Con la telepatía y el eco medio mundo pensó que se acabarían Dios, el voz a voz, las nubes. Falso positivo. Todavía el eco funciona como medio de comunicación. Es la Internet de los campesinos. Tiene el viento por rotativa.

El mensaje vía eco llega editado de una vez. No precisa editor. Este periódico de tres letras no admite paja. La verborrea es exclusiva de los mortales. Cuando fallaba el eco porque “se bajó el sistema”, aparecían las señales de humo, el “diario” que impactó a Colón y demás hambrientos viajeros.

El sueño tuvo su época de vacas gordas. En sueños, Moisés sabía lo que tenía que hacer para conducir a sus díscolos circuncidados. El colega-arcángel Gabriel le ordenó en sueños al carpintero José que se abriera del parche porque venía Herodes con una rama. Los ángeles han sido siempre el eslabón perdido entre Dios y el hombre de a pie.

Para no aburrirse, el hombre inventó el alfabeto. Más tarde, vino su carnal la imprenta.

Caminando rápido llegamos a la instantánea radio. Mínimo, se pensó que todo lo creado hasta entonces, iría a parar al olvido. Y cuando irrumpió la televisión, los días de la radio dizque estaban contados. Negativo al cien.

Desde hace poco, relativamente, doña Internet, con sus redes sociales, tiene en jaque a la prensa. Los ventrílocuos de desastres prevén que donde hay periódicos mañana habrá iglesias, guarderías, hipermercados, peluquerías, universidades.

“Los muertos que vos matáis…”. Simplemente, se han repartido las cargas. Las noches son del gato, del misterio y de la televisión. Las mañanas de la radio. Internet, el celular, el blackberry - y los periódicos - son de todas las horas. Para todos hay. El meollo del asunto está en reinventarse, como sugieren los obvios textos de autoayuda.

Nada más desolador que un día sin periódico que nos permite ver, oír, oler, (Internet no huele a nada) gustar y palpar lo que sucede. Con el diario uno puede meterse el mundo debajo del sobaco. O envolver aguacates para el rito gastronómico meridiano. Con el computador, así padezca “anorexia plásmica”, no se pueden cumplir esas liturgias.

La gente nace o muere de verdad cuando lo dice el periódico que está condenado a la cadena perpetua de la eternidad. Como sus antepasados el eco y el sueño. “Mientras haya mujeres, habrá poesía”. Y periódicos. No acepto la muerte del diario.

martes, 16 de febrero de 2010

Una mirada al ser que se es

(Entrevista con Carlos-Enrique Ruiz en "Quehacer Cultural", 2008)

Escrito por Maria-Virginia Santander M. y Juan-Carlos Acervedo.


La Universidad Nacional sede Manizales, celebró [27.III.08] los 60 años de fundación con la inauguración de la nueva biblioteca en el campus de La Nubia, una de las más modernas y completas del país, la cual lleva el nombre de Carlos-Enrique Ruiz en homenaje a su insigne ex Vicerrector: profesor, humanista integral, académico por excelencia, poeta, entrevistador, ensayista, fundador y director de la revista Aleph, entre otras muchas virtudes de un hombre que ha dedicado su vida a trabajar con la cultura y por la cultura.

Al indagarle sobre el honor que le concede su Universidad amada, contesta con el sonrojo que producen la sencillez y modestia propias del Maestro: “más que feliz, me siento estremecido. Es un acontecimiento ni pensado en la historia de nuestra vida. Y que ese monumento imperecedero de humanidad, como lo es la Biblioteca, lleve nuestro nombre, estando el protagonista con vida, es mucho más anonadante. A veces pienso que se trata de un homónimo del siglo XVIII”.


Carlos-Enrique Ruiz. Fuente:Revista Aleph.

1.- ¿Tuvo usted especiales experiencias como estudiante en el colegio y en la universidad que le hayan marcado su gran vocación de académico? Háblenos un poco de su niñez y años juveniles. ¿Qué influencias determinaron el rumbo de su vida?

R/. No dejo de pensar que uno es producto del azar. Por accidente se llega y se transita, en medio de tropezones hasta donde el destino deje. Vine al mundo como el número 13, el último, de una familia de estrato cero, de una madre hermosa, de ojos grises profundos, blanca como la nieve, proveniente a su vez de una familia de desplazados por las violencias. Su nombre: Anita Restrepo-Macías, de estirpe perseguida y masacrada por la huestes chulavitas, horrendas, del “Cóndor” en el Valle del Cauca, en la década macabra de los cincuenta. Mi padre, Leopoldo Ruiz-Mejía, un tipo serio y bien puesto, que quizá por las tragedias de la vida no reía; obrero de cuanta cosa, cultivador de huertas en casas ajenas para sostener la familia propia, y electricista que encendía al anochecer las luces por las calles, de la empresa parroquial Sancancio, o algo así, que antecedió a la Chec. Murió cuando yo tenía siete años, víctima de un golpe de "primaria" en torre de conducciones eléctricas, al acudir a una reparación. Le recuerdo con dolor y frustración, al no haberlo tenido por largo tiempo acompañándome, compartiendo diálogos sobre la vida y sus aconteceres. Las marcas de tragedia ensombrecieron de por vida el rostro de mi madre, como la de tantos colombianos.

Ellos eran profundamente creyentes en un Dios cristiano. Y sus vidas fueron sin nada de alegría, con sufrimientos constantes, de laboriosidad sacrificada. Mi madre, hermosa mujer de hondos silencios, se extasiaba en las tardes mirando los crepúsculos, quizá desafiando con ese gris enigmático de sus ojos el espectro de colores. Mujer de trabajo incansable, de exquisitas maneras, intuitiva y de autoridad firme, sin altanería ni actitud descortés. Vivimos juntos, hasta su muerte, hace 16 años, y no me canso de lamentar con sollozos su ausencia.

La maestra de primeras letras, en la Escuela Santander, me impactó por su belleza deslumbrante y por su mano sabia y de estímulo. Era la señorita Margarita Gómez, aún hoy con vida bajo el nombre solemne de Doña Margoth Gómez de Hurtado, cabeza de estirpe de profesionales, investigadores y artistas. En la cartilla la “Alegría de leer” comencé a descubrir los enigmas de la palabra y del mundo.

Pasé por la primaria, el bachillerato y la educación superior, en instituciones públicas de Estado. En el bachillerato tuve asomos por la ciencia y el humanismo, con aplicaciones de agrado en matemáticas, física, química, filosofía, literatura, pero negado para las asignaturas de religión. Un compañero, Hugo Marulanda-López, lo fue desde el primero de bachillerato en el Instituto Universitario de Caldas, hasta la culminación de la carrera de ingeniería civil en la Universidad Nacional. Muchacho de inteligencia deslumbrante, lector ávido. Compartimos lecturas, como el “Fausto” de Goethe y “¿Qué es eso de la Filosofía?” de M. Heidegger, pero nada de las que suelen mencionar los escritores e intelectuales al recontar sus comienzos.

Clave fue también un profesor en el bachillerato, quien con fino talante pedagógico y grandes lecturas, nos inculcó la pasión por el humanismo. Se trataba de Bernardo Trejos-Arcila, graduado en filosofía y letras de la Universidad Nacional en Bogotá, quien llegó al Instituto Universitario cuando entramos al cuarto grado (noveno de hoy), y en los tres últimos años nos orientó asignaturas de filosofía, francés y latín. Atendí también clases suyas en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Caldas en "Historia de la Cultura", a la que asistí en simultaneidad con la carrera formal que cursaba de ingeniería civil.

Desde niño merodeé por librerías: la “Centenario” de Rogelio Escobar-Ángel, la “Atalaya” de Jorge Escobar y “Mi libro” de Pablo Pachón; por ellas comencé a adquirir mis primeros libros, con las monedas que me quedaban de mi trabajo en vacaciones de mandadería en almacén del sector de los Agustinos y entre familias pudientes, haciéndome en primer término a minúsculos ejemplares de aquellos “pequeños grandes libros” de la “Enciclopedia Pulga” con lemas de “ayer – hoy – mañana – Todo el maravilloso mundo de la ciencia, del arte, de la técnica, de la literatura, historia, viajes, biografías, etc. a su alcance”, los de precios más bajos, que aún conservan en contracarátula el registro de fuente (Ediciones G.P., Barcelona): “1.50 pesetas”. Y de pronto visitaba una librería de viejo en el pabellón de verduras de la Galería, donde adquirí mi primer ejemplar del Quijote, en rústica, de Editorial Tor S.R.L., de Argentina (s.f.).

En influencias cercanas de familia también estuvo Pacho, el quinto hermano de los mayores, autodidacta, quien fue haciéndose a una pequeña biblioteca, en curiosa mezcla de rosacrucismo, marxismo y literatura. Allí estaban Shakespeare, con Marx y Lenin; con Miguel Hernández, Neruda y César Vallejo. Un camarada de tiempo completo dedicado a las luchas sociales, pero de pañuelo blanco. Entre sus libritos, a escondidas, leí cosas de contrastado interés. Y de igual modo mi hermana, la mejor bachiller con medalla de oro en el Liceo Isabel la Católica: Amanda (la mayor de los cuatro menores), quien pudo por su talento haberse hecho profesional en ciencias o en letras, pero no tuvo soporte económico y, además, por circunstancias le tocó hacerse maestra de inmediato, en momento crucial, para sortear el sostenimiento de casa (quedábamos la madre, ella y yo bajo el mismo techo, unos bajos semi-oscuros de alquiler, en el barrio “Hoyo-frío”). Buena lectora, con desarrollos destacados en la docencia, en primaria y en bachillerato, recordada con admiración y cariño por sus exalumnas de todos los tiempos. El sacrificio de ella me permitió de milagro transitar con logro la Universidad, e ir por la vida con unos cartones en la trastienda.

Cuando estaba en cuarto de carrera me encontré una bella noviecita, Livia, estudiante destacada en el Conservatorio de la Escuela de Bellas Artes (mezzosoprano, y chelista en la orquesta de cámara; luego con 32 años en la docencia y la interpretación, ahora en retiro a los cuarteles de eterna primavera), quien en 1968 ya fue mi esposa, de cuya unión hay tres hijos erguidos y cuatro nietos, gérmenes de esperanza. Y todavía hoy seguimos juntos en la divertida brega. Gracias a ella hemos tenido, entre otras cuestiones gratas, un rico ambiente de música, con gustos compartidos por los grandes compositores: Beethoven, Bach, Mozart, Schubert, Mendelsohn, Verdi, Chopin, Vivaldi, Tchaikovsky, Prokofiev, Khatchaturian, etc., con mis propias contribuciones un tanto disonantes en la pesadumbre de Mahler y de Bruckner, en la atonalidad con Debussy, la dodecafonía de un Schoenberg, el Stravinsky del “Pájaro de fuego”, en la modernidad de un Orff con sus cantatas paganas, en las sorpresas de los cuartetos de Bartók, el César Franck de la “Sinfonía en Re Mayor”; también Léoš Janáček, Benjamin Britten, etc., y en compositores contemporáneos desde Messiaen hasta Guillermo Rendón, con remate en la sensibilidad de canciones de Carlos Cano, Joan-Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Enrique Morente, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Georges Moustaki, Mahalia Jackson, Madredeus, Cesaria Evora,...

Tuve influencias impactantes en el campo de la poesía, primero por familia, a través de dos ancianas tías paternas (Luisita y Mariíta, empleadas domésticas sin salario en familia de ‘abolengo’: los “Hoyos-Arango”), de la obra de Maruja Vieira, en especial de sus primeros libros: "Campanario de lluvia" (1947) y "Palabras de la ausencia" (1953). Y luego con la aparición, en 1961, de "La inicial estación" de Fernando Mejía-Mejía, cuando cursaba yo el sexto año del bachillerato. Este libro me acompañó largo, en relecturas y memorizaciones.

En general, soy producto en lo esencial de una década: La actividad cultural en los años sesenta estuvo marcada por la revolución cubana, por el movimiento nadaísta, por los acontecimientos de la huelga estudiantil en Manizales del mayo de 1964, luego por la revuelta de París 1968, pero en especial en nuestra ciudad tuvo eco la actividad de la “Casa de la cultura" que fundaron y dirigieron dos poetas: Emma Gutiérrez de Arcila (Dominga Palacios, la de "Azul definitivo") y Beatriz Zuluaga (la de "Ciega esperanza"), autoras de dos obras fundamentales en la historia de las letras nacionales, las que no se han valorado como bien se merecen. Y de igual modo tuve influencia, como referiré en la respuesta a la pregunta siguiente, en aquellos años de la regencia del “Decano Magnífico” en la Universidad.

A propósito de los años sesenta, digno es recordar lo escrito por Mario Vargas-llosa en el 2005:

“Los sesenta fueron unos años exaltantes. América Latina pasó a estar en el centro de la actualidad gracias a la Revolución cubana y a las guerrillas y a los mitos y ficciones que pusieron en circulación. Muchos europeos, norteamericanos, africanos y asiáticos veían surgir en el continente de los cuartelazos y de los caudillos una esperanza política de cambio radical, el renacimiento de la utopía socialista y un nuevo romanticismo revolucionario. Y, al mismo tiempo, descubrían la existencia de una literatura nueva, rica, pujante e inventiva, que, además de fantasear con libertad y con audacia, experimentaba nuevas maneras de contar historias y quería desacartonar el lenguaje narrativo.”

Nada novedoso o extraordinario en mi vida, tan circundada de conmociones como la de cualquier otro habitante de un país de asombro por sus maravillas, y por violento. Y todavía –¡héme aquí!- sobreviviente en el milagro del azar.


2.- Usted es ingeniero civil, especialista en vías y en geotecnia. Durante 40 años director de la revista literario-humanística Aleph, cuyo contenido abarca temas de interés universal. Cuéntenos sobre el origen de esta publicación y cómo llegó a convertirse en una revista de circulación nacional e internacional.

R/. En el bachillerato hacíamos periódicos rudimentarios, con el liderazgo de Hugo Marulanda. En sexto año (grado once de hoy) publicamos "Atalaya", escrito a mano por Hugo, con pluma estilográfica, que intentaba circular los lunes, pero de vez en cuando. Se extinguía a mitad de camino, por los rayones y jaleos de los compañeros. Ya en la Universidad, con el activismo surgían periódicos en fugaces esténciles "Gestetner" y papel periódico. Uno de ellos de nombre "Rumbos", dirigido por Cosme Marulanda-Villegas, de mayor pretensión cultural, pero también con fugaz destino, donde escribí alguna reflexión al mirar obra de arte.

