Gonzalo Duque-Escobar
*
A pesar de los acuerdos
internacionales legalmente obligatorios que buscan reducir las emisiones
de gases de efecto invernadero, las evidencias que deja el dramático deshielo
de las cumbres nevadas de Colombia y las lluvias anticipadas de julio tras un
verano prolongado para la región andina del país, permiten afirmar que
definitivamente han resultado insuficientes las acciones para prevenir los
efectos del calentamiento del planeta, fenómeno explicado con un 90% de certeza
por la actividad humana, y en especial por el uso intensivo de los combustibles
fósiles.
Pero lo grave de esta modificación del clima global que
surge de un modelo de desarrollo éticamente perverso, donde se proponen
investigaciones en ahorro energético y
desarrollo de nuevas fuentes de energía, solo para no detener una
máquina industrial que desperdicia recursos naturales para mantener un consumo
desmedido, son las graves consecuencias resultantes sobre el medio ambiente. De
ahí que, frente a la impotencia que se advierte para enfrentar las causas del
problema, habrá que considerar fórmulas de adaptación más locales, a fin de
mitigar las consecuencias de un fenómeno que se traduce en desastres naturales
y mayor pobreza para pueblos enteros, como contrapartida a los apetitos del
mercado. Si bien el papel del Estado y la austeridad como valor están de por
medio, la preservación y extensión de los bosques, las prácticas agroforestales
y silvopastoriles, y la mitigación de la
vulnerabilidad del hábitat frente a amenazas como flujos de lodo, deslizamientos
e inundaciones, hacen parte de esa adaptación.
Al subir la
temperatura del planeta este siglo, entre 1,8º y 4º C de acuerdo a las
características que presenten diferentes zonas, como consecuencia de la fusión
de los glaciares también se incrementará el nivel medio de los océanos entre 18
y 59 centímetros dependiendo la cuantía de la gravimetría de cada lugar. Las
cuantías esperadas para Colombia son del orden de +3º C en la Región Andina y
de +4º C en nuestras regiones costeras y de la Orinoquia y la Amazonía; además de
un incremento alto del nivel del mar en el Caribe. Estos valores estimados para
un escenario moderado, que serán definitivos para la pérdida de los ecosistemas
glaciares de la patria, y graves para nuestras ciudades costeras y ecosistemas
del litoral Caribe, afectarán el territorio mediterráneo. En la región andina
las condiciones para las zonas de vida cambiarán en unos 500 m hacia niveles de
mayor altitud, generando conflictos entre el tamaño de los predios y la nueva
aptitud del suelo: por ejemplo la actividad cafetera de estructura minifundista
invadirá el escenario de las tierras templadas, y estas el de los bosques de
niebla que emigrarán a las praderas de los actuales páramos.
Pero esto no es todo, también se modificará la temperatura
de las aguas de los océanos, fenómeno que a su vez provocará una mayor inestabilidad
en la dinámica de la atmósfera y por lo tanto el desequilibrio generalizado en
la máquina atmosférica, cuyas turbulencias se expresarán con olas de calor
causantes de extensas sequías y frecuentes huracanes y vendavales cuando
arrecie El Niño, o con lluvias violentas de mayor intensidad y promedios
históricos más altos, desencadenando riadas, inundaciones y deslizamientos en
las temporadas de La Niña.
No siendo despreciable el impacto de los fenómenos
climáticos exacerbados para el medio urbano colombiano, para dimensionar su
perjuicio en el medio rural, esta puede
ser una cadena típica de eventos: al arreciar
las lluvias, se incrementarán las tasas de erosión de las laderas de
fuerte pendiente, conforme avance la socavación de los torrentes, causando la sedimentación de ciénagas y demás
humedales en los valles de salida de los ríos, valles que también resultarán
inundados. Igualmente colapsará el transporte rural y con él la economía del
campo, pues se reducirá la movilidad y
conectividad de estas comunidades a causa de la destrucción de los escasos
caminos de montaña, como por el anegamiento y destrucción de los carreteables
en las zonas llanas. Y con la mayor turbulencia de las aguas del mar a causa de
la carga en suspensión aportada por los ríos e incrementada por la erosión
costera dado el mayor ímpetu del oleaje, se reducirá la eficiencia de la
fotosíntesis marina y por lo tanto el potencial de pesca, e incluso el de las
cosechas de las tierras de cultivo fertilizadas con menos guano proveído por
las bandadas que encontrarán menos peces.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia [Ref: LA PATRIA,
Manizales, 2010-07-19] * http://www.galeon.com/gonzaloduquee Imagen: Estructura Fisiográfica de la
Ecorregión Cafetera – IDEAM.
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