La Patria/ Opinión/ Carlos Enrique Ruiz / 2011-03-13 00
Manizales goza y padece de unas condiciones geográficas atrayentes en lo abrupto y por los entornos montañosos, con gama amplia de verdes y volcanes en la cúspide. Con crepúsculos sobrecogedores. En tiempos calmos el disfrute es total. Pero vienen las lluvias y el ambiente cambia de color. Las nieblas, por supuesto, nos embelesan cuando merodean por las calles. Y los torrenciales ponen su tono de alerta, con desafueros múltiples. Ni se diga del pánico frente al pasado y a la eventualidad de los terremotos (sismos, en voz atenuada por moderación).
Las experiencias en las maneras de afrontar las dificultades, y la prevención, se han acumulado, y con labor ardua se sistematizan en criterios de orientación y en políticas institucionales. Antes de los años setenta, las tragedias cundían en los inviernos. Se comenzaron a formar profesionales de la ingeniería civil con elementos científico-técnicos para contribuir en la preservación del paisaje, pero ante todo, de las vidas humanas. Vino Cramsa (la Corpocaldas de hoy, con Juan David Arango: seriedad, pulcritud, eficiencia) y emprendió labor en el tratamiento de taludes de alto riesgo, o colapsados, con resultados de acierto. Julio Robledo Isaza fue el pionero, nuestro maestro insigne, de la generación de los fundadores en la UN-Manizales. Los geólogos se sumaron más tarde, en escuelas compartibles. Los expertos en hidro-meteorología agregaron también importante cuota, con el académico de Ciencias Álvaro Jaramillo a la cabeza. Y Mélida Restrepo estuvo ahí, firme, en la defensa del medio natural. Se apreció el entorno, entonces, de manera integral, con la comprensión de conductas de la naturaleza, para salvaguardar con dignidad la vida.
Ha estado, de igual modo, Ómar Darío Cardona, de la más alta formación académica, en las disciplinas de la prevención y atención de desastres, con regencia a nivel nacional a comienzos de los noventa, y luego en consultorías internacionales. Se formularon planes y programas, con testimonios documentados, y reconocimientos más allá de la comarca. Pero no todo ha sido lecho de rosas. Hemos tenido los elementos científico-técnicos a la mano, y profesionales idóneos con la voluntad de aportar. En la institucionalidad ha habido fallas, aún cuando persevera un joven profesional muy capaz, Carlos Alberto García, al frente de la Ompad, destacado como el mejor funcionario en sucesivas administraciones. ¿Cuáles, entonces, habrán sido las deficiencias? Breve repaso no faltará, a riesgo de quedárseme algunas en el tintero.
No hemos tenido la capacidad de asumir normativas y acciones pedagógicas con perseverancia, para incorporar a la comunidad en la comprensión del territorio que nos ha tocado en suerte. Por ejemplo, en los ochenta la firma del eminente geólogo, también académico de Ciencias, Michel Hermelin, realizó el estudio "Prediagnóstico de aspectos geológicos", caracterizado por ser "una guía previa para la zonificación urbana con base en su propensión a riesgos naturales", con identificación del sistema de fallas geológicas, que debió de tener consecuencias: a) Continuar el estudio en fase siguiente, y b) Haberlo asumido en la planeación urbana. Ni lo uno ni lo otro ocurrió, puesto que se tuvo miedo de divulgar el prediagnóstico, por la peregrina razón de los pánicos que provocaría en los "inversionistas". Y en la ciudad se continuó construyendo donde no era debido.
Por otra parte, las cuencas y microcuencas existentes en la ciudad no han tenido dolientes institucionales, o apenas débil y tardíamente. Se las ha intervenido despojándolas de su protección primigenia, e interferido con obras de aparente solución para estacionamientos o vías de automotores, con resultados nefastos. Nuestra "amiga el agua", como decía uno de mis maestros mexicanos, debe de ser respetada y hay que saberla conducir, de lo contrario… ¡Sálvenos Dios!
Otro caso doloroso se tuvo -y lo digo no para llover sobre mojado- con el estudio y la consiguiente didáctica que un grupo de quijotes profesores hicieron en nuestra UN-Manizales, en la antesala de la erupción del Cráter Arenas (Nov. 1985), con los terribles efectos por desatención al llamado… Adela Londoño y Gonzalo Duque fueron y siguen siendo calificados pregoneros de esa escuela.
Omisiones similares de ciencia y técnica se han tenido en el conocido caso del "Aero-Café-Palestina", aparte del imperdonable olvido en la que debió ser obligante concertación regional. Problema de carta mayor, por actitudes de arrogancia parroquial...
Hay que separar las conductas naturales, propias de la geografía, de las conductas humanas, con dos frentes en éstas, un tanto en divorcio: el de los académicos y profesionales competentes, de capacidad probada para asumir estudios, valoraciones y recomendaciones, por un lado, y, por el otro, el de los regentes en instituciones oficiales, faltos de interés en asesoría calificada, con independencia de la "política". En esta "confrontación" ha perdido la ciudad. Y las universidades no han tenido capacidad de vocería crítica, constructiva, para impulsar y sostener formulaciones bien sustentadas, con independencia de los contratos, como ejercicio de un necesario liderazgo social, en intento perseverante por alcanzar influencia en las decisiones de gobiernos locales, para mayor beneficio de las comunidades, tan amenazadas, desde todos los ángulos, comenzando por la incompetencia, la desidia, la corrupción…
Mientras se asumen actitudes congregantes y multiplicadoras, en conciliación deseada de Academia y Sociedad, confiemos en que esta nueva temporada invernal nos tratará con la compasión merecida. Y, además, con Édgar Morin aprendimos: "Lo probable no es lo seguro y con frecuencia es lo inesperado lo que sucede".
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domingo, 13 de marzo de 2011
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