Este activismo de entraña cultural fue motivado por la llegada al decanato de un hombre de condiciones singulares: Alfonso Carvajal-Escobar, ingeniero de la Escuela de Minas, en Medellín, a comienzos del siglo XX y arquitecto de París. Sin antecedentes en la docencia, pero con probada experiencia profesional y liderazgo cívico, asume la dirección en nuestra Escuela de Ingeniería, con solo 170 estudiantes, que era la sede por entonces de la Universidad Nacional de Colombia, en Manizales, pionera en el centro-occidente del país, invocado por los alumnos, después de un paro que duró un mes (mayo de 1964), en tiempos del rectorado de José-Félix Patiño. Paro que hicimos en contra de un decano de las 5 de la tarde, cuando solo iba a firmar papeles de rutina.

Carvajal-Escobar asume en julio de 1964 y de inmediato promueve, en dedicación total, la reactivación plena de la Universidad, prestando atención a la precaria biblioteca, al convertirla en centro de atenciones, se identifica con los estudiantes 'pilas' y a su lado estimula multiplicidad de actividades en la cultura, en deportes, en el bienestar en general. Pronto lanza nuevos proyectos académicos, y con el respaldo de la dirección central en Bogotá consigue crear programas diurno y nocturno en Administración de Empresas, todavía hoy con buena salud, la carrera intermedia de Geodesia y Topografía, única de esas características que ha existido en la UN, con duración apenas de dos promociones. Luego vinieron otras: el programa de Arquitectura, y las ingenierías química, eléctrica e industrial. Carreras universitarias que creó en un entendimiento pleno con sectores institucionales y productivos de la ciudad y el departamento. Además generó proyectos de ampliaciones físicas con edificaciones para la docencia, laboratorios, la administración y el bienestar de los estudiantes (residencias, restaurante). Durante ocho años (1964-1972), sin pausa, reemprendió un camino y le abrió perspectivas de institución de alto nivel a la UN en Manizales. Todavía hoy se continúa el proceso que él reinició con visión estratégica y sostenido paso. Fue algo así como el "refundador", y se le reconoce con justo sitial en la historia como el "Decano Magnífico". Un busto en su memoria erigimos los exalumnos en el claustro central del "campus Palogrande" y de igual modo la biblioteca central lleva hoy su nombre.

Tuve la suerte de contar con su aprecio, a tal grado que, de estudiante, en ocasiones me citaba a su despacho para hablarme de manera aleccionadora. En esos encuentros me dio a conocer los “Ensayos” de Michel de Montaigne, que los tuvo siempre a mano en su escritorio, con subrayados. Pasados años de su muerte, su esposa e hija me regalaron ese tomo, joya que conservo. Desde entonces soy apasionado lector de ellos, habiéndome hecho, con gradualidad, a ediciones en francés y en español.

En ese ambiente cultural estimulante salió el número uno de la Revista ALEPH, en octubre de 1966, con bella carátula, en blanco y negro, con fotografía de Albert Einstein, y contenido que combinaba la técnica con el humanismo. El auspicio de Alfonso Carvajal-Escobar fue total y definitivo. Impulso que hoy sostenemos, en su memoria, con cuarenta años de existencia y 139 ediciones a diciembre de 2006.

El núcleo que hizo parte de la fundación lo integramos Hugo Marulanda-López (qepd), Antonio Gallego-Uribe (qepd) y Carlos-Enrique Ruiz (qandnp: quien aspira a no descansar nunca en paz), como estudiantes. El profesor Bernardo Trejos-Arcila, por entonces catedrático en la U, fue asesor de primera mano. La nota editorial estuvo a cargo del profesor Armando Chaves-Agudelo (qepd), quien explicó el nexo científico del nombre. A decir verdad, el nombre lo escogí influenciado por la lectura de “El retorno de los brujos”, con aquellos relatos entre los transfinitos de G. Cantor y la visión universal concentrada en un punto de “El Aleph” de Borges.

En momento anterior a la salida de la Revista, creamos, a partir de modesta carta mía, el flamante "Departamento de Extensión Cultural" que aparece como amparo institucional en la edición primera. Dependencia que en lo personal asumí como estudiante, sin salario ni oficina: la actividad era el reto de cada día, con los solos recursos de la imaginación y la cooperación de un amplio voluntariado. Debo anotar, en justicia, que ambas realizaciones contaron también con el padrinazgo de Marta Traba, la inolvidable crítica de arte, escritora e intelectual ejemplar, quien se desempeñaba en Bogotá como directora nacional de Extensión Cultural.

Otras acciones culturales de recordar lo fueron la "Coral Universitaria", con la dirección del también estudiante Bernardo Sánchez-Carmona y el "Grupo de teatro", asimismo con la dirección del estudiante Henry Cardona (qepd). Audiciones para la apreciación de la música se tuvieron orientadas por Bernardo Trejos y Alberto Londoño-Álvarez, y ocasionalmente por el profesor Ing. Jorge Ramírez-Giraldo y CER.

Sería largo detallar el conjunto de realizaciones que encabezó el maestro Alfonso Carvajal-Escobar. Por la trascendencia en el vínculo con la comunidad, no puedo dejar de nombrar los trabajos que se hicieron con las acciones comunales en los barrios Buenos Aires, El Topacio y Galán, y con proyectistas de Villa Julia, sin ninguna intromisión política ni sesgos ideológicos, apenas el sentimiento de solidaridad con los menos favorecidos, en tareas constructivas y mancomunadas. En el barrio Buenos Aires construimos, a pico y pala, la calle de acceso. En el barrio El Topacio diseñamos y construimos la Casa de la Cultura, y en el barrio Galán trabajamos en levantamientos topográficos y diseño de alcantarillado, el cual se construyó años después. En Villa Julia, urbanización en perspectiva, se hicieron de igual modo levantamientos topográficos y diseños de las redes de acueducto y alcantarillado.

He querido hacer ese panorama de recuerdos, para comprender en los tiempos que corren el sentido, la existencia misma de la Revista ALEPH, en pié aún. Su circulación ha tenido vericuetos insospechados, como haberla encontrado alguien en puesto de calle en París, o entre las manos de un campesino en las Galerías de Manizales. Comenzamos por crear fichero con direcciones, según nexos que se fueron creando, en una y otra parte, hasta consolidar grupo de receptores atentos en diversos países, en bibliotecas, centros de estudios latinoamericanos, personalidades... Hablar de ‘circulación internacional’ puede ser exagerado, puesto que no teniendo la Revista un aparato comercial de mercadeo y publicidad, ni pretendemos nunca tenerlo, ha quedado reducida su circulación a las ‘afinidades electivas’.

Y aquí seguimos, en pie, con la misma creencia en la verdad transformadora y constructora de Humanidad, que es la Cultura, con la Educación al centro.


3.- Usted se ha destacado en Manizales y en Colombia por sus excelsas calidades como profesor y directivo universitario, conductor de una revista literaria, entrevistador, poeta, ensayista, ideólogo, gestor cultural. ¿En cuál de estos oficios se siente más cómodo? ¿Por qué?

R/. Gracias por los inmerecidos calificativos. En realidad, en mi vida lo único que he tratado de hacer es poesía, mi vocación más íntima y constante, de menos conocimiento público. Y ahora con mayor dedicación al oficio, ajeno a distracciones burocráticas, pero sí con apego continuado a la formación, en la "Cátedra Aleph" que ejerzo cada semestre en la UN, en el "Aula del estudiante de la mesa redonda". Y, además, como oportunidad para ambientar espacios de coparticipación y conciliación, sin complacencias recíprocas, sino con ejercicio de libre examen, con actitud crítica.

La poesía es para mí el todo, por el reto continuo en la creación con la palabra como vivencia que pueda reflejar por igual sentimientos e ideas. En la poesía me encuentro de continuo con exploración de sentidos y redescubriendo el alcance de sentimientos de difícil despliegue. Cruzan las palabras con detonación de arreboles y signos categóricos para el entrelace de claveles, ortigas y agapantos, en medio del fuego cruzado que no cesa. La poesía es para mi una constante meditación sobre el mundo, en símbolos, en ideas que se desvanecen en la niebla.

La ‘comodidad’ se desprende de la afinidad con las fibras interiores. La complicidad de espíritus encadena compromisos en el sabor del conocer, del escribir, sin otro objetivo que las resonancias, la búsqueda de polifonía. Procesos de misterio.


4.- Dentro de sus lecturas favoritas está la poesía; ¿cómo es ese acercamiento inicial a la poesía escrita, cuáles son sus poetas favoritos, cuáles le marcaron la ruta, cuáles lo condenaron a ser un lector de poesía?

R/. Suelo ser, ante todo, lector de poesía, ensayo y de reportaje-crónica. He leído y leo a todos los poetas, pero en lo fundamental a aquellos que ya están decantados en el tiempo, o a quienes siendo contemporáneos irradian elementos de cierta intimidad, no los extrovertidos, o exaltados para recitaciones en voz alta. En los comienzos más tempranos estuvieron Maruja Vieira y Fernando Mejía-Mejía, como dije antes. Luego me atraparon Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Luis Cernuda, García-Lorca, Dámaso Alonso... El Neruda total y en especial el de “Residencia en la tierra”, César Vallejo,... Hölderlin, Rilke,... Seferis, Ritsos,... Alfonso Reyes,... Cummings,... León de Greiff,... José-Ángel Valente,... Dickinson,... Baudelaire,... Jorge Gaitán-Durán,... Rimbaud,... Gottfried Benn,... Whitman,... Álvaro Mutis,... Antonio Gamoneda,... Ana Ajmátova,... José-Manuel Arango,... Omar Khayyam,... Rosario Castellanos,... Julio Cortázar,... José Antonio Ramos Sucre,... la poesía aborigen de nuestra América,... la poesía japonesa,... y siempre hay que volver a Garcilaso de la Vega, a San Juan de la Cruz, a Jorge Manrique, a Francisco de Quevedo. A Borges, por supuesto, y a Octavio Paz. De los más cercanos me acompañan, ante todo, la obra de Fernando Charry-Lara, de Matilde Espinosa y de Aurelio Arturo. En fin, es una nómina amplia que me rodea, me mira y convoca desde los estantes en cada momento. Por épocas prefiero a unos sobre otros, pero siempre está a mi lado, en lo más próximo, la “Llama de amor viva”, de Charry-Lara. Prefiero la poesía intimista a la meramente discursiva o de retórica para declamaciones. Pero mis lecturas fundamentales no son únicamente en el campo de la poesía. Tengo autores de cabecera en filosofía, pensamiento en general, como Platón, Kant, Russell, Isaiah Berlin, E.H. Gombrich, Unamuno, Montaigne, Alfonso Reyes, Herbert Read, Pedro Henríquez-Ureña, Borges, George Steiner, Jaime Jaramillo-Uribe, Danilo Cruz-Vélez, Rafael Gutiérrez-Girardot, Rubén Sierra-Mejía, Francisco Romero, el Pessoa del “Libro del desasosiego”, el “Quijote” de Cervantes, etc.

Influencias en sumatoria me ‘condenaron’, si cabe el término, a ser lector perseverante, con la poesía de insignia.


5.- Su trabajo como director de la Revista Aleph lo ha llevado a tener contacto como ningún otro escritor en Caldas con grandes Maestros de las Artes en el mundo, especialmente con poetas continentales y de otros lugares, ¿cómo ha crecido su obra poética a través de ese contacto?

R/. Advertir que mi trabajo en la poesía ha crecido es presuntuoso. He venido trabajando de años en el oficio, intentando aprender un poco cada día, y buscando expresiones y formas que me permitan expresar con más precisión las elusiones/alusiones que manejo. Por supuesto que el haber tenido la suerte de acercarme en lo personal a figuras tan notables como Fernando Charry-Lara, Dámaso Alonso, Octavio Paz, Léopold Sédar Senghor, José-María Valverde, Efraín Huerta, Alí Chumacero, Manuel Mejía-Vallejo, etc., etc., marcan, y quedan huellas indescifrables en uno. Pero los mayores acercamientos han sido por los libros. Con el libro hay continuidad de diálogo, cada vez que se ocurre volver a él, y debate.
No me es posible hablar de evolución en mi obra poética, que la hay, puesto que una consideración de esa naturaleza sería más un trabajo desde afuera, por otros, de merecerse. Apenas si digo que he publicado ante todo en la revista Aleph, y en otros medios de diferentes lugares, y he tratado de reunir algo en libros, al principio de circulación tímida en tirajes precarios, con fotocopias, y poco a poco de mejores características. He aquí una relación: “Decires” (Manizales, Col., E.deA., 1981), “Imaginería de caminos” (recopilación de escritos de los años ochenta: Decires de otra gesta, Memoria de la ciudad, Imágenes del decir, Imaginería de caminos, Aquellas pequeñas cosas en el asombro de la vida, Este agradable olor a manzana, Fulgor sin estrellas en el pecho, Fuga en el tinte del recuerdo, Camino sobre huellas indescifrables. Manizales, E.deA., 1989); “Sesgo de claveles” (Ediciones Sanlibrario, Bogotá 2004); “Nociones del vigía” (Ed. Sanlibrario, Bogotá 2005); “Las lluvias del verano” (Ed. Revista Aleph, Manizales 2006). Y dispongo de libretas escritas a mano, que se han acumulado en buen número, a la espera de seleccionar, con sentido autocrítico, lo publicable. El tiempo dirá qué saldrá a la luz. En ensayo, con textos de conferencias y trabajos específicos, pretendo publicar también un volumen, cuando las condiciones lo permitan.

En tanto “creador”, no dejo de formularme preguntas, con respuestas transitorias: ¿Qué es la poesía?, una mirada en el abismo. ¿Qué es la música?, lenguaje de dioses. ¿Qué es el amor?, el deseo de la existencia... ¿Qué es la vida?, el respiro de la ilusión. ¿Qué es la muerte?, lo absoluto del silencio...


6. ¿Puede, por favor, compartirnos algo de la recepción que ha tenido su propia obra en poesía?

