domingo, 17 de abril de 2011

Las Cuatro Estaciones para reflexionar sobre Cambio Climático *



Gonzalo Duque Escobar **

Como profano en estos asuntos de la musa Euterpe y desconocedor de los oficios propios de la música, en virtud de mi firme creencia filosófica de la primacía del arte de los sonidos en el Universo, entraré a imaginar algunas relaciones entre música y naturaleza inspirado en la obra de Vivaldi, para hablar de los temas del clima en esta jornada. Y espero lograrlo en virtud del carácter de la obra del veneciano, por ser presentada en 1724 para el disfrute y la comprensión de todos, con la maestría de quien lo hiciera buscando agradar antes que exhibir su gran talento.

El estilo de sentir y pensar que entrega con sus violines la inmensa fuerza de su música, tal cual ocurre con su libro de cuatro conciertos para orquesta y violín titulado Las Cuatro Estaciones, guarda proporciones con la vivacidad antagónica del cambio climático, gracias a una propuesta que parece emular El Niño cuando muestra la energía y sensacionalismo de la sequía estival, o La Niña al interpretar el gélido y melancólico invierno. En todo esto, la amplitud espacial de la orquesta en su arquitectura fónica innovada por el compositor veneciano, parece ser un anticipo de casi 300 años, a lo que significa hoy el complejo cambio climático cuyas causas y consecuencias resultan ser de carácter global.

Para empezar, digamos que nuestro clima tropical andino es bimodal, puesto que en lugar de las 4 estaciones térmicas, tan sólo se suceden los veranos e inviernos conforme van llegando, alternadados, solsticios y equinoccios; causando días y noches casi de igual duración por estar cerca al Ecuador terrestre. Así que sostenido en la naturaleza de tales movimientos celestes, traeré para nuestro caso Las cuatro Estaciones y una reflexión paso a paso para sus cuatro momentos, así:

El primero, La Primavera, como una alegre danza de sonidos en la que los cánticos de las aves y silbidos de los grillos, solo son la sutil expresión del último canto de la naturaleza. Dicen los expertos que esta transición entre invierno y verano que se inicia el 21 de marzo, al traer las lluvias para la zona andina, también se expresa con violencia durante épocas de La Niña, con torrenciales aguaceros, vendavales, chubascos y tormentas eléctricas.

Para reflexionar, invito a que pensemos en los bosques como una urgencia para avanzar en la necesaria adaptación al cambio climático, fenómeno que amenaza con problemáticas de agua y pérdida de biodiversidad, mayores tasas de erosión costera, y una profunda afectación del hábitat humano: basta decir que los bosques regulan las lluvias y también las corrientes de agua. Con más bosques, la precipitación se infiltra alimentando las aguas subterráneas, para que los caudales de los ríos no varíen sustancialmente entre invierno y verano, tal cual ocurre ahora como consecuencia de la potrerización de nuestras montañas. Mientras la desertificación y erosión por deforestación inciden en el cambio climático, el bosque atenúa sus efectos.

Seguirá El Verano, donde vientos y percusiones tormentosas, obligan a reflexionar sobre las consecuencias de dramáticas sequías emulando las salvajes interpretaciones de cuantas especies amenazamos. Desde cuando el Sol alcanza su máxima posición boreal el 21 de junio y llega la segunda temporada seca para la zona andina, que nos hacía sentir más alegres con la llegada del verano y sus días largos, hoy debemos activarnos para esperar más huracanes transitando por el Caribe cuando El Niño arrecia, como también más y mayores incendios forestales y sequías prolongadas, amenazando páramos y humedales.

Que sea esta una oportunidad para recordar que Colombia, como un pulmón del planeta, está igualmente amenazada por el fatal desastre, tal cual lo hemos percibido en el Ruiz al ver cómo se están extinguiendo las cumbres nevadas de Colombia, y con un régimen atípico de precipitaciones como las de noviembre de 2008 y febrero de 2011 que han marcado registros históricos en Manizales. En el caso de Colombia, algunos estimativos advierten incrementos de 2° C para la zona andina y de 3°C para nuestras regiones llanas y costeras, cantidad suficiente para que cambien altitudinalmente en 300 m las zonas de vida de la ecorregión cafetera y se exacerbe el régimen de erosión en zonas costeras de la Patria.

Luego El Otoño, con el goce propio de la recolección de la cosecha y a modo de dulce sueño, donde la austeridad se propone como fórmula para combatir los excesos del desmedido e irracional consumo. Sobre esta transición entre verano e invierno del 21 de septiembre, que en la zona andina colombiana se corresponde con el segundo período de lluvias, a causa del desastre climático para las épocas de La Niña, las copiosas lluvias arreciarán de nuevo.

Y como el Otoño es tiempo de cosechas, tomémonos un momento para reconocer a los pescadores de la Charca de Guarinocito mitigando las consecuencias de los sedimentos aportados desde sus quebradas tributarias, lo que reduce la eficiencia de la fotosíntesis y disminuye la cantidad de peces fruto de su sustento. Cuando las cuencas de los Andes sudamericanos se reforesten, con menos sedimentos habrá más peces, y más aves se alimentarán en las costas del Pacífico para producir más guano que traerá mejores cosechas.

Por último El Invierno, el más débil de los conciertos replicando la fatiga de una frágil naturaleza, cuyo armónico equilibrio ha sucumbido como consecuencia de la acción humana. Hacia el 22 de diciembre cuando el Sol alcanza su máxima posición meridional invitando a la calma y la quietud con las noches más largas y bajas temperaturas invernales, en la zona andina colombiana inicia la temporada seca de final de año. Solo que el descontrol hídrico y pluviométrico ahora ha alterado los ritmos naturales.

La cuarta reflexión, va en torno a la tragedia de las familias que hoy sufren las consecuencias de las crecientes de las quebradas, ocurridas durante el ocaso del pasado jueves; dos fenómenos que reclaman resolver el uso conflictivo del suelo en las deforestadas cuencas del oriente de la ciudad. Para estos casos urge declarar Zonas de Interés Ambiental a las microcuencas críticas como asunto de vital interés para la ciudad.

Finalmente, esta música del barroco tardío con su magia espectacular, nos permitirá reflexionar sobre qué es Colombia como país de contrastes, para que nuestra sociedad civil, como fuerza y como concepto, se solidarice con las comunidades de campesinos y pobres urbanos. Las rurales porque serán los mayores damnificados por sequías extremas y torrentes sedimentados, consecuencia del cambio climático, al depender para su supervivencia de los recursos de su entorno rural. Y las urbanas porque si la contaminación y degradación del ambiente natural muestra ahora su potencial inestabilidad, de no tomar las previsiones del caso, también el medio citadino padecerá las agresiones que estamos advirtiendo.

Manizales, 17/04/2011.

Imagen: http://radioblog.gathacol.net/antonio-vivaldi-las-cuatro-estaciones/

* Lectura introductoria para el II Festival de Música Sacra, Centro de Convenciones Teatro los Fundadores/ Orquesta Sinfónica de Caldas y Agrupaciones Corales de Manizales/ Manizales, abril 18, 19 y 29 de 2011.

** Profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Director del Observatorio Astronómico de Manizales OAM y Miembro Fundador de la Red de Astronomía de Colombia RAC. http://www.galeon.com/gonzaloduquee/


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