Por Gonzalo Duque Escobar *
Estos días, cuando
el Concejo de la ciudad tomó la decisión de no destinar recursos del erario
público para concederle exención de pago de impuestos al Once Caldas, la ciudadanía
debía preguntarse sobre los esfuerzos que se hacen desde aquel ente legislativo
local por fortalecer el carácter cultural que siempre se le ha reconocido a
Manizales. Todo esto, después de reflexionar sobre la precaria sostenibilidad que,
como consecuencia de la falta de procesos deportivos relacionados con el futbol
y otros factores determinantes, pueden tener además del equipo en las cuestionables
condiciones empresariales del momento, las obras de embellecimiento del
Palogrande logradas tras las inversiones públicas acometidas para la pasada
Copa Mundial de Fútbol Sub-20 de 2011.
Sabemos que el
equipo ha alcanzado glorias que ponen en alto el nombre de la ciudad y realzan
la confianza ciudadana, tal cual ocurrió con la Copa Libertadores de América
2004; que el club Once Caldas es una empresa que ofrece diversión semanal para decenas
de miles de ciudadanos, pero igualmente que no se ha democratizado el equipo, que
en su balance de largo plazo no son más importantes los productos que avalan
las estrellas de la camiseta sino los procesos que se le pueden reclamar ahora
por no haber mantenido canteras de formación deportiva abrigadas por la institución,
dada la trascendencia de una opción de proyecto de vida para los jóvenes manizaleños
y caldenses.
Pero no solo es el
futbol: igual en el teatro hacen falta procesos culturales que den crédito al
carácter de nuestra ciudad, así el Festival Internacional de Teatro de
Manizales creado en 1968 haya sido declarado Patrimonio Cultural de la Nación,
como reconocimiento a una titánica labor de décadas que no ha contado con los
recursos que desde la nación y los entes territoriales locales, se le ha
brindado al futbol, así los teatreros locales que trabajan a lo largo del año
intentando subsistir, durante 31 ocasiones a lo largo de 41 años, por una
semana de la temporada septembrina, se hayan “echado la cuidad al hombro” para
convertir sus calles en el gran escenario cultural de Colombia.
Ahora, el proceso más importante que tiene la ciudad es el musical con un
impacto fuerte en el departamento: la Orquesta Sinfónica de Caldas, la Orquesta
de Cámara de Caldas y la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de
Caldas con su programa Batuta, a pesar de las flaquezas presupuestales que
regularmente sortean lo que hace tan meritorio esfuerzo como preocupante el rol
de los actores con capacidad de decisión, al igual que las orquestas de viento
y bandas juveniles que aparecen a lo largo y ancho de Caldas como parte de un magnífico
patrimonio cultural que se construye en lo cotidiano y que permite establecer
cualquier agenda independiente de la temporada en el continuo del año, razón
por la cual vale el reclamo por la carencia de políticas para reconocer la
cultura.
Y para resaltar el significado de este proceso, basta ver el historial
de las bandas estudiantiles musicales de Caldas, donde el programa que detona con 14 agrupaciones en 1980, tras una generación alcanza en 2005
a cubrir el Departamento con 44 bandas distribuidas por todas las zonas
geográficas de Caldas, cubriendo sus
municipios y corregimientos, y entregándole primeros puestos y premios
especiales obtenidos en escenarios nacionales a nuestra comarca. De todo esto
donde varios centenares de jóvenes han participado, además de los beneficios
propios de la formación y la utilización
del tiempo libre como valor agregado, algunos talentos formados han encontrado
espacios laborales al formar parte de reconocidas orquestas y agrupaciones
musicales de Colombia, y como docentes musicales.
A modo de colofón, valdría la pena terminar esta reflexión aludiendo al “rey de los instrumentos musicales”, un órgano tubular instalado desde 1908 en el templo de los Agustinos, que debió sorprender a la sociedad del momento en épocas de la arriería y cuyo costo de reposición alcanzaría ahora los mil cuatrocientos millones de pesos, porque vive casi en el anonimato sin padecer las desgracias propias de un eventual olvido, gracias a las manos virtuosas y entusiasmo de un filósofo que se ocupa de entregarle a la ciudad un concierto dominical a las 10 a.m. con obras envolventes y grandiosas propias para estos instrumentos, con las que se le da vida a esta joya patrimonial propia del renacimiento que posee Manizales.
*
Profesor Universidad Nacional de Colombia/ http://galeon.com/cts-economia
Relacionados:
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Notas sobre Ciencia, Cultura, Educación y
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