R/. He contado con la fortuna de voces receptoras estimulantes, entre las cuales destaco las siguientes:

“Poesía letífica [‘Decires’] que deja en el lector un afán de esperanza. Es interesante esta poesía que rompe las modalidades de una época invadida de preocupaciones y escepticismo. El estilo se caracteriza por su gran sencillez y claridad. Hay mucha luz en estos poemas escritos casi todos a través de una visión de la naturaleza. La elementalidad no le resta hondura a esta poesía que se dirige con optimismo al hombre contemporáneo. Además, se destacan temáticas como el tiempo, la infancia, la mujer, el campesino y el obrero. Podemos decirlo, sin temor a equivocarnos, que esta es una poesía testimonial.” Fernando Mejía-Mejía (Manizales, Col., 1981)

“... es un libro [‘Decires’] en donde el poeta colombiano se proyecta hacia todos los hombres desde el hombre humano, muy humano, que es él.... C.E.R. condena el rencor, el descreimiento... El amor solidario guía su voz limpia y llena de alegría... Su poesía es un canto a la vida, a la vida en paz, a la vida que construye, que edifica, no a la guerra destructiva... Mundo de luces y monólogos donde uno escucha el tic-tac del reloj del sol...” Juan Cervera (México, 1981)

“... poema [‘Memoria de la ciudad’] de sobriedad e intensidad ejemplares.” Fernando Charry-Lara (Bogotá, 1986)

“Su poema [‘Memoria de la ciudad’]... es un hermoso canto a Manizales, ejemplo del dicho de Julián Ribera, el arabista: ‘a la Naturaleza se la vence obedeciéndola’, con una corrección: y se le responde con el Humanismo. Su cita final de Horacio es significativa.” José Prat (Madrid, 1986)

“Magnífica y sorpresivamente expresados el poder transitorio del hombre, el misterio del tiempo, las huellas indescifrables de la paradoja humana que encarnamos, el angustioso final marino de esperanza desesperanzada, frente a la insondable inmensidad a que nos llevan los ríos cantados por Jorge Manrique.” [con referencia a: ‘Camino sobre huellas indescifrables’] Carlos Martín (La Haya, Holanda, 1986)

“Es el testimonio patético del destino de un hombre [acerca de: ‘Camino del mundo en cada quien (o la certeza del fuego)’], en tiempo completo pensando la brega cotidiana, la naturaleza pródiga, el medio humano, cálido y esquivo; en sus claridades y oscuridades; sus revelaciones y ocultamientos que el milagro de la poesía ha logrado conjurar con el embrujo de la palabra acrisolada en la emoción del sentimiento, por ella acogida... / Sobra decir que mi lectura de los poemas no termina; la afortunada experiencia de acercarnos a ellos nos abre las puertas de la tierra prometida: el mundo simbólico de la poesía verdadera, supremo espacio de confluencia del entendimiento y el sentimiento...” Luciano Mora-Osejo (Bogotá, 1989)

“Hermoso el poema [‘El titubear del candil’]: fluido y acuático, que parte de la imagen de la lámpara como conciencia viva... Los versos rezuman la sabiduría de un retorno, un punto de llegada que es el corazón de lo real, abierto en música y en palabra.” Graciela Maturo (Buenos Aires, 2.000)

“El poemario [“Sesgo de claveles”] cabe ser designado con un nombre alemán: Erlebnis-Lyrik. No conozco la equivalencia española, que podría ser ‘poesía vivencial’.
Cabría agregar a esa designación una especificación: poesía vivencial de crítica de la época...” Rafael Gutiérrez-Girardot (Bonn, Alemania, 2004)

“Buena edición [“Sesgo de claveles”] y los poemas me gustan. Me gusta esa solución del poema lírico que luego cierra con versos de carácter lógico o racional. Ese tipo de fusión o solución es bastante complicada de realizar, pero aquí en este poemario se logra de forma clara y precisa...” Enrique Moya (Viena, Austria, 2004)

“En breves palabras, nos ha encantado tu poesía escrita con maestría y trans- parencia puesto que plasma una visión de las huellas de la existencia humana en este planeta...” Antonio García-Lozada (Ph.D., Central Connecticut State University, USA, 2005)

“Nociones del vigía se plantea como un viaje en el que se pregunta por la función del poeta y por la poesía en estos tiempos míseros y huérfanos de guías. Vigía que ronda en la oscuridad, éste parece velar nuestro sueño, mientras busca una ráfaga de luz que le permita desentrañar el misterio. Vigía que sólo puede bucear en su interior, en su aventura cae preso de instantes, de imágenes reveladoras. Cinco son las estaciones que marcan el itinerario de su viaje hacia el misterio en este poemario...” Consuelo Triviño (Madrid, 2006)

“Leí Sesgo de claveles. Me gustó mucho su tono emotivo, su lenguaje sobrio, su aliento sostenido. Creo que la experiencia de vida se entrelazó con la destreza en el arte de escribir. Y el resultado se evidencia en este poemario reparador y profundo. ‘La certeza está en no creer / lo que se cree que es...’ Creo que allí reside el secreto de la poesía...” César Bisso (Buenos Aires, Argentina, 2006)

“El libro [‘Las lluvias del verano’] de un poeta ingeniero de caminos, la poesía de un filósofo cómplice de la razón pero amante del verso y a la vez de un versificador que filosofa o la brújula díscola de un viejo lobo de mar y amar, la sinfonía sin partitura de un músico que habita en un pueblo de calles empinadas y es habitado por otro pueblo de encumbrados sueños y enarboladas palabras./ En este otoño tropical, llueve… y es verano en el libro que ahora veo con su portada de flores de Emma Reyes.” Ignacio Ramírez (Bogotá, Col., 2006)


7.- Desde la revista Aleph usted ha tenido la oportunidad de entrevistar a destacados personajes mundiales: escritores, científicos, artistas, pensadores. ¿Cuál o cuáles han dejado profunda huella en su trayectoria vital y por qué?

R/. Por esas gracias de la vida he ido por algunos lugares con las antenas puestas y los deseos encendidos de recoger testimonios de quienes han hecho de sus vidas una artesanía. Desde temprano, como estudiante, desperté el oficio de reportero o entrevistador. Mi primera entrevista, publicada en suplemento dominical de "La Patria" (1967), se la hice al maestro Armando Chaves-Agudelo, nuestro profesor de Matemáticas, que nos deslumbraba por el fervor ilustrado de sus clases y por la memoria anchurosa, pero era tan sobrecogedor su carácter que sus alumnos nos sentíamos intimidados.

Tuve también de estudiante un programa de radio, durante cuatro años, bajo el nombre "Por los caminos de la música y la cultura", los domingos, en la "emisora mariana", de los claretianos (hoy “Radio Cóndor”, de la Universidad Autónoma –UAM-), con el amparo nominal de aquel departamento de extensión cultural que habíamos creado. Me ocupé de comentar y difundir obras de música de grandes compositores, de reseñar actividades culturales en la Universidad y en la ciudad, a la vez que hacer algunas notas editoriales, en ocasiones muy críticas sobre el acontecer en la sociedad, sin confesionalismos ni sumisiones. A mediados de los setenta tuve también, en colaboración, otro programa semanal: “Impacto”, en “Radio Cóndor”, de similares características culturales.

Para el número uno de la revista Aleph (1966) entrevisté, en la compañía de nuestro profesor, el ingeniero Alfredo Robledo-Isaza, al físico alemán Juan Herkrath, decano por entonces de la facultad de Ciencias en Bogotá de nuestra UN, y miembro del equipo central de trabajo del rector José-Félix Patiño. En esa oportunidad utilicé el kafkiano seudónimo de “G. Samsa”.

De ingeniero pasé algunos años en el desempeño de la profesión y en estudios de postgrado, pero sin perder las antenas en el humanismo. Luego, ya reincorporado como docente en la UN, ciertos viajes académicos los combinaba con inquietudes culturales y de recoger testimonios para la Revista. En 1974, por ejemplo, participé en México en congreso de Mecánica del Suelo, y estuve en la tarea de encontrar a Juan Rulfo, con quien finalmente grabé diálogo con las peripecias propias para acercarme a él. Fue mi segundo "reportaje" publicado en Aleph, que luego fueron apareciendo bajo el nombre genérico de "Reportajes de Aleph".

En circunstancias similares se sucedieron encuentros con figuras de las letras, el pensamiento, la ciencia, las artes, cuyos testimonios han quedado consignados en la Revista, como también en el "Boletín de Vías" que fundé en 1972, para conducir por allí los aspectos científicos y técnicos, no tan propios de Aleph, la que pronto quedó en la dimensión cultural que hoy tiene.

En lo regional elaboré reportajes con personajes como Juan Bautista Jaramillo-Mesa, Adel López-Gómez, Iván Cocherín, Juan-Ramón Segovia (Humberto Jaramillo-Ángel, su nombre de pila), entre otros.

Cada encuentro de esa naturaleza tiene sus propias anécdotas. En especial recuerdo la ocasión de haber podido estar, en dos tardes, con Dámaso Alonso, en su casa de Madrid, en la calle Alberto Alcocer, en medio de una gran biblioteca de 35.000 volúmenes. Ensayista y poeta, de obra apreciada, que fue por años director de la Real Academia Española de la Lengua. Su esposa, Eulalia Galvarriato, fue la puerta de entrada, al hablarle por el teléfono de mi procedencia, Manizales, ciudad que recordó por haber estado en ella en la compañía de Dámaso, quien tuvo conferencia en el Instituto Universitario de Caldas (años 50), con juvenil y atenta audiencia.
El Maestro se encontraba en los comienzos de una fatal enfermedad que le tenía un tanto perdida la memoria (una “arteriosclerosis cerebral”, decía la esposa). Sinembargo pudimos conversar y registré en grabaciones sus palabras y varios poemas leídos en su voz, incluso en manuscrito de letra con trazos ya de inseguridad. En esa oportunidad me acompañó el gran poeta Fernando Charry-Lara, con quien venía de participar en congreso de escritores en la Universidad de Bonn (Alemania).

Otro personaje de mencionar, ya en el campo de la ciencia, es José Antonio Jiménez Salas, de la Real Academia de Ciencias de España, de quien tuve la fortuna de ser su alumno de postgrado en la Universidad Politécnica de Madrid. Personalidad de la ciencia y del humanismo, con escuela creada en el campo de la Geotecnia y consultor internacional. Esa entrevista se publicó en Aleph y en el Boletín, y años después fue reproducida en Argentina por el boletín de la sociedad de geotecnia.

Encuentro de igual modo muy singular lo fue con el poeta Germán Pardo-García, de obra abrumadora en extensión y por ricos contenidos greco-latinos, abismal. En 1988 hice permanencia académica de un mes en Ciudad de México y por sugerencia del Poeta residí en hotel cercano a su modesta vivienda (de letrero en la puerta que decía: “Paz y Esperanza”), con el acuerdo de poder conversar largo. Hablamos por teléfono todos los días, y estuve con él en su casa varias tardes grabando diálogos, hasta en un restaurante italiano, de amigo suyo. El reportaje publicado en Aleph recoge en lo fundamental esas vivencias.

Esos encuentros son una historia larga que espero reunir en libro con los Reportajes. Pero cabe recordar, así sea nombrándolos nada más, otros personajes como José-Luis Cano, el gran biógrafo de la generación del 27 español, Manuel Andújar, poeta y novelista del exilio español, José Prat, de los últimos grandes humanistas republicanos del “transtierro”, quien fue el secretario de Unamuno cuando este fungía de presidente del Ateneo de Madrid en 1936. Prat pasó su exilio en Colombia, y lo visité en Madrid cuando, a su retorno, ya era Presidente del Ateneo y senador en las Cortes. Otras personalidades que han pasado por los reportajes son: Atahualpa del Cioppo, Jacques Gilard, Mario Benedetti, Gordon Brotherston, Leopoldo Zea, Juan Friede, Ernesto Guhl, Günther Haensch, Pedro-Nel Gómez, Nirma Zárate, Léopold Sédar Senghor, Rafael Gutiérrez-Girardot, Gerardo Molina, Fernando Savater, Manuel Andújar, Federico Sopeña, Blas Galindo, Germán Arciniegas, Ben-Ami Scharfstein, Carlo Federici-Casa, Reinhard Brandt, Karel Rýdl, Dietrich Briesemeister, Enrique Grau, Francisco Miró-Quesada, Emma Reyes, Jaime Jaramillo-Uribe, Ernst Tugendhat, Graciela Maturo, etc.



8.- Maestro, ¿cree usted que existe una “Generación de relevo”, como la llama un escritor, o “Generación de novísimos” como la denomina otro, en la actual literatura caldense?

R/. Meras frases, sin asidero real. Son intentos de clasificar agrupando, con buenas intenciones, pero donde no cabe el rigor. Muy difícil establecer “generaciones” entre nosotros. Y de suyo el tema de “generaciones” es problemático. Mejor cabe considerar “grupos”, en tanto haya personas con afinidades entre si que comparten, a conciencia, algunos lineamientos de creación comunes. Ante todo lo que hay es individualidades, y las hubo, que responden a su tiempo, en contextos regionales o con universalidad. Todos somos de transición, en especie de carrera de relevos. Nadie llegó a su oficio para quedarse como pieza de mármol. La novedad misma está en las sucesivas apariciones de intelectuales, poetas, narradores, artistas, que se suceden de manera natural, cuyas calidades de exaltar, en quienes se den, al final, o “a la hora de la verdad”, son reconocidas.

La expresión misma “literatura caldense” es polémica. Mejor sería hablar de la literatura en Caldas, o en cualquier parte. No creo que en nuestro departamento se hayan dado expresiones tan especiales y exclusivas, que marquen diferencia total con las de otros lugares. Hay canales de interrelación insoslayables, como especie de vasos comunicantes, más en este momento de un mundo globalizado. Claro, de pronto saltan genios, en uno u otro lugar, que singularizan, pero no incontaminados de lo mundial. Hay sintonías, en lenguajes y pensamientos, con líneas de avance por descubrir a cada instante que marcan la preponderancia de tendencias, para bien o para mal. Y sobresalen, me parece, aquellas singularidades que han hecho su obra en especie de “contravía”, o navegando aguas arriba, sin someterse a lo establecido, con sentido de abrir camino, siempre a riesgo, en la novedad del sello personal por la aventura de la creación y del pensamiento. Estos son los intelectuales y los creadores imprescindibles.

En Colombia se ha hablado de generaciones, de manera equívoca, para identificar grupos como en los casos de la “Revista MITO”, de los “Nuevos”, “Piedra y Cielo”, etc., con características consolidadas en el tiempo. No deja de haber confusión entre generaciones, grupos, movimientos y escuelas, más objeto de taxonomías de distracción académica.

Prefiero, en poesía, atinar en singularidades. Cada gran poeta es él, en su individualidad, sin más afinidades con otros creadores de magnitud que el ser contemporáneos, así tengan puntos de contacto o de convergencia. Personalidades que se sostienen por sí mismas.


