Por: Gonzalo Duque Escobar
Frente a la amenaza
climática, el planeta tendrá que reducir las emisiones relacionadas con el
consumo de carbón y petróleo: Europa, China y Estados Unidos apoyan el límite
de los 2 °C. Con los compromisos actuales en reducción de emisiones, al 2100 el
calentamiento superaría los 3 °C y con 20% de probabilidad sobrepasaría los 4
°C, cuantía suficiente para intensificar los eventos climáticos extremos como
precipitaciones inusuales, severas sequías, aumento en el nivel del mar y
desaparición de glaciares, y sus correspondientes fenómenos colaterales:
inundaciones, deslizamientos, incendios forestales, según el caso, como graves
factores que se sumarán a la pérdida de biodiversidad a gran escala por el
deterioro del hábitat natural, y a la escasez de agua en muchas regiones que se
han vuelto vulnerables por los usos indebidos del suelo en áreas de recarga.
Se sabe que no es
viable quemar las reservas de petróleo, gas y carbón que equivalen a 11.000
giga-toneladas Gt de dióxido de carbono, sin afectar el clima de la Tierra.
Según el quinto Reporte de Emisiones presentado por el Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático (2014), se necesita limitar el
calentamiento a 2 °C, reduciendo las emisiones de efecto de invernadero al
2050, entre un 40% y 70% de los niveles de 2010. Según el Programa de las
Naciones Unidad para el Medio Ambiente (2014), las emisiones futuras no podrán
exceder 1.000 Gt, puesto que el total que se puede emitir a la atmósfera
terrestre sin sobrepasar los 2°C, es 3.670 Gt.
En América latina,
ya se sienten los efectos de la dramática caída del precio en estos
combustibles fósiles, manejados con la filosofía de enclaves económicos:
Colombia, el primer productor de carbón de América Latina y cuarto exportador
mundial, tendrá que olvidarse de sus reservas de carbón térmico y concentrarse
en el carbón metalúrgico, disponible sólo en la cordillera oriental y en el
desarrollo de la carboquímica; y Venezuela, el primero en la lista de países
por sus reservas probadas de petróleo e históricamente uno de los mayores
proveedores de Estados Unidos, que no podrá exportar la mayor proporción de su
“oro negro”, pero sí desarrollar la petroquímica.
De ahí la
importancia de la energía limpia y de la eficiencia energética, dado que no
todas las fuentes de energía son cómodamente almacenables (por ejemplo la
energía geotérmica, eólica o solar), ni son siempre fuentes seguras, tal cual
ocurre con el uranio por los riesgos de siniestros colaterales con la energía
nuclear, pese a sus importantes beneficios energéticos. Contrariamente, esa es
la gran ventaja de los hidrocarburos, que debido a su relativa seguridad a
temperatura y presión ambientes, alta densidad de energía y condición fluida,
continuarán extrayéndose y refinándose aunque en menor cuantía para ser usados
como acumuladores químicos, pero en nuestro caso debería hacerse en el marco de
una política de soberanía nacional para prevenir enclaves energéticos.
Ahora, sabemos que
los bosques atrapan parte del dióxido de carbono emitido a la atmósfera, en
cuantías diferentes: según investigaciones recientes los tropicales, que son
bosques ubicados en las latitudes bajas como la nuestra donde la eficiencia es
alta, estarían absorbiendo el 56%, y los bosques boreales y australes de
latitudes a 60º norte y sur caso Canadá, Siberia y Chile donde existen
estaciones y temperaturas reducidas, absorberían el 44% restante. Esto invita
no solo a preservarlos, sino también a convertir sus beneficios en pago de
servicios ambientales, en lugar de persistir en las acciones antrópicas que
agravan el problema, como la deforestación y la contaminación del agua, del
suelo y del aire, causando problemas ambientales, económicos y sociales.
Finalmente, estas
aclaraciones sobre nuestro clima: primero, habrá que tener en cuenta que El
Niño/La Niña, es un fenómeno meteorológico impredecible, que solo puede
pronosticarse dado su carácter cíclico y comportamiento errático; segundo, que
el clima en la región andina de Colombia, al variar con los solsticios y con
los equinoccios resulta bimodal, haciéndose seco o veraniego en los trimestres
impares, y húmedo o invernal en los trimestres pares; y tercero, que si durante
El Niño, ambas temporadas resultan más secas en los Andes colombianos y los
huracanes resultan más frecuentes por el Caribe, durante La Niña ocurre todo lo
contrario.
* Profesor Universidad Nacional de
Colombia http://galeon.com/cts-economia
[ Ref.: La Patria. Manizales, 2015.01.19] Imagen: Desastres en Colombia, en Bancomundial.org
y pulsamerica.co.uk
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