domingo, 7 de febrero de 2010

Crisis con Venezuela: costos económicos de una política no económica



UN-Periodico/ Análisis. Colombia, Febrero 07, 2010.

JOSÉ GUILLERMO GARCÍA ISAZA, DIRECTOR DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN EN ECONOMÍA INTERNACIONAL – GREI ESCUELA DE ECONOMÍA U. NACIONAL DE COLOMBIA

En las relaciones binacionales, la prioridad otorgada a la seguridad está golpeando la opción de crecimiento, empleo y desarrollo para el país.

Dos perspectivas ideológicas distancian a los gobiernos de Colombia y Venezuela en la presente década. El de Colombia, de perfil conservador, defiende radicalmente el statu quo y para ello utiliza como argumento principal la seguridad y la lucha contra la guerrilla, con la idea de mejorar la confianza para la inversión y la actividad económica. Por su parte, el venezolano se declara y promueve el llamado socialismo del siglo XXI, con un argumento de tipo nacionalista, populista y de rechazo a la expansión estadounidense en América Latina.


En medio de tales diferencias, había predominado un pragmatismo económico que favorecía a los dos países. Sin embargo, el examen de las cifras de la evolución del comercio binacional permite afirmar que dicho pragmatismo beneficiaba ampliamente a la economía colombiana. De hecho, en los últimos años Venezuela se convirtió en el segundo destino importante de las exportaciones, en el primer comprador de exportaciones industriales y en el socio con el que Colombia registra el mayor super-ávit comercial.



Desde julio pasado, cuando se anunció el acuerdo sobre el uso de bases militares de Estados Unidos en territorio colombiano, el Presidente venezolano cambió el tono con respecto a las relaciones económicas, bajo la interpretación de una proyección imperial a la región que atentaría contra el proyecto de su gobierno.


Ahora no se trata solamente de diferencias de visión. Esta vez las decisiones del Gobierno venezolano van en la dirección de interrumpir, al menos de su lado, las relaciones comerciales entre los dos países.


A corto plazo, los efectos serán desfavorables para ambos países, pues encarecerá el abastecimiento de bienes básicos para el vecino país, al tiempo que puede caer la producción y el empleo en Colombia. El siguiente esquema examina el proceso de construcción y la amplitud alcanzada por las relaciones comerciales binacionales, para luego contemplar algunos de los posibles efectos y perspectivas.


En la primera mitad de los años noventa, si bien la economía venezolana no era muy importante para las exportaciones colombianas (6,4 por ciento), ya era un mercado representativo para las exportaciones industriales (18 por ciento), que alcanzaban US$ 500 millones. Desde entonces, se aprecian tres periodos en las exportaciones colombianas a dicho país: de crecimiento moderado y volátil (1992–2001), de fuerte caída (2002–2003)1 y de fuerte crecimiento (2004–2008), hasta lograr la cifra máxima de US$ 6.091,6 millones a finales del 2008, lo que representó el 16,2 por ciento de las exportaciones totales colombianas.


En el caso de las exportaciones industriales, la importancia venezolana es mayor, ya que el 37 por ciento de éstas se dirigieron a ese país en el mismo año, mientras que a Estados Unidos, el segundo mercado del sector, alcanzaron 12 por ciento.


Costos de una eventual ruptura

Si bien Colombia cuenta con preferencias para el acceso al mercado de Estados Unidos desde 1991 (ATPA) y ellas fueron ampliadas en 2002 (ATPDEA), los resultados indican que las empresas nacionales y extranjeras que trabajan en Colombia encontraron más favorable o más fácil, tanto por factores de competitividad como de localización, afianzar su crecimiento en el mercado venezolano, al cual tenían acceso por las preferencias negociadas en la CAN y por las ventajas de integración física.


Las redes comerciales y de intercambio económico entre los dos países se han venido estructurando como un proceso gradual y acumulativo, con costos tanto económicos como institucionales, en la medida en que se van construyendo las relaciones de conocimiento y de confianza recíproca entre los distintos sectores del comercio. A esto ha contribuido, además, el contexto internacional favorable del periodo 2003–2008, por los altos precios y el dinamismo registrado por las exportaciones tradicionales de ambos países. Por supuesto, han sido clave las políticas comerciales preferenciales y los acuerdos binacionales de intercambios complementarios de energía y de integración fronteriza.


En la práctica, el comercio binacional de los últimos años fructificó las complementariedades productivas, las ventajas competitivas y los costos de transacción más favorables entre los dos países, pero lo ha hecho bajo el contexto de balances macroeconómicos asimétricos y carentes de coordinación, con altos beneficios para la economía colombiana. Esto ha favorecido sectores productivos de la industria y también, en los últimos años, del sector agropecuario nacional.


El efecto asimétrico de los altos precios del petróleo, de la política de control de cambios y de paridad cambiaria en Venezuela, sumado al notorio diferencial de inflación entre los dos países, se reflejó en una gradual apreciación del bolívar. La demanda de importaciones en el vecino país ha estado además estimulada por el crecimiento de la demanda interna asociada a los altos precios del crudo. El resultado ha sido un fuerte balance en superávit a favor de Colombia en el intercambio binacional. Esta situación ha beneficiado ampliamente al sector exportador no tradicional colombiano, y es justo ahí donde se pueden sentir con mayor dureza las consecuencias de la nueva política comercial venezolana para los productos colombianos.


Posibles salidas de la crisis

El examen de las cifras del comercio exterior indica que las exportaciones hasta el mes de junio habían mantenido los niveles del año anterior, pero a partir de julio se aprecia una disminución ostensible de las exportaciones al vecino país.


En septiembre, la contracción fue cercana a 50 por ciento y muy seguramente esta tendencia se agravará en el curso del 2010. El problema de dicha caída no se refiere solo al ingreso, pues la mayor parte de las exportaciones colombianas han sido producciones generadoras de empleo y valor agregado, lo que obligará a muchas empresas a bajar su demanda laboral y de insumos.


Una solución que, a mediano plazo, puede aliviar el choque del cierre del mercado venezolano consiste en diversificar la estrategia comercial hacia otros mercados, pero es costosa y requiere de tiempo para que pueda evolucionar, pues no basta con abrir negociaciones. Acá, como en el caso de Venezuela, la construcción de la red comercial, empresarial, logística e institucional requiere de tiempo y recursos, y además es indispensable ser competitivos frente a los nuevos mercados. Si bien es viable, no se puede afirmar aún que esta alternativa está garantizada.


En el largo plazo, el mayor costo lo tendrían que pagar las regiones fronterizas, en especial las zonas donde los intercambios han sido más activos y más difíciles de reemplazar. En este caso, una solución integral podría ser compensar con recursos de ayuda temporal a dichas regiones, mientras se promueve un desarrollo productivo que las integre al mercado nacional y compense las pérdidas de la economía fronteriza.


En consecuencia, siempre será mejor mantener buenas relaciones porque, así, los costos siempre serán inferiores a los beneficios, e ir más allá y buscar una integración mayor, aun por encima de las diferencias que, con voluntad política y diálogo, siempre serán superables.

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1Causada por el intento de golpe y la crisis política en Venezuela en 2002 y 2003.

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