9.- Maestro Carlos-Enrique, a nuestro juicio el mejor poeta de Caldas es Fernando Arbeláez (y esta calificación la hemos hecho en medios escritos, radiales o televisivos), usted conocedor de primera mano de la más alta poesía escrita en lengua española ¿ qué opinión le merece su obra?

R/. No es fácil decir que alguien, en cualquier campo, es el “mejor”. No hay elementos precisos que puedan ser manejados en especie de modelo matemático para concluir de manera tan categórica. Cada lector tiene sus preferencias. Pero no cabe la menor duda que Fernando Arbeláez ha sido el intelectual, el escritor, el poeta, nacido en Manizales y Caldas, que hasta el momento ha tenido mayor vuelo universal, como lo va siendo, por ejemplo, un Eduardo García-Aguilar. Hizo parte del grupo, o “generación”, de la Revista MITO, que tanto impacto modernizador tuvo en la cultura colombiana. Su bagaje por el mundo le permitió acceder a autores en diversos idiomas y a culturas. Llegó a ser un experto notable en culturas orientales. Su poesía está por reeditarse y difundirse con mayor amplitud entre las nuevas generaciones, como un referente de calidad. Aprecio su poesía, por el despliegue de capacidad creativa, por las imágenes atemperadas (“Sólo las piedras pueden soportar tantos recuerdos”) y por las resonancias de universalidad que cada verso suyo contiene. Traductor de acierto. Su “Canto a Manizales” (1955) debería estar en las cartillas escolares, y presente en las invocaciones cotidianas de la ciudad.

Autor de poemas de belleza imponente como “Vinoso mar” (“... Y la uva infinita desde el centro/ desorbita el destello. Ciegas brasas/ cabrillean. Bullicio del silencio/ la espuma en sus ilímites derrama. ...”). O como el “Li Po” de su “Serie China” (1968).


10.- La Universidad Nacional de Colombia ha sido su casa permanente: como estudiante, profesor, gestor cultural y directivo. Háblenos sobre estas experiencias, ¿con cuál rol se ha sentido más identificado?

R/. En el sexto año de la carrera de ingeniería civil, tuve desempeños como catedrático de "Geodesia", durante dos semestres, en la carrera intermedia que creó Alfonso Carvajal: "Topografía y agrimensura". Al graduarme en diciembre de 1967, emprendí la consecución de trabajo y para febrero del año siguiente obtuve el cargo de "director del plan escolar" en la secretaría de obras de la Alcaldía de Manizales, siendo burgomaestre el Dr. Rafael Henao-Toro, médico y humanista, liberal librepensador en una ciudad conservadora. Actuaba como secretario de obras, también recién egresado, el arquitecto Jorge-Bernardo Londoño. Era un desempeño por contrato, y no cargo de planta, que los otros ingenieros compañeros míos despreciaron, además por la baja asignación, pero mi caso era el de obtener un ingreso para soliviar situación de familia. Se hizo un plan de construcción de escuelas, importante, las que todavía hoy prestan excelente servicio en barrios populares. Por recomendación expresa del secretario de obras, pasé a trabajar al "Fondo Nacional de Caminos Vecinales" como ingeniero residente en la carretera "Pensilvania - Puente Linda", de construcción a 'pico y pala', donde llegué a tener 200 hombre a mi cargo, con contrato de trabajo a destajo. Presté un año de servicio en esa labor, y luego me trasladaron a Bogotá, con la misma institución, haciendo parte de la "División de estudios y diseños". A comienzos de 1970 me comisionaron para adelantar estudios de especialización, de tiempo completo, en el Instituto de Vías de la Universidad del Cauca, formación que tuve con buen logro. Me casé con Livia, en agosto de 1968, con quien fui a dar a Pensilvania, a Bogotá y a Popayán. En Bogotá nació Liliana, la primogénita, en Popayán Mauricio y Federico en Manizales.

Alfonso Carvajal seguía pendiente de mi, en los desempeños, con la ambición de traerme de profesor a la sede Manizales de la UN, lo que consiguió alcanzando con su gestión transferir el contrato de prestación de servicios que tenía con Caminos Vecinales a la Universidad Nacional.

Ingreso, entonces, a la docencia en enero de 1971, y pronto soy designado jefe de la sección de vías y transportes, al servicio de la carrera de ingeniería civil. El compromiso de Carvajal-Escobar, al traerme, estaba en reactivar la Revista ALEPH, la Extensión Cultural y, en general, las actividades culturales que desplegamos cuando alumnos. Y así ocurrió, pero combinando la actividad docente con las otras labores.

La revista Aleph reemprende ediciones, sin todavía detenerse, bajo el respaldo incondicional del 'Decano Magnífico'.

Carvajal-Escobar muere, en el desempeño del cargo, hacia mediados de 1972, cuando ya había creado yo un boletín que desprendía lo técnico de Aleph. Y bajo esa especie de dos piernas, la revista Aleph y el 'Boletín de Vías', he transitado mi vida académica, propiciando por un lado las expresiones humanísticas y, por el otro, los trabajos científico-técnicos en áreas de vías, transportes y geotecnia. Las dos revistas han tenido su difusión y acogida, aunque discretas, también fuera del país. El 'Boletín' llegó en noviembre de 2006 a la edición cien (34 años), y la revista Aleph a la número 139 en el mismo mes (40 años). El Boletín con los continuados, aunque oscilantes, soportes de la UN, y Aleph sorteando su independencia total desde la edición número seis, por 'ruptura' con la institución.

Resulta que al morir el maestro Carvajal-Escobar ya comenzaba a ejercerse desde Bogotá, una línea que marcó régimen de terror en la institución, en cabeza de rector quien en entrevista a un diario llegó a decir que en ese cargo lo que hacía era cumplir a cabalidad con su religión y con su partido (la católica y el conservador, por supuesto, respectivamente), con la consiguiente representación en la Sede, por fortuna atenuada. Al aparecer la edición número cinco de Aleph (junio de 1973), la Universidad decide no apoyarla más por reservas en la orientación de la misma, pero llegamos a un acuerdo de permitírseme seguir con ella de manera independiente. Di gracias por no haber sido destituido, como sí ocurrió en Bogotá con prestigiosa nómina de profesores, entre los cuales se contaron personalidades de la talla de Guillermo Páramo-Rocha y Rubén Sierra-Mejía.

A pesar del ambiente un tanto hostil imperante, pude continuar con intensidad en mis labores académicas y buscando soportes financieros por fuera para no abandonar la Revista. No faltaron quienes me dieran la mano, y ese período pudo superarse.

Es bueno recordar los contenidos de esa edición número cinco. Como venía ocurriendo se compartían espacios para la técnica y lo humanístico y social. En un editorial, o presentación, que ocupó las primeras cinco páginas, bajo el título "Dos aspectos de la cultura", hice una mirada al acontecer en nuestro país en contexto más amplio, como especie de respuesta a las críticas que desde la sombra se le hacían a la Revista, invocando la "cultura crítica" como intento de "nueva cultura", en busca de una "cultura nacional" al amparo de la libertad de expresión, para sortear la acogida de artículos con pleno respeto a puntos de vista. Toqué puntos álgidos de debate en boga. En esa entrega, la de la 'censura', estaban Luciano Mora-Osejo con su ensayo "Nota sobre dialéctica, positivismo, marxismo y demografía". Dos contribuciones del dirigente Ignacio Torres-Giraldo: una síntesis autobiográfica, y el artículo "El intelectual y el hombre público en Colombia". También un ensayo de Jaime-Eduardo Jaramillo J.: "La mita agraria, aspectos de la formación de la estructura agraria en la Colonia"; otro de José-Fernando Ocampo: "Colombia, democracia y revolución". Y para completar el panorama, un artículo de Enrique Santos-Calderón sobre el "satélite educativo, nuevo agresor cultural", y dos traducciones, una de Pepe Castrillón ("El conocimiento histórico y su objeto", de Lucien Goldmann), y la otra de Germán Zuluaga ("La cultura de la pobreza", de Oscar Lewis). Pero también con trabajos técnicos, como venía ocurriendo: "Acerca de los recursos hídricos en América Latina", de Germán Oramas; "Caminos de mano de obra", de Fernando Olivera, y "La Física, ¿factor clave en la economía nacional?, del departamento de Física de la Universidad Nacional en Bogotá. Y en el conjunto hubo mirada de contraste en el ensayo de Luis-Enrique Agudelo P., "Análisis sociológico del sindicalismo colombiano"

Es decir, en esa edición de 174 páginas, preponderaba una visión crítica del acontecer internacional y nacional. Por poco nos cuesta el trabajo de la sobrevivencia.

La edición seis, siguiente, sale como un cuadernillo de 52 páginas, pero con suficientes apoyos de avisos para financiarla, como en especie de tácita solidaridad por lo ocurrido. Es bueno recordar esos soportes: empresas como Egarco, Cámara de Comercio de Manizales, Inpes, Binestar Familiar, Corporación Financiera de Caldas, Caminos Vecinales, Colombit, Rocacero Ltda., Aspu, Apronal, Fondo Ganadero de Caldas, la misma Universidad Nacional en Manizales (¡Oh paradoja!), y de oficinas de ingenieros contratistas: Hugo Marulanda-López, José Bettin-Diago, Eduardo Londoño-Jaramillo, Diprocal Ingeniería (Mario Spaggiari-Jaramillo y Efraim Romero-Alarcón) y Néstor Tabares-Cardona.

En síntesis, ese conflicto con la Universidad tuvo una solución decente y afortunada, tanto para la supervivencia de la Revista como para la de su director-fundador. En la edición número seis se cambió diseño de carátula, adoptando un símbolo con mensaje implícito de la ruptura: un muñeco entre un marco, con libro en la mano izquierda y brazo derecho erguido, con puño cerrado rompiendo la parte superior de la estructura que lo retiene, además con gesto de grito en la boca. Ese símbolo acompañó muchas ediciones, al principio en carátula plena y luego como logo.

En la Universidad tuve desde el comienzo la condición de "dedicación exclusiva", es decir, sin tiempo alguno ni oportunidad legal para ejercer otros trabajos remunerados. Regenté por años la cátedra "Ingeniería de carreteras" que fue soporte del "Boletín de Vías", en especie de texto en permanente construcción, con los temas de vías, transportes y geotecnia. Con el tiempo la preponderancia tanto en la asignatura como en el Boletín fue derivando hacia la Mecánica del Suelo y la Geotecnia, asignatura que también tuve a mi cargo. En tal publicación di cabida a trabajos míos que iba desarrollando para la cátedra, como en el campo de la estabilidad de laderas, en drenajes, en pavimentos, además de traducciones del inglés, del francés y del portugués. Pero por otra parte recogí entrevistas con expertos nacionales y extranjeros.

En 1974 viajé a México, como lo recordé antes, para participar de Congreso de Mecánica del Suelo en Guadalajara. Oportunidad que aproveché para buscar y entrevistar a Juan Rulfo, en tiempos en los que se mantenía alejado de los medios de comunicación. Con insistencia conseguí encontrarlo en su oficina del Instituto Nacional Indigenista, y logré grabarle una conversación de veinte minutos, publicada en la edición número diez (1975).

A finales de 1974 se dio importante cambio en la dirección de la Universidad Nacional, habiendo asumido el doctor Luis-Carlos Pérez, con el consiguiente relevo en la sede Manizales. Oportunidad en la que me correspondió asumir de Vicedecano, cargo desde el cual impulsamos intensa actividad académica, de recordar ante todo los Seminarios llevados a cabo sobre temas cruciales en la vida institucional, con registro final en las correspondientes memorias.

En 1975 lideré la realización en Manizales de la "Primera conferencia regional de Geotecnia", con participación de especialistas nacionales, y la publicación respectiva de las memorias en dos volúmenes. Evento que fue el comienzo de un "sistema nacional de conferencias regionales de geotecnia".

En 1982 gané beca española para hacer otra especialización, ahora en el campo específico de la Mecánica del Suelo, en la Universidad Politécnica de Madrid, la cual cursé felizmente. Oportunidad que aproveché para disfrutar los ambientes académicos y culturales. Y, como es natural en mi vocación, recogí testimonios en entrevistas, en especial con el profesor José Antonio Jiménez Salas, pionero de aquella especialidad en España, director del laboratorio nacional de Geotecnia y miembro de la Real Académica de Ciencias, a cuya posesión tuve el honor de asistir por invitación suya.

A comienzos de 1984 fui nombrado en la dirección de la Biblioteca Nacional de Colombia, cargo que desempeñé en comisión de la Universidad. A mi reintegro en el 85 continué con mis cátedras de ingeniería de carreteras y mecánica del suelo, además con la publicación del "Boletín de Vías" y de la Revista ALEPH.

A finales de los años 80 la Sede asciende a Vicerrectorado, por disposición del Consejo Superior en Bogotá, habiendo ocupado el cargo por primera vez el ingeniero profesor Jorge Ramírez-Giraldo (qepd), quien al retirarse a comienzos de 1990 propicia que yo sea nombrado, lo cual ocurrió tomando posesión en marzo. Desempeños que tuve por espacio de ocho años, con interregno para ocupar el Viceministerio de Educación Nacional, en llamado que se me hizo como académico, sin ningún vínculo político.

En ese período me la jugué toda por reactivar la vida de la Universidad, en todos los aspectos: las relaciones interpersonales, la participación de los estamentos, el agite de procesos de reforma como los impulsados por los rectores Antanas Mockus y Guillermo Páramo, la apertura hacia los sectores externos: público y privado, y la construcción de infraestructura, con sentido de urgencia. Traté, con el equipo que me acompañó, de desatrasar a la Sede, pues veníamos de una década un tanto perdida. Así fueron apareciendo edificaciones como la "Torre de estancias", la "Biblioteca Germán Arciniegas", el "Edificio de laboratorios", el "Edificio de postgrados" y el gran "Auditorio", con excelencia para conciertos, conferencias y eventos académicos múltiples. Recuperamos, en acción concertada con los estudiantes, el ambiente de las residencias, al igual que la limpieza de espacios, con pisos y paredes, en acción de cultura ciudadana, actitud que se conserva.

Creamos el programa curricular de "Ingeniería electrónica" y me lancé en campaña para rescatar los predios del antiguo "Distrito No.5 de Obras Públicas", que había desaparecido por la transformación del Ministerio de Obras. Campaña en la que me acompañaron la totalidad de fuerzas vivas, con Alcaldía, Gobernación, parlamentarios, Cámara de Comercio, Sociedad de Mejoras Públicas, etc. Consolidé ese proceso cuando tuve los desempeños de Viceministro, ocasión también que aproveché para entregar, en propiedad definitiva, los predios que teníamos en comodato a 99 años, donde hoy funcionan los laboratorios de hidráulica y la zona de experimentación de modelos hidráulicos, con el Auditorio general.

