Por Gonzalo Duque-Escobar
Si para este pico y placa se argumenta que la solución ha surgido de los estudios existentes cuando estos sólo pueden dar elementos necesarios, entonces el problema radica en el desenfoque de una política pública que no contempla elementos que deberían ser fundamento de otra visión de la movilidad más moderna, dado que de ella es de donde parte la solución que entrega el equipo planificador.
Manizales ha considerado una
medida de pico y placa que, en lugar de reducir la congestión y propiciar la
movilidad, beneficiaría la sobreoferta de “la mancha amarilla” de la ciudad, sin que sean claros los beneficios
medioambientales a largo plazo y para el interés ciudadano, que la justifiquen:
primero, porque ella en el Centro histórico no propende por su necesaria
peatonalización, y segundo, porque al extenderla a lo largo de la Santander,
antes que favorecer el transporte colectivo entre la zona comercial y la zona
de servicio de Manizales, probablemente desestimulará la movilidad, y con ello
la economía de la ciudad.
Todo esto, amparada la
medida en un estudio de movilidad, olvidando que en materia de transporte tales
herramientas solo son instrumentos, que per se no pueden desentrañar los complejos problemas ambientales, económicos y
sociales, ocasionados por un modelo de transporte urbano basado en el coche
particular, dado que a diferencia de las ciencias físicas donde lo que importa
son las causas, en las ciencias de la planificación y el transporte, por tratarse
de sistemas abiertos, únicamente son de interés las consecuencias.
Si deseamos una Manizales
más humana y amable, uno de los elementos sustantivos debe ser la movilidad
sustentable, lo que significa orientar la gestión de la demanda de viajes
favoreciendo, en su orden, las redes peatonales y ciclorrutas, y el transporte
colectivo público y limpio, lo que conllevaría a optar por medidas que
propendan por desestimular el uso del vehículo individual, como el carro
particular y el taxi, medios que respecto al bus ocupan más
espacio público y consumen más combustible por usuario transportado, aspectos
estos que se relacionan con la congestión y la contaminación, y que podrían
manejarse con rutas de colectivos ejecutivos no contaminantes, como algunos
vehículos “con chimenea” que deterioran el ambiente de la ciudad.
Para resolver la
insuficiente capacidad de la malla urbana frente a la creciente demanda de la
movilidad motorizada, y por lo tanto para disipar la congestión vehicular, la
autoridad puede desestimular el uso del carro particular y del taxi, empleando
como estrategia fundamental una política pública de transporte que favorezca:
primero, la movilidad autónoma (zonas peatonales, bulevares y ciclorrutas), y
la construcción de nueva infraestructura buscando la descentralización de las
funciones urbanas (extendiendo los servicios y actividades productivas a los
barrios populares); segundo, la eficiencia del transporte público colectivo de calidad, contemplando instrumentos creativos y de gestión para
optimizar el sistema de transporte; y tercero, la aplicación de medidas
coyunturales y de corto plazo, como los peajes urbanos y el pico y placa en
situaciones particulares, que no son las del caso.
El pico y placa, que surge
cuando el transporte público colectivo por deficiencias en su calidad, pierde
protagonismo frente al automóvil (carro particular o taxi), por su carácter
extremo es una medida impopular que se vuelve inocua si se extiende en el tiempo,
y sobre todo facilista cuando la congestión por su carácter moderado, no
la obliga, toda vez que ella no favorece una mayor demanda del transporte
masivo, como sería deseable, pues los usuarios afectados en lugar de hacer uso
de un transporte colectivo degradado, solucionan la restricción a su movilidad
cancelando actividades importantes con perjuicio para la economía, o
desvirtuando el fin que se persigue al incrementarse inicialmente el uso del
taxi y la posterior adquisición de otro vehículo particular.
Finalmente, si bien este tipo de medidas
restrictivas del tráfico, puede resolver la congestión en una situación
temporal, los problemas de seguridad vial y las falencias de movilidad en una
ciudad donde el sistema de transporte público de alta capacidad colapsa, como
ocurre en Bogotá, en ciudades intermedias pequeñas, caso
Manizales-Villamaría, donde los flujos críticos no se prolongan temporalmente,
se debería promover el trasporte colectivo y autónomo, aplicar la alternancia
de flujos unidireccionales, regular el tráfico y velar por el uso cívico de las
vías, implementar rutas más eficientes y amigables para articular polos de
origen y destino, y establecer horarios especiales para el acceso restringido
de cierto tipo de vehículos y servicios a sectores críticos en horas
determinadas, antes que restringir la movilidad con soluciones de coyuntura
como el pico y placa.
Profesor
Universidad Nacional de Colombia http://galeon.com/economiaytransportes [Ref.: La Patria, Manizales 2014.10.13]
Imagen: Manizales: obras públicas para una ciudad intermedia y moderna.
Relacionados:
Movilidad y desarrollo en el eje urbano y
periurbano de Manizales http://www.bdigital.unal.edu.co/1667/
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