jueves, 10 de junio de 2010

Un arcoíris de valores... y de girasoles



Revista Aleph/ Por Carlos-Enrique Ruiz /[13.VI.2010]

No sería nada extraño, y menos para sentir escozor, que un intelectual en Colombia aspire a la más alta magistratura del Estado. Antecedentes mundiales los hay y notables, como en el caso de Václav Havel (n. 1936), escritor de relieve, ensayista y dramaturgo, autor, entre otras obras, de "Una fiesta en el jardín", "El poder de los sin poder", "Meditaciones estivales", "Sea breve, por favor", quien ocupó durante catorce años la presidencia en la República Checa, con reiterada aclamación del pueblo, habiendo consolidado la democracia, con respeto inquebrantable de los derechos humanos e ingreso, con derechos plenos, a la Unión Europea. Ejerció en simultaneidad las letras y la política, con similar éxito. Frente a su pueblo practicó la pedagogía elevando los niveles de comprensión crítica para abordar problemas y alcanzar soluciones satisfactorias, de amplia participación. Llaman poderosamente la atención consideraciones suyas como, por ejemplo, el estimar el carácter de la sociedad de acuerdo con el comportamiento de los conductores de vehículos hacia los peatones, no lejos de las pedagogías de nuestro Antanas en la construcción de ciudadanía.

Está de igual modo el poeta Léopold Sédar Senghor (1906 – 2001), político, profesor y hombre de letras, quien ejerció durante veinte años la presidencia de la República del Senegal, por reelecciones populares sucesivas, a partir de la independencia en 1959, y llegó a ser miembro de la Academia Francesa. Libros suyos como "Cantos de sombra", "Hostias negras" y "Cartas de invierno" lo dieron a conocer internacionalmente en la condición de destacado creador. Consolidó, al igual que Hável, la democracia en su país, con reconocimiento mundial por su liderazgo político y por la calidad de sus obras literarias. Nelson Mandela en Sudáfrica, heroico y formado, con ejercicio pleno en la no violencia, para quien “las situaciones más desalentadoras coinciden precisamente con el momento de plantear soluciones”. Su voluminosa autobiografía “El largo camino hacia la libertad” es monumental y apasionante. Más atrás encontramos a Michel de Montaigne (s. XVI), pensador emblemático de todos los tiempos, alcalde de Burdeos, el primero nombrado popularmente, con reelección.

En Latinoamérica también se han destacado figuras intelectuales en la regencia de los países como Mitre y Sarmiento en Argentina, José Battle en Uruguay, Rómulo Betancourt en Venezuela, Juan José Arévalo en Guatemala, Ricardo Lagos en Chile… En el caso de Colombia podría mencionarse a Alberto Lleras, intelectual de una generación de siempre recordar, con bagaje literario y periodístico, pero que fue más absorbido por la Política. Con particular ejemplo de sindéresis, ejerció en dos oportunidades la Presidencia de la República, con logros tan significativos como la reconciliación de los dos partidos políticos tradicionales en la guerra que libraron en los años cincuenta del siglo pasado. La nómina no es muy extensa pero sí ejemplar.

La ambición de notables intelectuales por servir a sus comunidades les ha permitido acceder a la Política, con maneras distintas de acercarse a la población, más por las ideas en sus implicaciones de vida diaria, que por las promesas casi siempre incumplidas. La cualificación de la gente, con acceso generalizado a la satisfacción de las necesidades básicas, ha sido en ellos preocupación central para formar personas con capacidad crítica, de razonamiento sensato para abordar problemas y alcanzar soluciones satisfactorias en lo personal, familiar y social, con calificada laboriosidad. “La República” de Platón es referente ideal para avanzar en formas de organización en las naciones, consiguiendo correspondencias armoniosas entre el Estado y los individuos. Allí se establecen, por ejemplo, las características que debe tener el gobernante: prudencia y energía necesarias, de gran compromiso con el bien común.

En las circunstancias actuales de Colombia, un Antanas Mockus representa esa posibilidad con el verde de todos los colores, con una carga nada despreciable de formación intelectual en ciencia y filosofía, con realizaciones en obras teóricas como "Representar y disponer", su tesis laureada de postgrado, al igual que número nada despreciable de ensayos, entre los cuales resalto el consagrado a los "anfibios culturales", en relación con ley, moral y cultura; también se destaca su libro de teoría aplicada, en colaboración, "Cumplir para convivir - Factores de convivencia y su relación con normas y acuerdos". Asimismo está la memoria de sus alcaldías, escrita en procesos de conferencias y seminarios en Oxford y Harvard: “Ampliación de los modos de hacer política”. Otros ensayos suyos: “Daño impune, daño sin riesgo”, “Algunos Sanchos, algunos Quijotes, algunas quijotadas admiradas: diez apostillas”, “La innovación y la extraña frontera que separa escuela y sociedad”, “Justicia en Colombia”, “Poder/es: batalla entre apostillas”, por no mencionar sino sus trabajos publicados en la Revista Aleph. Es un intelectual con fortalezas de pensamiento y realizaciones prácticas de gobernante, que aplica teoría al abordar problemas que afectan a las comunidades, como bien lo ha demostrado en sus desempeños de vicerrector académico y de rector en la Universidad Nacional de Colombia, y en los dos períodos, con solución de continuidad, que estuvo como Alcalde Mayor de Bogotá.