Por mis actividades y producción en el campo de las letras fui nombrado miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, condición que asumí el 21 de octubre de 1996, siendo mi disertación: "Suscitaciones desde la poesía de Fernando Charry-Lara", publicada en el Boletín de la Academia, tomo XLVI, número 194, de octubre/diciembre 1996.

En sesenta libretas, especie de diario, tengo consignadas a mano notas y observaciones de ese período intenso.

En agosto de 1998 me retiro del vicerrectorado, por cambios de políticas centrales, y decido pedir la salida al disfrute de la pensión de jubilación, con la esperanza de dedicarme totalmente a la lectura, estudio y escritura, lo que en buena parte he alcanzado, pero con las naturales interrupciones como ocurrió con el llamado ministerial y de la comunidad universitaria para asumir el rectorado de la Universidad de Caldas, como paso de recuperación de tremenda crisis institucional. Ocupé el cargo por espacio de tres años, a partir de febrero de 2001.

En medio de estos desempeños, la Universidad Nacional decide crear la "Cátedra Aleph" designándome como su director o regente, en la cual me desenvuelvo semestre a semestre, con nueve versiones a diciembre de 2006. Cátedra que se crea como reconocimiento y para proyectar la experiencia de la Revista en nuevas generaciones. Se ofrece como "curso de contexto" con participación de estudiantes de las diversas carreras. En cada semestre hay temáticas distintas, con oportunidad para desarrollar y desplegar inquietudes intelectuales que me acompañan en ciencia, tecnología, arte y humanismo.

Por otra parte, he sido invitado a conferencias y a participación en eventos culturales en Israel, España, Francia, Estados Unidos, Ecuador, Argentina... Y a pesar de los compliques en actividades, he podido mantener un ritmo de escritura, con la publicación de varios libros de creación literaria, sin bajarle la guardia al ritmo de producción trimestral de la Revista ALEPH.

Un juicio valorativo de mis desempeños en la Universidad Nacional sería más objeto de terceras personas, o de quien se ocupe de historiar la Sede. Lo cierto del caso es que mi dedicación a ella fue absoluta, sin escatimar fines de semana ni vacaciones.

En síntesis, pasado el tiempo y planteándose la inquietud, debo decir que mi lugar esencial ha sido, y sigue siendo, el aula, para el compartir en diálogo, con libre examen. En mayor grado ahora que trabajo en el “Aula del estudiante de la mesa redonda”, en memoria de Sócrates y de Germán Arciniegas, con el profeta Zacarías quieto, mudo, acompañándome, vigilante, desde una pared. Y continuo siendo, en ejemplo de Arciniegas, un estudiante más de la mesa redonda.


11.- ¿Cuál es la esencia de la “Cátedra Aleph” que dirige en la Universidad Nacional, una propuesta sui generis en el contexto de la educación superior del país. ¿Que lo ha motivado a no abandonarla?

R/. La “Cátedra Aleph” fue creada por la Universidad Nacional, con disposición oficial, por iniciativa de algunos colegas, en reconocimiento a las ejecutorias de la Revista ALEPH, en mis manos. Y tiene como lugar el “Aula del estudiante de la mesa redonda”, como dije en la anterior respuesta, en el edificio de postgrados de la sede UN Manizales, espacio bien dispuesto para el trabajo en la modalidad de seminario, con realización de sesiones y no de clases. Participan estudiantes de distintas carreras y hasta el momento han transcurrido nueve versiones, con temáticas cada semestre distintas. Una mirada a lo acontecido en ellas puede ilustrar:

a. Segundo semestre del 2002: “La comprensión unitaria”. (Memorias, volumen I). La conferencia de apertura estuvo a cargo del Prof. Dr. Marco Palacios.
b. Primer semestre del 2003: “Proceso que pueda llevarse en Colombia para alcanzar la paz, con maneras sensatas de solucionar conflictos”, con base en el estudio y debate del libro “Más allá del conflicto”, de Luis-Carlos Restrepo. (Memorias, volumen II). Esta versión se abrió con la conferencia exclusiva del Alto Comisionado para la Paz, Dr. Luis-Carlos Restrepo.
c. Segundo semestre del 2003: “Nexos entre la creación literaria y la teoría del perdón”, con apoyo en antología de Harold Bloom: “Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes”, y “Los límites del perdón” de Simon Wiesenthal. (Memorias, volumen III).
d. Primer semestre del 2004: “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”. (Memorias, volumen IV).
e. Segundo semestre del 2004: “Albert Einstein: el científico y el humanista” (Ciencia y Cultura). (Memorias, volumen V).
f. Primer semestre del 2005: “¿Cómo se aprecia el mundo a través de la Cultura?. (Memorias, volumen VI).
g. Segundo semestre del 2005: “El mundo de Don Quijote y Sancho, y las travesuras de los inquietos de todas las épocas”, con desarrollo en dos ejes, con una matriz en común. Por un lado, Goya-Picasso-Débora Arango-A.Obregón-F.Botero..., en las artes plásticas y, por el otro, Platón-D.Quijote-Saramago-M.Mejía V.-..., en lo literario-humanístico, con aspectos socio-históricos de la violencia como matriz. (Memorias, volumen VII).
h. Primer semestre del 2006: “Ciencia y humanismo - ¿Tolerancia o respeto?” (Memorias, volumen VIII).
i. Segundo semestre del 2006: “Una mirada a Colombia desde la Cultura” (Memorias, volumen IX). En esta versión tuvimos módulos sobre la ciudad y en particular sobre la personalidad y la obra del arquitecto Rogelio Salmona. Clausuramos en reunión con el Alcalde de Manizales, con interesante diálogo constructivo, a quien se le presentó memorando sobre la ciudad, elaborado por los estudiantes después de los debates. Por espacio de dos horas hubo la oportunidad de intercambiar informaciones y puntos de vista. El Alcalde fue altamente receptivo e ilustró a los asistentes sobre los proyectos en marcha y la visión de conjunto de ciudad a donde se apunta. Han quedado por escrito los memorandos (2) y el informe de relatoría, incorporados a las Memorias (volumen IX).
j. Primer semestre de 2007: “Cultura ciudadana y Cien años de soledad” (Memorias, volumen X).
k. Segundo semestre de 2007: “Libros y bibliotecas: fulgor del conocimiento” (Memorias, volumen XI)

La Cátedra propicia, en clima de plena libertad, la lectura y la escritura, con examen abierto de los temas. Al comienzo del semestre presento el “Derrotero” o guía de trabajo, con explicación del método y exposición de los contenidos, el que a veces se modifica por iniciativa de los propios estudiantes. Otra singularidad es la evaluación, sin exámenes. En cada sesión hay normalmente dos informes escritos, uno de lectura y otro de relatoría, que son calificados por los mismos estudiantes. Las notas, así obtenidas, se acumulan y en la sesión final de semestre se debate su consolidación, con auto-examen público de los alumnos, en tres factores: asistencia (20%), informes (40%) y participación (40%).

La Cátedra me sirve para poner en escena métodos pedagógicos, o las elaboraciones en sistemas que uno se ha construido en la vida de estudio y de ejercicio. Es tan rica la participación, que en su desenvolvimiento consigo incluso concebir monográficos de la Revista, como ocurrió con la edición dedicada al cuarto centenario del Quijote (No. 129/130, de abril/junio 2004, un libro de 196 páginas, cuyo capítulo final es de la pluma de los estudiantes).

Por tanto, tengo la motivación continua en el reto que me ofrece el ambiente universitario para estudiar, para pensar, para interpretar y elaborar en la escritura, para compartir en el diálogo que escudriña, en la conversación que explora e interroga.


12.- Por su personalidad y vocación, su paso por la dirección de la Biblioteca Nacional de Colombia fue fundamental. ¿Qué circunstancias lo llevaron hasta ese templo de la memoria colombiana y qué labor tuvo la oportunidad de realizar?

R/. Por aquellas cosas misteriosas de la vida alguien le sugirió al presidente de la República, pero no del sector político ni del establecimiento, que me llevara para la Biblioteca Nacional. Recibí con tremenda sorpresa el ofrecimiento, se debatió en familia y asumí el cargo a principios de 1984, consiguiendo alojarme en apartamento cercano, de doña Noemí Delgado de Isaza, en las "Torres del Parque", obra de Rogelio Salmona. Esta circunstancia física me permitió dedicación absoluta al cargo, desde tempranas horas hasta bien entrada la noche.

Es de recordar que esa benemérita institución, la primera establecida en Latinoamérica, fue creada por iniciativa de Francisco Moreno y Escandón, Fiscal de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, con iniciativa formulada en los siguientes términos: fundar "una biblioteca pública, donde puedan acudir los estudiosos de todas facultades, e instruirse de noticias sólidas y verdaderas,...", lo que expresó en el plan presentado a la Junta Superior de Aplicaciones, el 22 de noviembre de 1771. En 1773 el Virrey Manuel de Guirior da la orden de fundar la Biblioteca Nacional, y el 9 de enero de 1777 se da al servicio la "Real Biblioteca Pública de Santafé de Bogotá". En 1787 el Virrey Caballero y Góngora dicta auto promoviendo que la Biblioteca Pública "se establezca con la solidez necesaria en beneficio del público."

Su primer director en 1777 fue el presbítero Anselmo Álvarez. El célebre Manuel del Socorro Rodríguez, fundador del "Papel periódico de Santafé de Bogotá", primer órgano periodístico en la historia del país (1791-1797), fue el quinto bibliotecario, de prolongados desempeños, entre 1790 y 1819, quien tuvo la iniciativa de fundar una 'Biblioteca Americana' para recoger la producción de los escritores criollos. En 1822, mediante decreto del general Francisco de Paula Santander, como Vicepresidente de la República, considera "que el establecimiento de bibliotecas públicas contribuye sobremanera al adelantamiento de la ilustración en general y a promover el cultivo de las ciencias y las artes, objetos que deben merecer los más atentos cuidados de un Gobierno verdaderamente Republicano, como el de Colombia,..." y decreta que "a la actual biblioteca pública de esta ciudad se reunirá la librería que fue de la expedición botánica que estuvo a cargo del difunto doctor José Mutis."

En 1832 se entrega la Biblioteca a la Universidad, y en 1877 el rector de la ya Universidad Nacional de Colombia establece que "es necesario convertir esa arca cerrada de las ciencias, en palanca activa del saber y del adelanto científico e industrial del país..." En 1882 el presidente de la República sanciona el reglamento de la Biblioteca, redactado por su director, D. Miguel Antonio Caro. En su artículo 26 se estableció que el director debía presentar al Consejo Académico de la Universidad una monografía histórica o bibliográfica sobre asunto nacional.

Acontecimiento protuberante en la historia de la Biblioteca lo fue la llegada a su dirección de Daniel Samper-Ortega, a la edad de 36 años en 1931, con desempeños hasta 1938, reconocido por sus realizaciones como el "Restaurador". A los cuatro meses presenta el primer informe con radiografía de la triste situación de la Biblioteca, con reclamo de recursos para levantarla y prestar los debidos servicios. Samper-Ortega la piensa en relación con el país, para lo cual recibe total respaldo del gobierno central y emprende la más grandiosa gestión de que se tenga noticia en organismos culturales del Estado. Elabora un excelente estatuto, cuyos primeros 50 años de promulgado los celebramos con actos especiales en la Biblioteca el 11 de septiembre de 1984, exposición recordatoria de la obra cumplida por el excelso director y descubrimiento de retrato suyo en óleo ejecutado por Delio Ramírez y donado por la Universidad de los Andes.

Por primera vez, en la gestión de Samper-Ortega, la Biblioteca se vincula a todo el país con publicaciones, cine, radio, misiones culturales y establece red bibliotecaria nacional. Algo así como el antecedente de lo que con posterioridad fue el Instituto Colombiano de Cultura y luego el Ministerio de Cultura. A tal grado era su visión estratégica que en el Estatuto se planteó: "la Biblioteca Nacional deberá servir de sistema circulatorio al libro dentro del país y al pensamiento colombiano en el exterior, suplir las deficiencias de la escuela ante aquellos que no puedan concurrir a ella, levantar el nivel mental de las clases inferiores y cooperar al buen resultado de los esfuerzos individuales, ayudando a los colombianos a orientarse en el estudio como medio para perfeccionar la personalidad y, en consecuencia, a capacitarse mejor para la acción, creadora de la riqueza pública y de la nacionalidad."

Además se aventura a promover la construcción de edificio propio, consiguiendo construirlo, e inaugurarlo con el presidente López-Pumarejo, el 20 de julio de 1938, que es la sede actual.

Por desgracia, ese vertiginoso y corpulento desenvolvimiento, tuvo su freno en gobiernos posteriores, como ha ocurrido en la Educación. Las más grandes y estratégicas reformas, pensadas para todo el país, sin discriminación alguna, fueron de gobiernos liberales, pero los gobiernos conservadores las echaban atrás entregando la orientación de la educación al credo religioso preponderante. De este modo, los progresos de Colombia han sido a sobresaltos, con ambiente de violencia de por medio.

En informe de la gestión que cumplí en la Biblioteca, expresé: "El reto de un gobierno que tenga a la Cultura como centro ha de ser volver la Biblioteca Nacional al fuero honroso que para gloria de la historia colombiana le conquistó Daniel Samper-Ortega, inigualado Restaurador." Pero la capacidad tendenciosa de olvido tiende manto sobre las grandes obras y sus protagonistas, en un país que sigue siendo de orientaciones confesionales.

Como puede suponerse, recibí la Biblioteca sin recursos, apenas los costos de nómina y la dotación que venía, nada de presupuesto para modernización y para la gestión de avance. Entonces me correspondió tocar todas las puertas, ir por embajadas, e ingeniármelas para hacer algo con dignidad. Comenzando por mi situación económica que no podía ser más crítica, puesto que el salario de la Biblioteca era inferior al que tenía en la U, lo que al final se arregló aceptando que estuviera en comisión remunerada de la U, pero aún así el ingreso no daba holgura para atender casa con familia en Manizales y vivir solo con dignidad en Bogotá. Livia sorteó las de San Quintín, y salimos adelante, sobreviviendo. Los gajes del oficio, digo.

