La Patria/ Opinión.
Por: Efrain Castaño
La cultura actual nos llama constantemente a la eficacia para poder conseguir la fama, el reconocimiento, el aplauso, el renombre; pero el problema es que no enseña cómo asumir tan complejo triunfo, sus luchas y fracasos, sus oscuridades, sus riesgos y soledades.
El 5 de agosto de 1962 es una fecha que nos demuestra una vez más como la fama no basta para hacer feliz a la persona humana, sino que se requiere de la preparación para sostenerse sin angustiarse, opacarse sin sentir destrucción, envejecer sin pensar en aniquilamiento, enfermar sin sentir el freno a toda ilusión y así no tomar medidas que desembocan en tragedias personales y para la familia y amigos.
Ese día al ver que a las tres de la mañana estaba encendida la luz de su apartamento, la mucama subió al segundo piso, abrió la puerta y constató lo que fue noticia mundial: Marilyn Monroe, la novia de millones, el sueño femenino del planeta, la consentida de la farándula y el cine estaba muerta en su lecho.
En la mesita de noche se encontró un frasco vacío de una letal droga sedante; una fuerte dosis acabó con su vida; en una de sus manos tenía el teléfono en actitud de haber querido llamar a alguien que nunca se ha sabido de quien se trataba.
Estaba en un momento de agitación afectiva y de ascenso en su vida profesional en el cine y modelaje; los investigadores encontraron en una grabadora un mensaje que grabó antes de ir a la cama y que con su sonido la despertaría "levántate Marilyn, ya es hora; recuerda que debes tomar el avión a Nueva York"; pero tomó otro vuelo, ojalá al cielo y esté en la paz que deseó y anheló.
Marilyn tenía al morir tan solo 36 años, recibía más de 5.000 cartas de amor por semana proveniente de admiradores de todas partes del mundo que querían una breve respuesta; la estrella que llenaba los sueños de millones de personas y que era aplaudida por millares, murió sola.
Desde pequeña fue una chiquilla consentida, alegre, sencilla, que por su belleza entró al salón de la fama en el cine norteamericano; fue pretendida por famosos que no fueron capaces de hacerla feliz y su vida se fue llenando de nostalgia, ansiedad en alto grado y tristeza que con frecuencia se asomaba a su existencia. La niña y mujer mimada del mundo murió minada por el dolor de la lucha por conservar su belleza y su éxito olvidando que los tropiezos son parte de la vida y saber superarlos es cuota de seguimiento.
Está bien llamar a la perfección, a la felicidad, a la santidad pero sin olvidar que la vida más que en celebrar triunfos está en superar tropiezos y obstáculos que brotan unos desde muy dentro y otros llegan como flechas envenenadas de fuera.
Una vez más tiene razón Jesús de Nazareth: "el que quiera seguirme que tome su cruz y venga tras de mí": el final es feliz.
El 5 de agosto de 1962 es una fecha que nos demuestra una vez más como la fama no basta para hacer feliz a la persona humana, sino que se requiere de la preparación para sostenerse sin angustiarse, opacarse sin sentir destrucción, envejecer sin pensar en aniquilamiento, enfermar sin sentir el freno a toda ilusión y así no tomar medidas que desembocan en tragedias personales y para la familia y amigos.
Ese día al ver que a las tres de la mañana estaba encendida la luz de su apartamento, la mucama subió al segundo piso, abrió la puerta y constató lo que fue noticia mundial: Marilyn Monroe, la novia de millones, el sueño femenino del planeta, la consentida de la farándula y el cine estaba muerta en su lecho.
En la mesita de noche se encontró un frasco vacío de una letal droga sedante; una fuerte dosis acabó con su vida; en una de sus manos tenía el teléfono en actitud de haber querido llamar a alguien que nunca se ha sabido de quien se trataba.
Estaba en un momento de agitación afectiva y de ascenso en su vida profesional en el cine y modelaje; los investigadores encontraron en una grabadora un mensaje que grabó antes de ir a la cama y que con su sonido la despertaría "levántate Marilyn, ya es hora; recuerda que debes tomar el avión a Nueva York"; pero tomó otro vuelo, ojalá al cielo y esté en la paz que deseó y anheló.
Marilyn tenía al morir tan solo 36 años, recibía más de 5.000 cartas de amor por semana proveniente de admiradores de todas partes del mundo que querían una breve respuesta; la estrella que llenaba los sueños de millones de personas y que era aplaudida por millares, murió sola.
Desde pequeña fue una chiquilla consentida, alegre, sencilla, que por su belleza entró al salón de la fama en el cine norteamericano; fue pretendida por famosos que no fueron capaces de hacerla feliz y su vida se fue llenando de nostalgia, ansiedad en alto grado y tristeza que con frecuencia se asomaba a su existencia. La niña y mujer mimada del mundo murió minada por el dolor de la lucha por conservar su belleza y su éxito olvidando que los tropiezos son parte de la vida y saber superarlos es cuota de seguimiento.
Está bien llamar a la perfección, a la felicidad, a la santidad pero sin olvidar que la vida más que en celebrar triunfos está en superar tropiezos y obstáculos que brotan unos desde muy dentro y otros llegan como flechas envenenadas de fuera.
Una vez más tiene razón Jesús de Nazareth: "el que quiera seguirme que tome su cruz y venga tras de mí": el final es feliz.
Fecha de publicación:
Miércoles, Agosto 5, 2015
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