En sus estudios sobre la Justicia, Antanas discierne en las implicaciones de la idea de que lo justo es lo legal, o, en otras palabras, si se actúa de acuerdo con la legalidad entonces podría tenerse la convicción que se obró éticamente; falacia tan común en Colombia, en razón del divorcio existente entre ley, moral y cultura, como tres sistemas reguladores. Tema que vincula a las desigualdades, considerando la más grave la debida a la falta de acceso a la educación de calidad, con la característica de irreversible en sus consecuencias. De manera análoga establece que no se nace ciudadano sino que cada uno se vuelve ciudadano, en la interacción con el otro, mediando estrategias pedagógicas.

Hay que insistir en que Antanas ha sido uno de los más destacados directivos universitarios al haber alcanzado transformaciones profundas en la institución, por ejemplo, con la reforma académica que lideró, de amplia participación en la comunidad universitaria, sin traumatismos, y en la promulgación de normas de Estado, impulsadas por él, de benéfico impacto. En la Alcaldía no son pocas sus realizaciones, alcanzadas en cumplimiento de criterio fundamental, el de no sacrificar principios éticos. Y habrá que insistir en el cuidado de las finanzas públicas, de pulcritud sin tacha, con crecimiento apreciable, habiendo conseguido incluso que muchas personas hubieran aceptado pagar más impuestos por propia voluntad, con la seducción de la pedagogía, sin intimidaciones. El ahorro voluntario de las familias en el consumo de agua, con reducciones cercanas al cincuenta por ciento. El mejoramiento de las conductas de los ciudadanos, tanto de los conductores de vehículos automotores como de los sencillos peatones. La recreación colectiva y los parques fueron, de igual modo, objeto de su particular atención, lo mismo que el transporte masivo. Y no hay que olvidar que desde el “Protágoras” de Platón sabemos que la virtud puede ser enseñada.

La condición de estadista de Antanas no debería estar en duda. Se trata de un intelectual, profesor e investigador, que por acendradas convicciones personales asumió la Política, como en los casos de Montaigne, Sarmiento, Havel, Sédar-Senghor, Mandela, Lleras-Camargo, Lagos…, para trabajar al servicio del bien común, y no para alcanzar beneficios personales, en la funesta combinatoria de política y negocios. Su ejemplo, como el de aquellos, ha estado soportado por el altruismo, la filantropía y la magnanimidad, virtudes bastante desalojadas de los desempeños públicos por los políticos tradicionales. Como personalidad pública ha ejercido con bandera blanca en su lenguaje, sin atropellar a nadie, ni herir susceptibilidades, apenas se ha ocupado de reclamar para el Estado cualidades que le deberían ser inmanentes como: "el fin no justifica los medios", "no todo vale", "la unión hace la fuerza", "la vida -al igual que los recursos públicos- es sagrada"...

En la confrontación pública de los candidatos a la Presidencia se ha marcado un claro contraste: por un lado quien privilegia el continuismo con su penosa carga de clientelismo y corruptela, y seducción por lo cuantitativo y los resultados, sin considerar las consecuencias en los procedimientos para alcanzarlos, y, por el otro, quien da prioridad a no transigir con las malas costumbres y privilegiar lo cualitativo, con el sentido de alcanzar el mejoramiento de las personas que integran la nación, en procesos de educación, extensiva y de calidad, con solución pronta de las necesidades básicas en trabajo, salud, vivienda, recreación, con procesos de inclusión social, de respeto en las diferencias ideológicas, políticas o religiosas, al amparo de la Constitución y de la Ley.

De alcanzar Antanas Mockus -el intelectual, el profesor y el estadista-, la Presidencia de Colombia, este país daría un gran salto adelante, puesto que tendríamos, con esplendidez, un arcoíris de valores y girasoles, como símbolo rector de los mejores destinos para la patria y sus gentes, por los caminos de la no violencia, el trabajo honrado, calificado y productivo, la mejor valoración de la ciencia, la tecnología y la innovación, el desarrollo humano, humanitario y humanístico, con unas relaciones internacionales en planos de mutuo respeto y equidad. ¿Qué más quisiéramos?

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(La idea de “Un arcoíris de valores” la debo a Guillermo Arismendy, surgida en grata tertulia con Nelson Vallejo-Gómez)





[13.VI.2010]

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