Abro puertas de la Biblioteca y despliego actividades culturales de todo orden. Me invento un ciclo que llamé: "Jueves de la Biblioteca Nacional" llevando, semana a semana, eminentes personalidades en plan de conferencias, con convocatoria de asistencia pública, abierta, gratuita. Por ese espacio pasaron Ofelia Uribe de Acosta, Jaime Vélez-Sáenz, Luis Vidales, Juan Friede, Luciano Mora-Osejo, Guillermo Arcila-Arango, Otto de Greiff, José-Fernando Isaza D., Pedro Gómez-Valderrama, Ernesto Guhl, Bernardo Hoyos, Mario Laserna, Fernando Charry-Lara, Abel Naranjo-Villegas, Arturo Alape, Howard Rochester, Jaime Jaramillo-Uribe, Sara González, Arnaud de Champris, Jaime Mejía-Duque, Anna Jonas, Dora Castellanos, Danilo Cruz-Vélez, J. Lorite-Mena, Néstor Madrid-Malo, Gustav Siebenmann, Javier Ocampo-López, Montserrat Ordóñez, Álvaro Villar-Gaviria, Luis Eduardo Mora-Osejo, Ramón Pérez-Mantilla, Francisco de Abrisqueta,... Lectura de poemas del propio Ernesto Cardenal. Se conmemoró el primer centenario del nacimiento de Pedro Henríquez-Ureña, con exposición bibliográfica y conferencia mía: ¨P.H.U., el Ateneo y la utopía”. Fuimos receptores y organizadores de rueda de prensa con Ernesto Sábato.

Conté con especiales colaboraciones de la Embajadas de Austria, Francia, España y del Consejo Británico y del Instituto Goethe. Con la primera realizamos la exposición fotográfica sobre la vida y la obra de Franz Kafka, con el Goethe la exposición "El Antiguo Testamento en el arte alemán de la Edad Media". Con la Embajada de Francia hicimos la exposición “La Ilustración en el bicentenario de la muerte de Denis Diderot”. Con el Consejo Británico se montó una muestra gráfica sobre George Orwell.

También me inventé un programa que llamé "Presencia cultural de las regiones en Bogotá", comenzando por Caldas (agosto, 1984). En este caso conté con la colaboración decidida de la Gobernador Fabio Trujillo-Agudelo, y desplegamos importantes actividades, con acto protocolario de instalación, exposición con muestra histórica de publicaciones de Caldas, exposición de pintura y escultura, concierto, presentación de libros de reciente edición, conferencias (Rubén Sierra-Mejía, Hernando Salazar-Patiño, Ovidio Rincón, José Chalarca, Luisa-Fernanda Giraldo, Ricardo de los Ríos,...), lectura de poemas (Maruja Vieira, Dominga Palacios, Beatriz Zuluaga,...), presentación de libros, y hasta muestra gastronómica, con publicación alusiva.

De igual modo tuvimos actividades conmemorativas de los primeros 50 años de existencia del Fondo de Cultura Económica, con semana de conferencias, exposición de libros, y promociones a cargo de la editorial. En especial menciono la mesa redonda sobre libros del Fondo, en sus variadas especialidades, en la que intervinieron: Jaime Jaramillo-Uribe, Marco Palacios, Rubén Sierra-Mejía, Jesús-Antonio Bejarano y Gonzalo Cataño).

Destaco el homenaje que se le tributó al Léopold Sédar Senghor, poeta, ex presidente de Senegal y miembro de la Academia Francesa, con especial conferencia de Pierre de Boisdeffre, embajador de Francia, intitulada: "L. Sédar Sénghor, poeta y filósofo de la fraternidad humana".

En ese período también conseguí que la Biblioteca Nacional fuera receptora de la "Cátedra de América", espacio regentado por el maestro Germán Arciniegas, en el cual tuvimos, entre otros, a Mario Vargas-Llosa y a François Revel.

Asimismo, se cumplieron más conferencias, en otros días, sesiones diarias de música, más presentaciones de libros, etc., etc., para un total de 110 actividades principales en ese año de 1984, registradas en mi informe de manera detallada. De igual modo conseguí la elaboración de audiovisual, de 30 minutos, sobre la historia y el funcionamiento de la Biblioteca, con la colaboración de la Universidad Nacional en Bogotá.

Constituí una especie de comité honorario con ilustres ex directores, integrado por Guillermo Hernández de Alba, Eduardo Carranza y Pilar Moreno de Ángel, con varias reuniones de diálogo y de examen de la Institución.

Pude darme cuenta, con dolor, que la Educación y la Cultura no han vuelto a ser en Colombia, desde mediados del siglo XX, sectores estratégicos en los planes de Estado, a partir de los cuales se profundice el desarrollo integral de la sociedad.

En 1985 me reintegro a la Universidad Nacional en Manizales, con satisfacciones en el alma, recepción grata de algunas voces calificadas por lo actuado, pero con fatiga por tanto navegar en contravía. Y el mundo sigue su implacable marcha.

De los testimonios recibidos, o hechos públicos, destaco dos: una carta de Germán Arciniegas que dice: "Debo reiterarle formalmente mi agradecimiento por mil cosas con que usted me ha distinguido, pero particularmente por la fiesta que hizo en su despacho para entregarme el acuerdo de Colcultura nombrándome Director Emérito de la Biblioteca./ Debo decirle algo de mi admiración y el calor que ha dado a esa casa que es para difusión de la Cultura Colombiana. Un testimonio de fervor puesto por usted en esa obra que es el haberse acordado de este amigo de la biblioteca que lo admira, lo quiere y lo sigue con admiración y cariño."

En el diario "El Tiempo" se publicó artículo de página editorial, suscrito por Andrés Samper, donde se dice: "He leído, con total sorpresa, la noticia de que Carlos-Enrique Ruiz se retira de la dirección de la Biblioteca Nacional y regresa a Manizales, donde ocupa un destacado lugar, desde hace mucho tiempo, en la docencia y en las letras. Carlos-Enrique Ruiz es, en todo sentido, un humanista de altos quilates.../ ... es un hecho que asumió la Biblioteca con muchísimo entusiasmo y trazó, para dar nueva vida a la misma, planes y programas de extraordinaria agilidad, y muy hondo contenido intelectual y espiritual..."


13.- Hablando de compromiso con el medio, en un momento de grave crisis de la Universidad de Caldas, el Ministro de Educación de entonces lo nombró rector, cargo de transición que ocupó durante tres años. ¿Por qué fue importante para usted este reto?

R/. No estoy seguro que para mí esa situación haya sido “importante”. Lo importante es que hubiese podido ser útil. En el año 2000 la Universidad de Caldas sufrió colapso que la tuvo tres meses sin funcionar, con caída de rector, Consejo Superior, Consejo Académico... El ministro de Educación, Dr. Francisco-José Lloreda, enfrentó con pulso firme la crisis, pero de manera cordial, y la condujo hasta su reactivación, la que se consiguió convenciéndome de asumir el rectorado, por concertación de la propia comunidad universitaria, los sectores gubernamentales y externos. Asumí en febrero de 2001, después de un debate en la familia, con votación mayoritaria que favoreció la aceptación, pero sin unanimidad. La primera decisión que tomé fue la de no recibir el sueldo de rector y quedarme con el ingreso de pensionado de la Universidad Nacional, que siendo de menor cuantía, me permitía salvaguardar independencia. Me correspondió alentar procesos para el restablecimiento de los Consejos, con una conformación de alto nivel en el Consejo Superior, que tuvo como presidente al Dr. Gabriel Cadena-Gómez, personalidad científica, sin compromisos políticos, investigador y director por años de Cenicafé, instituto de investigaciones científicas de renombre mundial. Hubo la circunstancia permanente de buscar consensos para las decisiones en ese organismo, sin llegar a votaciones, después de debates amables, con la comprensión cabal de los diferentes puntos de vista, hasta conseguir fórmulas de alto beneficio institucional que congregaran a la totalidad de los participantes.

En términos generales la Universidad recobró clima apropiado de funcionamiento, con incorporación de actividades culturales y fomento del bienestar en todos los órdenes. El respeto fue la cualidad imperante, con cercanía a todos los estamentos, y reactivación firme de vínculos con los sectores externos, privados y públicos. En la actividad cultural reactivé programa que tuve en la Universidad Nacional, de conferencias, bajo el lema “Grandes temas de nuestro tiempo”, con invitados especiales de impacto en la vida académica: Jaime Restrepo-Cuartas, Santiago Díaz-Piedrahita, Carlos Gaviria-Díaz, David Manzur, Luis-Eduardo Mora O., Manuel-Elkin Patarroyo, Jaime Castro, Jaime Vidal-Perdomo, Álvaro Tirado-Mejía, Guillermo Páramo-Rocha, Marco Palacios, Rubén Sierra-Mejía, José-Fernando Isaza D., Nadine Picaudou, Antanas Mockus,... De igual modo rescatamos, con apropiada restauración, los murales de Alipio Jaramillo, instalados en el nuevo auditorio de la facultad de Ciencias para la Salud. También recuperamos la presentación física de accesos y edificios, un tanto en abandono.

Se reemprendió la reforma académica, con consensos por facultades, con alcance en la promulgación de las respectivas normas, incorporación del sistema de créditos académicos y su puesta en marcha en cada uno de los programas curriculares. Y se dejó en funcionamiento una estructura técnica de planeación, con objetivos estratégicos, planes y programas (Cf. Acuerdo del Consejo Superior No.29 de diciembre de 2002, por el cual se adoptó el Plan de Desarrollo U. de C. 2003 – 2007)

Creamos el programa curricular “Biología tropical andina”, de enfoque y estructura científica, en colaboración con el Prof. Dr. Luis Eduardo Mora-Osejo (qepd), por entonces director de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, botánico y naturalista con obra de reconocimiento internacional, quien diseñó el currículo y sustentó los diversos aspectos en la comunidad académica. De igual modo, en esa labor contamos con el acompañamiento entusiasta y divulgador del Dr. Mario Calderón-Rivera.

Hubo momentos tan especiales como cuando se confirieron, por decisión unánime del Consejo Superior, los doctorados Honoris-causa a Danilo Cruz-Vélez, Rubén Sierra-Mejía y José-Fernando Isaza D., personalidades sobresalientes, con amplia obra reconocida, en los campos de la filosofía, los dos primeros, y de la ciencia, el tercero.

Hay un tema especial que no quiero omitir y se refiere al proyecto: “Centro Cultural Universitario” (luego llamado: “Centro Cultural - Caldas 100 años”), en lote de la Universidad, de suyo con ubicación estratégica por la existencia de amplio sector educativo (de los tres niveles) en el área cercana de influencia, con fácil acceso por potenciales usuarios de los seis estratos sociales. El anteproyecto se contrató con el arquitecto Rogelio Salmona, por decisión unánime tomada en el Consejo Superior. Fue posibilidad real de tener una gran obra de Salmona en Manizales, como arquitectura moderna de trascendencia, que congregaría biblioteca, Conservatorio, teatro de ópera (además de otros servicios) y museos (incluido el museo de arte moderno), aparte de complementos en zonas de estacionamiento, cafeterías, espacios de circulación y sociales, etc., prevista en 16.000 metros cuadrados por construir, para un costo total, incluido el amoblamiento, que no habría sobrepasado los veinte mil millones de pesos. Se pensó la obra en alianza con la Universidad Nacional de Colombia, la Gobernación de Caldas y la Alcaldía de Manizales. En principio se propuso que la biblioteca congregara las correspondientes centrales de las dos universidades (Nacional y de Caldas), con oferta pública. El rector de la Nacional, Prof. Dr. Marco Palacios, asumió el proyecto con la oferta de cuatro mil millones de pesos para la construcción, y el vicerrectorado de la sede en Manizales ofreció mil más, comprendiendo los costos, en conjunto, de proyecto definitivo y estudios complementarios de estructura, hidráulico, eléctrico y de redes inteligentes, con los cuatro primeros para la construcción. La oferta concreta se condicionó a los aportes que se dieran de Gobernación y Alcaldía. Es de lamentar que no fue posible, en mi tiempo, conseguir esos acuerdos, a pesar de las sólidas indagaciones que hice, con soporte en documentos que reposan en el rectorado, para alcanzar la financiación total, en una previsión de conseguir el 40% del costo en la región, y el 60% de la Nación, de sectores privados y de la cooperación internacional. El proyecto quedó técnicamente formulado, bajo las formalidades de Planeación Nacional (DNP), con el anteproyecto arquitectónico realizado por el eminente arquitecto. Ese proyecto quedó consignado, además, en el programa del Gobernador de Caldas, Dr. Emilio Echeverri-Mejía.

La administración que me sucedió no tuvo liderazgo en el proyecto, para haber continuado en la campaña de apropiación del mismo por la comunidad universitaria, por la ciudadanía y por los voceros de sectores públicos y privados. Creo que se perdió maravillosa oportunidad para dotar a la ciudad de obra útil, concebida en convergencia de instituciones, para despliegue de actividades culturales de enorme beneficio en todos los sectores sociales.

La experiencia en la Universidad de Caldas fue igualmente intensa, como ha ocurrido en todos mis desempeños. Todavía no alcanzo a sistematizar el conjunto de lo ocurrido en ese período, pero sí me atrevo a decir que la Universidad era víctima de la “politiquería” que se ha dado en la ciudad y en el departamento, con directivos que se turnaban al amparo de un Senador o de otro, con proliferación de burocracia interna impuesta por los métodos del “clientelismo”, hasta alcanzar indicadores indeseados como en la relación de 1 administrativo por 1 docente. Situación que, en mis observaciones, se desencadenó a la salida del gran rector Dr. Guillermo Arcila-Arango, a mediados de los años 70, cuando los partidos políticos tradicionales la tomaron como feudo, a tal punto que en su interior se crearon actitudes, en algunos sectores o grupos, de esa naturaleza despreciable. Quizá es también problema del conjunto de universidades que, aun al amparo del carácter legal de nacionales, tienen identificación con las regiones donde están enclavadas.

Lo cierto del caso es que en el período que me correspondió actuar, la Universidad estuvo desligada totalmente de ese problema, en cuanto a la dirección se refiere, pero cuidando las buenas relaciones con los distintos voceros gremiales o políticos, de adentro y de afuera, bajo la norma esencial del respeto. No tuve presión alguna de políticos, en prácticas de caza-puestos, y fui atendido por ellos, en pocas ocasiones de necesidad, para conseguir apoyos en gestiones de presupuesto, sin condicionamientos ni retribuciones.

