Por: Gonzalo Duque-Escobar
PREMISA: en caso de terremotos fuertes, la resiliencia es la capacidad que tienen los sistemas urbanos y comunidades de un territorio afectado y alterado estructural y funcionalmente por un evento sísmico severo, de recuperarse de forma participativa y equitativa restableciendo los sistemas que se han alterado tecnológicamente y socialmente de forma significativa por el paroxismo o de absorber las perturbaciones que este ocasiona, sin modificar significativamente sus características culturales tras una reconstrucción oportuna y eficiente para regresar a un estado de normalidad con aprendizajes y logros materiales con impactos en materia social ambiental y económica, significativos, que se expresen en la reducción de la vulnerabilidad global.
Haití, el país más pobre de América, con el medio ecosistémico más degradado del continente y país que ha sufrido los efectos de una precaria democracia durante la mayor parte de su historia, es hoy un escenario devastado como consecuencia del nefasto terremoto de magnitud 7Mw e Intensidad IX, ocurrido a las 16:53:09 hora local del pasado martes 12 de enero de 2010.
Las varias decenas de miles de víctimas mortales y el crecido número de damnificados, cifras que alcanza una magnitud del orden de los primeros millones de habitantes, se explican también por las características del evento sísmico, cuya magnitud es unas 20 veces superior a la de los terremotos de Popayán (1983) y del Quindío (1999), incluso por haberse concentrado con mayor intensidad los efectos del fenómeno dado que el epicentro ocurrió a tan solo 15 km de Puerto Príncipe y a que la profundad del foco fue de tan solo de 10,4 km, contra 20 km para los dos ejemplos señalados en Colombia.
De todas maneras, la catástrofe pudo ser más extensa, ya que de haberse dado el evento con una profundidad de entre 20 y 40 km, habría comprometido otros escenarios urbanos vecinos, ubicados en Cuba y República Dominicana, así la energía sísmica descargada en Puerto Príncipe parcialmente se hubiese disipado. Igualmente, el mecanismo focal del sismo con desplazamientos horizontales de las placas en el ambiente marino cercano, y no de desplazamientos verticales de la corteza oceánica, evitó la ocurrencia de un maremoto para el Caribe.
Y para entender mejor las dificultades que se enfrentan por el desastre, puede señalarse que del Terremoto de similar magnitud de Loma Prieta, evento que estremeció el centro de California el 17 de octubre de 1989, quedó como lección: que para atender los 12 mil damnificados durante la fase de emergencia, fue necesario emplear el mismo número de personas en los cuerpos de socorro, salvamento, salud, trabajo social seguridad y otros.
De ahí que a pesar de los ingentes esfuerzos, durante estos días y en esta fase del desastre, que son los más críticos, no se podrá satisfacer las urgentes necesidades propias de una calamidad humanitaria, en la que urge rescatar seres humanos que sobreviven atrapados bajo pilares de escombros, en medio de una dantesca tragedia que amenaza desencadenar una epidemia sanitaria, y atender a los más afectados entre todos, máxime cuando la crisis estructural en materia de servicios de agua y alcantarillado agravará las circunstancias.
Debemos solidarizarnos con los hermanos haitianos, y cuidar que tras las primeras semanas no llegue el olvido para un pueblo que desde antes del desastre ya estaba damnificado, mismo que con la desgracia del evento lo está ahora por segunda vez, y que de no resarcir su situación caerá en desgracia por tercera vez; es que se trata de la reconstrucción ambiental y social de un territorio en sumo grado vulnerable, en una situación calamitosa agravada por las consecuencias y pasivos ambientales de los errores históricos, a las que se suman las del evento de ahora que también las pone en evidencia.
Desde el OAM, GDE.
Fuente: Ed. RAC 546 01-16-2010_______________________________________________________
Imagen: http://www.iris.edu/seismon/
PREMISA: en caso de terremotos fuertes, la resiliencia es la capacidad que tienen los sistemas urbanos y comunidades de un territorio afectado y alterado estructural y funcionalmente por un evento sísmico severo, de recuperarse de forma participativa y equitativa restableciendo los sistemas que se han alterado tecnológicamente y socialmente de forma significativa por el paroxismo o de absorber las perturbaciones que este ocasiona, sin modificar significativamente sus características culturales tras una reconstrucción oportuna y eficiente para regresar a un estado de normalidad con aprendizajes y logros materiales con impactos en materia social ambiental y económica, significativos, que se expresen en la reducción de la vulnerabilidad global.
Haití, el país más pobre de América, con el medio ecosistémico más degradado del continente y país que ha sufrido los efectos de una precaria democracia durante la mayor parte de su historia, es hoy un escenario devastado como consecuencia del nefasto terremoto de magnitud 7Mw e Intensidad IX, ocurrido a las 16:53:09 hora local del pasado martes 12 de enero de 2010.
Las varias decenas de miles de víctimas mortales y el crecido número de damnificados, cifras que alcanza una magnitud del orden de los primeros millones de habitantes, se explican también por las características del evento sísmico, cuya magnitud es unas 20 veces superior a la de los terremotos de Popayán (1983) y del Quindío (1999), incluso por haberse concentrado con mayor intensidad los efectos del fenómeno dado que el epicentro ocurrió a tan solo 15 km de Puerto Príncipe y a que la profundad del foco fue de tan solo de 10,4 km, contra 20 km para los dos ejemplos señalados en Colombia.
De todas maneras, la catástrofe pudo ser más extensa, ya que de haberse dado el evento con una profundidad de entre 20 y 40 km, habría comprometido otros escenarios urbanos vecinos, ubicados en Cuba y República Dominicana, así la energía sísmica descargada en Puerto Príncipe parcialmente se hubiese disipado. Igualmente, el mecanismo focal del sismo con desplazamientos horizontales de las placas en el ambiente marino cercano, y no de desplazamientos verticales de la corteza oceánica, evitó la ocurrencia de un maremoto para el Caribe.
Y para entender mejor las dificultades que se enfrentan por el desastre, puede señalarse que del Terremoto de similar magnitud de Loma Prieta, evento que estremeció el centro de California el 17 de octubre de 1989, quedó como lección: que para atender los 12 mil damnificados durante la fase de emergencia, fue necesario emplear el mismo número de personas en los cuerpos de socorro, salvamento, salud, trabajo social seguridad y otros.
De ahí que a pesar de los ingentes esfuerzos, durante estos días y en esta fase del desastre, que son los más críticos, no se podrá satisfacer las urgentes necesidades propias de una calamidad humanitaria, en la que urge rescatar seres humanos que sobreviven atrapados bajo pilares de escombros, en medio de una dantesca tragedia que amenaza desencadenar una epidemia sanitaria, y atender a los más afectados entre todos, máxime cuando la crisis estructural en materia de servicios de agua y alcantarillado agravará las circunstancias.
Debemos solidarizarnos con los hermanos haitianos, y cuidar que tras las primeras semanas no llegue el olvido para un pueblo que desde antes del desastre ya estaba damnificado, mismo que con la desgracia del evento lo está ahora por segunda vez, y que de no resarcir su situación caerá en desgracia por tercera vez; es que se trata de la reconstrucción ambiental y social de un territorio en sumo grado vulnerable, en una situación calamitosa agravada por las consecuencias y pasivos ambientales de los errores históricos, a las que se suman las del evento de ahora que también las pone en evidencia.
Desde el OAM, GDE.
Fuente: Ed. RAC 546 01-16-2010_______________________________________________________
Imagen: http://www.iris.edu/seismon/
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