Registro, casi para terminar en este tema, la creación del programa: “becas de compensación”, que también originé en la UN, para apoyar estudiantes de bajos recursos, pero no por la vía de la caridad, sino generándoles trabajo compensado con una significativa retribución económica mensual, proveniente del salario liberado del rector. Y, en concordancia, se reestructuró el sistema de liquidación de matrículas, bajo el criterio de quien tiene más paga más, quien tiene menos paga menos, y quien nada tiene nada paga, con prácticamente exoneración de los estratos uno, dos y tres, lo que originó –hay que decirlo- problemas en la migración tramposa de estratos más altos hacia los más bajos, para conseguir el beneficio. Este problema se detectó con juicioso estudio escrito al término de la primera aplicación del nuevo sistema, con identificación de 92 casos. La enmienda que debió hacerse, incluso con sanciones, no me correspondió, puesto que siguieron otras manos al frente de la Institución.

Sobre situaciones internas recuerdo aquí el primer párrafo de la presentación que escribí en el “Informe de Gestión 2001-2003”, entregado al Consejo Superior y a la comunidad universitaria, casi al término del período en el que me correspondió actuar: “La Universidad de Caldas todavía no ha racionalizado la crisis que padeció en el año 2000, ni ha asimilado lo que pasó, menos en sus consecuencias. Es un proceso indispensable de asumir por parte de los actores involucrados, como especie de oportuna catarsis colectiva. Subyace la confrontación, a veces no tan velada. Se necesita que todos piensen en el significado y compromiso social de la Universidad, con desprendimiento de intereses personales para dar rienda suelta a los intereses generales, de impacto benefactor en la sociedad, comenzando por los institucionales.” Y concluí invitando a los voceros de sectores en pugna para dialogar en una mesa de trabajo, propiciada por la dirección, como mediadora e interlocutora.

Fue para mí un trabajo arduo, sobrellevado con entereza e indeclinable respeto, y enriquecedor. Creo que la Universidad volvió a encontrase consigo misma, para fortalecerse en el trabajo que le corresponde: desarrollo del conocimiento en procesos de alta calificación del profesorado, y desarrollo de los estudiantes con mejoramiento progresivo de la calidad, con atención continua a las necesidades de la sociedad, avizorando el futuro con fortalezas en las estrategias de pensamiento, ligadas al sentir de la sociedad.


14.- Sabemos de las valiosas colecciones de arte y libros que ha construido a través de su vida, en mucha parte de la mano de insignes artistas y escritores. ¿Han sido ellas protagonistas de su labor profesional e intelectual? ¿Por qué?

R/. La historia de la Revista ALEPH acumula un patrimonio cultural ante todo intangible. Hay especie de espíritus que la acompañan desde su origen, dándole aliento y conduciendo sus pasos, como mi madre, como Alfonso Carvajal-Escobar, etc. Personalidades de diferentes áreas del conocimiento y de las artes han tenido presencia en sus páginas, con ensayos, artículos, poemas, manuscritos, partituras,... Uno mismo se estremece al repasar el índice general de ¡cuarenta años! En especial para las carátulas se ha contado con aportes originales de grandes artistas: Alejandro Obregón, Enrique Grau, Emma Reyes, Sergio Trujillo M., Guillermo Botero G., Colombo Gazzoni, Gonzalo Ariza, Juan Calzadilla, Maria-Victoria Vélez, Cosme Jaramillo, Pedro-Nel Gómez, David Manzur, Luciano Jaramillo, Oswaldo Guayasamín, Pilar González-Gómez, Jorge-Elías Triana, Alipio Jaramillo, Luis Guerra Z., Luz-María Ángel, Guillermo Páramo R., Rogelio Salmona, Margoth Márquez, Jaime Valencia-Bernal, José y Rober Vélez-Sáenz, Adiela Loaiza, Guillermo Vélez, Cosme Jaramillo, etc., etc.

Por otra parte, disponemos de archivo de voces en cintas grabadas con las entrevistas que han aparecido en la Revista, como “Reportajes de Aleph”, al igual que conferencias y otros registros culturales de importancia. La colección de música es, al igual, significativa.

Y en manuscritos autógrafos se ha contado con la participación de figuras de las letras como Gabriel García-Márquez, Luis Vidales, Rosa Chacel, Dámaso Alonso, Manuel Andújar, Mario Benedetti, Enrique y Nicolás Buenaventura, Luis Cardoza y Aragón, Eduardo Carranza, Maria-Mercedes Carranza, Matilde Espinosa, Maruja Vieira, Dora Castellanos, Carlos Castro-Saavedra, Fernando Charry-Lara, Danilo Cruz-Vélez, Juan-Gustavo Cobo B., Pierre de Boisdeffre, León de Greiff, Meira Delmar, Oscar Echeverri-Mejía, Carlo Federici-Casa, Roberto Fernández-Retamar, Eduardo García-Aguilar, Jaime García-Mafla, Félix Henao-Toro, Efraín Huerta, Víctor Gaviria, Félix Grande, Saúl Ibargoyen-Islas, Jaime Jaramillo-Uribe, Arnoldo M. Kierszenbaum, Pedro Lastra, Adel López-Gómez, Helcías Martán-Góngora, Carlos Martín, Fernando Mejía-Mejía, Manuel Mejía-Vallejo, Eduardo Mendoza-Varela, Edgar Morin, William Ospina, Thelma Nava, Germán Pardo-García, Nancy Morejón, Giovanni Quessep, Luis Felipe Ramón y Rivera, Ovidio Rincón, Jorge Rojas, Darío Ruiz-Gómez, Fernando Savater, Joan-Manuel Serrat, Carmelina Soto, José-María Valverde, Vera Zeller, Beatriz Zuluaga, Manuel y Juan Zapata-Olivella, Léopold Sédar Senghor, Graciela Maturo, Henry Kronfle, etc, etc.

La relación con personalidades de estos órdenes, por supuesto que en alguna positiva consideración habría de influir en los pasos de uno, reflejados en la existencia misma de la Revista, en su condición académica, en su proyección un tanto silenciosa por senderos insospechados de la Cultura.

La biblioteca personal refleja también el proceso de formación, desde temprana edad. En sus volúmenes, y en las carpetas con documentación clasificada, se encuentran las temáticas que han ocupado nuestra vida académica, o intelectual en general, incluso con aspectos que hemos dejado atrás, pero que hicieron parte de etapas en nuestro desenvolvimiento. Y sobresalen los autores y temas que siguen con uno..., y los que de buena condición van apareciendo, sin falta alguna. Como lector no dejo de descubrir a cada paso nuevos libros, de maravilla. Por períodos hago espacios en la biblioteca, sacando volúmenes que normalmente obsequiamos a bibliotecas públicas. Hace poco doné mi biblioteca técnica a la sede en Manizales de la Universidad Nacional, con documentación impresa y visual selecta, acumulada en mi trabajo de años.

Confío que el conjunto del acervo cultural que sigue en nuestra compañía pueda quedar en una institución sólida que lo aprecie y valore, con el sentido de compartirlo con la comunidad. Esta será una decisión de más adelante, con la familia incluida.


15.- El más reciente libro del escritor Orlando Mejía-Rivera, "El asunto García y otros cuentos"(Ed. Universidad de Caldas, Manizales 2006), lleva la siguiente dedicatoria: “Para el escritor y poeta Carlos-Enrique Ruiz, por su inmensa generosidad intelectual.” Ha sido usted maestro y acompañante incondicional de nuestros creadores: escritores, músicos, pintores, etc. ¿En qué términos se ha desarrollado esa complicidad?

R/. Esa dedicatoria ha sido producto de una comprensión desmedida del autor, personalidad joven sobresaliente en la escritura, con sólida formación científica y filosófica, de reconocimientos nacionales e internacionales, de quien hemos tenido el honor de ser receptores de colaboraciones suyas para páginas de Aleph. Es, sin la menor duda, una de las dos o tres figuras más sobresalientes entre los escritores vivos del momento en la región, despojadas de provincianismo, con universalidad de sus obras.

Pero no es la única obra que me han dedicado. Puedo citar, por ejemplo, las siguientes:

a) “Problema Aleph”: solución geométrica de Gonzalo Duque-Escobar, publicada en el “Boletín de Vías”, Vol. 10 No.49 (1982), Ed. Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales; pp. 5-9. Con la siguiente dedicatoria: “He deseado llamar Aleph este método de intersección cónica, como reconocimiento a la obra con la cual identifico a mi maestro, el ingeniero Carlos-Enrique Ruiz.”
b) Poema “La luz de la tarde”, de Jorge Maldonado, dedicado a C.E.R., en: Revista Aleph No.48 (1984); p. 40
c) Soneto “E = m.C2”, de Germán Pardo-García, dedicado a C.E.R. Cf.: G. Pardo-García. Últimas Odas (parte tercera). Editorial Libros de México, S.A., México D.F., 1988; pp. 29-32
d) “Columnas de niebla”, obra musical sobre poema de C.E.R., del mismo título, opus 66, duración: 12’ 30”, para mezzo-soprano y soprano; autor: maestro Guillermo Rendón G., Bogotá, enero de 1992.
e) Soneto “Una huella, tal vez...”, de Carlos Martín, dedicado a C.E.R. Cf.: Carlos Martín. Vida en amor y poesía (suma poética). Edición del Instituto Caro y Cuervo, serie “La granada entreabierta” No.76, Bogotá 1995; p.410
f) Poema “Cúpulas distantes”, de Matilde Espinosa, dedicado a C.E.R. Cf.: M. Espinosa. Señales en la sombra. Trilce Editores, Bogotá 1996; pp. 37-39
g) “Ensayos extramurales”, libro del Prof. Luciano Mora-Osejo, Ed. Universidad Nacional de Colombia, Manizales 2001, dedicado a C.E.R.

En términos generales, no he sido perteneciente a grupos o tertulias, y más bien mi trabajo responde a ciertas condiciones de aislamiento voluntario, sin dejar de sostener comunicación con creadores de diversos lugares. No creo que haya podido hacer mucho por ellos, pero la revista permanece en deuda con sus colaboradores y simpatizantes. Y en lo personal e intelectual tengo marcas de su influencia.


16.- No es fácil en esta época de vanidades y ambiciones desmedidas, encontrar a una persona de sus altas calidades humanas y compromiso permanente con el medio, no obstante las dignidades que lo acompañan. ¿Cuál considera es la responsabilidad social del intelectual en las actuales circunstancias del mundo y del país?

R/. Es un tema palpitante desde Sócrates. En varias oportunidades se le ha dado relieve en páginas de la Revista; por ejemplo, hicimos monográfico con el tema “Los intelectuales y el poder”, que corresponde a la número 115 (octubre/diciembre, 2000), de 220 páginas, un libro sustancioso. Edición que dedicamos a la “Revista Mito”, recordando en especial trabajo hecho en ella en la entrega número 25, año V, de 1959, con el tema “Los intelectuales y la violencia”, además de rendir tributo de reconocimiento histórico por lo que Mito significó de modernización en la cultura colombiana. Asimismo fue oportunidad para hacer explícito nuestro alineamiento en esa importante tradición.

El sentido real del papel de los intelectuales, con impacto en la sociedad, comenzó a trascender en la conciencia colectiva con el “caso Dreyfus” (1894), referido a soldado judío que hacía parte del ejército francés, acusado de entregar secretos de estado a los alemanes, con la consecuencia de la degradación y el destierro, pero fue estratagema de militares monarquistas, en alianza con el clero y las tendencias antisemitas, en contra de la Tercera República. Por fortuna Emile Zola hizo pública la denuncia con artículo en la prensa y como consecuencia inmediata surge manifiesto con las firmas de Zola, Marcel Proust, Leon Blum, denunciando la violación de normas y pedido de revisar la sentencia. Y le sigue otro manifiesto con tres mil firmas, que fue reconocido como el “manifiesto de los intelectuales”. De ese modo apareció la expresión “les intellectuels”, nombre para designar nueva clase social, como lo recuerda Danilo Cruz-Vélez en su ensayo “El ocaso de los intelectuales en la época de la técnica” (1991). Ese sonado caso dio oportunidad para que la “nueva clase” tuviera voz pública y fuera escuchada, tenida en cuenta, no por mucho tiempo, pues adentrado el siglo XX el desprecio hacia ella regresó, por el predominio del pragmatismo y de los intereses surgidos del poder económico y de los regímenes ideologizados.

¿Quién es,... qué es ser intelectual? Complicado de definir, porque no hay una “clase” de intelectuales, o habiéndola involucra espectro amplio. Como aproximación opino que un intelectual es aquella persona formada en disciplinas de estudio, en ciencias básicas, o en letras, o en técnica, o en artes..., que ha llegado a tener comprensiones generales formulables en palabras, con opiniones y elaboraciones que trascienden lo individual. Es decir, un intelectual tendrá concepciones sobre el estado del mundo, y de las disciplinas que le sean más afines, reconocibles e identificables. Pero si ese intelectual se asoma al poder para revisar su contenido, enfoques, procederes y consecuencias, será un intelectual comprometido, en tanto mayor grado si puede ejercer voz pública para interrogar, para poner en cuestión las actuaciones del poder, en defensa de los derechos humanos, de los marginados y desprotegidos, en contra de la tortura, de la desaparición forzada, de la ineficacia en los sistemas de educación y salud. En últimas, esa voz pública del intelectual comprometido reclama justicia y libertad, para todos. De ahí su riesgo en sociedades donde no se tolera la disidencia, ni a las personas con capacidad seria de expresar en voz alta lo que ocurre de mal en ellas. Estos intelectuales son perseguidos, desterrados, asesinados,... o reducidos al silencio en el ostracismo del propio lugar. Y entonces surge lo inmediato: la intimidación, por la cual muchos intelectuales deciden marginarse del acontecer social, para dar paso a su obra en soledad. En número importante padecen el exilio. Otros intelectuales son atraídos por las mieles del poder, y prestan su concurso como servidores de los regímenes, construyéndose una vida opaca, o aminorada en la dimensión humanista. No faltan quienes siendo funcionarios del Estado tengan la capacidad de llevar en paralelo el desarrollo de su obra personal, con escritura independiente, en busca de la verdad y la belleza. Son dignos y meritorios.

En las Universidades debería estar el enclave más nutrido de los intelectuales. Pero cuando los más intrépidos se ponen de frente en actitudes críticas son eliminados, en lo físico, o con el desprecio al no ser tenidos en cuenta. Y en ellas sobrevive una masa informe de profesores-funcionarios mediatizados por la ¨puntofagia¨ e impelidos a pasar en la comodidad sin correr el menor riesgo, olvidando que los avances institucionales, como en ciencia y técnica, los consiguen aquellas personalidades con fuerte formación y capacidad de riesgo para liderar la apertura de nuevos caminos, dentro de un valor esencial: el respeto.

El mundo de la intelectualidad debe tener cada día como paradigma a Sócrates, aquella personalidad que sobrevive aún en nuestro tiempo por el ejercicio del libre examen; un librepensador a carta cabal, sin concesiones a lo que se impone por la fuerza, más bien víctima de ella. Para mí, su día más contundente o aleccionador lo fue el último, enfrentado a 500 jueces, erguido en la argumentación por la propia defensa, pero al final derrotado con la condena a beber por propia mano la cicuta, a pesar de la absolución votada por el 45 por ciento del tribunal de atenienes. De ese modo muere el mejor de los mortales, el más sabio y el más justo, a decir de Critón, testigo presencial.

Dijo Sócrates aquel día: El viaje que me ordenan me llena de una dulce esperanza... La sabiduría es la única moneda de buena ley por la cual hay que cambiar todas las otras... la virtud no es verdadera más que unida a la sabiduría... saber no es más que conservar la ciencia que se ha adquirido y no perderla, y olvidar, ¿no es perder la ciencia que antes se tenía ?.... El cuerpo no cesa un solo instante de perecer... El alma es una armonía...

Sócrates se erige en la historia como intelectual que sacrificó su vida por las ideas, por el método colectivo de abordar los problemas, y ante todo por enunciarlos en forma debida y propiciar el libre examen. El primer intelectual libre, cuya libertad se soporta y ejerce con criterio moral, de amplio beneficio.

En las Universidades, la voz de Sócrates debería recordarse cada día, para fortalecer su propia misión.


17.- No podemos dejar por fuera de esta entrañable entrevista el tema de su esposa Livia González. Ella también educadora, artista y mujer de reconocidos méritos, la madre de sus hijos y coequipera en la carrera de Carlos-Enrique Ruiz. ¿Cómo describiría usted el papel que Livia ha jugado en su vida?

R/. No es fácil honrar a plenitud el papel de Livia en mi vida. Comienzo por decir que ella renunció a una carrera de insospechados alcances, en virtud de sus calidades de artista, formada con rigor como cantante mezzosoprano, e intérprete del violonchelo de manera complementaria. Sus conciertos de solista, la participación en agrupaciones corales, con la singularidad de la “Coral Verdi” (agrupación de cuatro voces, a capella: 1963-1968), fundada y dirigida por ella, son aspectos que le dieron una singular proyección que la habrían de llevar lejos en su arte. Al casarnos ella replanteó, por su personal decisión, su carrera, y se concentró en la docencia, sin dejar de lado compromisos en conciertos y en otras actuaciones públicas. Durante 32 años estuvo formando niños y jóvenes, en cátedras de gramática y canto, y elaboró, en colaboración, un texto que permanece inédito (“Buenos días música”, es el título) para la formación de niños de 4 a 6 años, sobre la base de talleres que tuvo de experimentación, incluso en la propia casa. Sus contribuciones en la Cultura no pueden ocultarse. Tuvo todos los desempeños, profesora siempre y directora tanto del Conservatorio como de la Escuela de Bellas Artes. Fue central en la reorganización curricular de los programas de música y en la creación de la Licenciatura. Hizo parte de la orquesta Perla del Ruiz, creada y dirigida por el maestro Marco-Tulio Arango, donde actuó de cantante e intérprete del tiple.

Lo han dicho expertos, no ha habido una voz más bella, más profesional, en la ciudad y en la región, por cultivada, por segura y por la condición de mezzo tan trabajada. Desde temprano tuvo los más calificados profesores en las disciplinas básicas de solfeo, vocalización, armonía,... Condición de esa naturaleza fue confirmada en concurso nacional de canto, en Cali (1966), donde ocupó el tercer puesto.

En sus conciertos de solista tuvo selecto repertorio con obras de Verdi, Bizet, Mozart, Schubert, Beethoven, Pergolesi, Brahms, Grieg, Duparc, Schumann, Scarlati, Stradella, Giordani, Rossini,... Falla, Xavier Montsalvatge, Alberto Ginastera, Lorenzo Fernández, Juan-Bautista Plaza, Luis A. Calvo, Luis-Carlos Espinosa, Jorge Camargo-Spolidore, Ramón Cardona-García, Luis A. Calvo, Pedro Morales-Pino, José Rozo-Contreras...

Estamos en mora de recopilar en uno o varios CDs sus conciertos y participaciones de solista y en corales, conservados en grabaciones de cinta de carrete y en casetes, como testimonio de personalidad protagónica en la música, sin bombos ni platillos, tan ajena que estuvo a los medios.

Ha sido el gran bastión de la familia, y el soporte ineludible de las tareas en las que he estado involucrado, con Aleph vigente desde los primeros tiempos de nuestra relación. Ávida lectora que me ha honrado con la selección de los libros que va tomando entre manos. Lo que escribo pasa siempre por su lectura crítica, hasta conseguir el tono y las maneras más adecuadas de expresión. Correctora acompañante de las pruebas de la Revista, aunque suelen pasársenos gazapos, pero con la curia de tomar su ejemplar al salir de imprenta, la lee de seguido, de primera a última página, y con lápiz en mano señala los escapes que tuvimos en el proceso de corrección.

Su capacidad didáctica, pedagógica, es sorprendente. Suele inventarse procedimientos y maneras para que los otros asimilen con rapidez y alegría. De ahí su interés en la formación de los niños, a partir de las artes.

Y una afición que lleva con devoción y buen gusto: tejer con agujas y bordar, en las más variadas técnicas, con sorpresivos resultados, y tantos más en ese arte/oficio del cruce de palitos, el encaje de bolillos, con muchos hilos desplegados en especie de tambor (la “máquina”, pero sin motor), que se entrecruzan mil veces, a ritmo sostenido, para el avance de la franja, o la carpeta, o el cuello de margaritas, o cuanta figura se le ocurre, cuadrada, circular, rectangular, rómbica, o con las irregularidades que se quiera, con el punto de filigrana, o trenzas y canastillas, o el ribete en la orilla, y hojas, o grupos de arañas... Recuperación de tradición anclada en la vieja Europa, con museo en el puerto de Brujas, que con pasión visitó –conmigo- hace unos años. Los resultados son arte de artesanía, con magia en las manos. Quizá es otra manera de sublimar la música que lleva dentro.

Si algo he ido haciendo de positivo por la vida, no cabe la menor duda que a ella se debe en lo principal.


18.- Imposible no preguntarle a Carlos-Enrique Ruiz, estudioso de nuestra realidad en su calidad de intelectual y académico, cómo ve el próximo futuro de nuestra región?

R/. Manuel Mejía-Vallejo solía decirnos en tertulias que “el futuro ya pasó”, con la consecuencia inmediata de no tener nada para preocuparnos. Un decir, por supuesto. El futuro de la región está ligado al futuro del país y del mundo. Se dice que estamos en una etapa de transición, con el continuo afloramiento de conflictos, ante todo bélicos, y una expansión global de la economía, en cabeza de los mega-poderes de las multinacionales, y de los medios de comunicación. Los intercambios entre países se acentúan en las formas de bienes de consumo, y la Cultura todavía no presenta formas de democratización más radicales, aunque el internet nos permite el acceso a expresiones múltiples de cualquier país en conexión.

En el caso nuestro, pienso más en una región de características como las que tuvo el Viejo Caldas, tan absurdamente llamado el “eje cafetero”, con una visión absolutamente lineal, que de seguro será reformulada, en los desarrollos que tendrán que darse en este país, cuando decidamos terminar de una vez por todas con el conflicto armado. La Constitución del 91 previó el tema de la “regionalización”, y se han diluido esfuerzos, incluso con el notable liderazgo de un Orlando Fals-Borda, para obtener una mejor configuración de regiones, en función de características socio-geográficas que las fundamenten, en lo social (idiosincrasia...), en lo político y en lo geográfico, entre otras. Para llegar, seguro, a un planteamiento de mayor alcance, tendremos que pasar por una nueva Constituyente, donde se abran los espacios para la pacificación definitiva de Colombia, con énfasis en la configuración de las regiones. Será, que no quepa duda, un paso de reconstruir el país, con avance de progreso en nueva Constitución, y el conjunto de normas legales que se desprenderán de ella, en ambición armónica y en constante problematicidad de las fuerzas representativas, como expresión social.

Nuestra región no será ajena a ese proceso. Por lo pronto lo más importante será reforzar las líneas de educación y generación de empleo, sin descuidar el conjunto de necesidades básicas por satisfacer y los múltiples aspectos de la Cultura. Se vienen haciendo esfuerzos, aún tímidos, pero el paso debe acentuarse. Hablamos mucho sobre la singularidad de cada una de las áreas que constituyen a Quindío, Risaralda y Caldas. A la primera la reconocemos por sus desarrollos agroturísticos, a la segunda por el comercio, y ¿a Caldas? Andamos buscándole a nuestro departamento características en lo agroindustrial, la minería, etc. Y a Manizales la hemos tratado de identificar con fortaleza en “ciudad universitaria” o “ciudad educadora”, pero no hemos podido ponernos de acuerdo en sus significados, y menos en las maneras de poner en práctica políticas que en realidad permitan despegar, con confianza, en esa dirección. Falta un liderazgo, por ejemplo, de Universidad, con capacidad de congregar voces y fuerzas, para dar el paso sin mayores dilaciones.

En los otros aspectos de la Cultura, marcamos acentos preponderantes en música, con los programas de bandas, taller de ópera, orquesta sinfónica juvenil, plan batuta, orquestas de cámara. En artes plásticas hay jóvenes que se expresan con interés. Hay festivales como los de teatro, jazz, poesía, entre otros, que van tendiendo nexos de tejido social. En las letras hay personalidades que han alcanzado niveles amplios de aceptación, por la calidad de sus obras. Y jóvenes preparándose en silencio, con perseverancia para jugar su buen papel en el momento debido.

Pero nos falta, como en el país, el fomento a la cultura del libro. Es inadmisible que los libros de ediciones extranjeras tengan precios escalofriantes, porque no hay políticas de Estado que supriman los aranceles, y faciliten el libre flujo internacional de los bienes culturales, como el libro, con soporte en convenios bilaterales. Y las editoriales que imprimen en Colombia también presentan precios inalcanzables para la población con más acceso potencial a la lectura, como en el caso de estudiantes y profesores.

En síntesis, el futuro es siempre promisorio, como un natural deseo o ambición que nos permite estar cada día sorteando dificultades y abriendo trocha, para despejar cada vez más el panorama hacia generaciones sucesivas. Tenemos cualidades de privilegio en nuestra gente y en lo geográfico, pero no aprendemos todavía a convivir en las diferencias, sumando esfuerzos para formular y desarrollar proyectos de ambición, con respeto a la naturaleza y estímulo creativo a las personas. En general, los políticos y los empresarios presentan las mayores dificultades para asimilar el llamado a la participación amplia en los nuevos tiempos, deponiendo intereses personales y fortaleciendo el bien común. Y tendrá que ser la Educación, con la cultura ciudadana incorporada, la responsable de construir racionalidad de la mano de los afectos, con capacidad de formar una condición humana menos violenta, por generaciones, con mayor ambición creadora, de trabajar en colectivo, y de compartir el gozo, las dudas y el sufrimiento.


19.- Por el conocimiento que tenemos de sus cualidades personales, profesionales e intelectuales, podemos decir que usted encarna al auténtico humanista, comprometido con la sociedad de su tiempo. ¿Qué apreciación tiene de la juventud moderna en el entorno colombiano?

R/. Cada generación vive su propio tiempo, con sus conflictos y sus oportunidades. Hay problemas nuevos, que corresponden al avance de los tiempos. Cada paso que se da, por la Humanidad, aventura nuevos riesgos. Pero a su vez se arrastran conflictos viejos, como la contraposición entre ricos y pobres, ampulosidad y miseria. Los avances inusitados de la ciencia y la técnica no tienen el mismo ritmo evolutivo de la condición humana. La brecha se agranda o profundiza.

Los jóvenes de hoy enfrentan sus problemas, y corren el albur de su destino. Los ambientes de familia han cambiado, con la necesidad de ambos padres de trabajar para sostener cierto nivel de vida, y el progresivo distanciamiento de los hijos es una inmediata consecuencia. Y otro es la cercanía cada vez mayor a las ofertas y consumo de drogas. También está la situación del “sálvese quien pueda y como pueda”, en un mundo sobrecogido por el egoísmo, en carencia de solidaridad, con oportunidades muy limitadas para el trabajo. Es la siniestra apoteosis del modelo de desarrollo imperante en el mundo (“capitalismo salvaje”, le dicen en uso de eufemismo gráfico), con la consecuencia descrita año por año en los informes de desarrollo humano de Naciones Unidas: crecen la concentración de riqueza y la pobreza. El modelo tiene condicionante funesta al inducir la preocupación esencial por el dinero, delegando a planos distantes la formación espiritual y el fortalecimiento de la solidaridad en la sociedad.

Sinembargo, suelo observar en mis clases que los mejores estudiantes de ahora son mucho mejores que los mejores estudiantes de antes. Se van dando élites de jóvenes de excelente condición intelectual, con ambición de formación continua hasta los más altos niveles académicos y profesionales. Y jóvenes curiosos por la lectura, en profundidad y extensión.

La paradoja es notable. Por un lado observamos a jóvenes aplicados y en buen camino, y por el otro grandes núcleos expuestos a sobrellevar las mayores dificultades. ¿Cómo alcanzar equilibrios que mejoren oportunidades y garanticen coberturas plenas en accesos a las bondades de nuestro tiempo? Pienso que el conflicto debe ser enfrentado desde la educación y la cultura, con trabajo intenso en la formación de maestros, en todos los niveles.

En lo personal padezco la contradicción entre discreto optimismo y un escepticismo que me retiene en lecturas de cabecera como en los Ensayos de Montaigne, o en la obra total de Fernando Pessoa, en especial el “Libro del desasosiego”. Pero no dejo de alentar a mis estudiantes por enfrentar, una y otra vez, los problemas (con Popper aprendimos que vivir es resolver problemas), templar el carácter en las dificultades y seguir adelante sin atropellar a nadie, con la condición humana más esencial: el respeto.

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Ref.: Publicada en “Quehacer Cultural”, edición No.247, Manizales, Abril 2008; link:
http://quehacercultural.org:80//index.php?option=com_content&task=view&id=339&Itemid=54