domingo, 19 de junio de 2011

Ordenamiento territorial: enfoques y desafíos regionales

Por Gonzalo Duque Escobar *

Espera sanción presidencial la Ley de Ordenamiento Territorial aprobada por el Senado, como un renovado instrumento de integración y definición de competencias entre los entes territoriales y la Nación que fortalece el novedoso enfoque regional del Plan de Desarrollo 2010-2014 “Prosperidad para todos”, además de fortalecer las áreas metropolitanas y asociaciones de municipios al definir su régimen especial y desarrollar criterios para su creación, incorporar la dimensión del riesgo con un enfoque sistémico, y entregar seis regiones de planificación que contarán con recursos de regalías para alimentar los Fondos de Inversión Regional en curso.

Con la nueva Ley, aunque evoluciona el proceso de desarrollo territorial en Colombia al combinar elementos pasivos y activos para ofrecer formas de integración y posibilitar alianzas estratégicas entre los entes territoriales, el modelo que establece los principios rectores del ordenamiento y el marco institucional del desarrollo territorial aplaza dos casos emblemáticos: reconocer las zonas étnicas especiales y priorizar las ecorregiones. El primero, porque creemos necesario que las comunidades indígenas y afrocolombianas deben gozar de autonomía y soberanía en sus territorios para hacer valer sus derechos económicos, sociales y culturales. Y el segundo, para que en la visión del desarrollo con la disposición y definición de los usos posibles del territorio, no se fragmenten los grandes ecosistemas, culturas y cuencas de las regiones naturales.

A primera vista pareciera que estos asuntos fueran de menor importancia, pero no: dada su naturaleza técnica, administrativa y política, el proceso de planificación puede disponer la ocupación y uso del territorio de forma coherente con la oferta y demanda ambiental, para que sus elementos contribuyan a cambios compatibles con la cultura y a transformaciones ecológicamente sólidas, viabilizando un desarrollo justo y sostenible. De todas formas, salvo para quienes apoyados atrevidamente en la legitimidad de su investidura ignoren las graves consecuencias de una planificación improvisada, el observar con preocupación la complejidad social, ambiental y económica de un ejercicio concertado con perspectiva regional y de futuro, resulta ser una tarea inmensamente difícil pero fructífera.

Lo importante ahora cuando empieza un nuevo ciclo en materia del ordenamiento territorial, es aprovechar este instrumento para adecuarlo a las necesidades de la conurbación del Eje Cafetero como centro del eje de desarrollo Cali-Medellín, y aprovechar la fertilidad de los suelos de los valles del Risaralda y Magdalena, la región San Félix-Roncesvalles y la zona cafetera, aspectos estratégicos que obligan a fortalecer los procesos de ecorregión liderados desde la Red Alma Mater donde se contemplan la necesaria creación de capital social, crear nuevas condiciones para cerrar la brecha de productividad rural, desarrollar una infraestructura del transporte rural, urbano y regional para lograr la movilidad interna y conectividad externa, y complementar las actividades económicas en las capitales cafeteras para consolidar una ciudad región.

Sabemos que tanto el modelo de planificación y políticas centralizadas que precedieron la Carta del 91, cómo las características físicas y culturales de cada región de Colombia con sus desarrollos tecnológicos y niveles de formación de capital humano, entre otros factores, han incidido no solo en las dinámicas poblacionales, inversiones en infraestructura y modos de producción y ocupación del territorio nacional a lo largo de la historia de nuestra de vida republicana, sino también y de forma definitiva sobre los desequilibrios urbanos y regionales, polarizando el desarrollo en la región andina y favoreciendo la concentración de la población en grandes ciudades.

Aunque la historia había sido otra en el Eje Cafetero, en cierta forma lo anterior ha venido ocurriendo en ella durante las dos últimas generaciones: la excelente distribución demográfica alcanzada hasta después de mediados del Siglo XX, se explicó por el Café como cultivo de pequeña superficie con alto efecto redistributivo del ingreso; sólo que el fin del apogeo de los poblados y comienzo del desbordamiento urbano, fueron la consecuencia de una industrialización del sector que sumada a otras causas expulsó al campesino hacia nuestras ciudades, tal cual ocurre ahora con los provincianos que buscan en estas capitales cafeteras las oportunidades que el abandono de las subregiones les ha negado.

Mientras el Quindío ha logrado articular las fortalezas de sus municipios en torno al turismo y el ordenamiento integrado del área metropolitana de la región centro sur caldense espera, Manizales y Pereira no pueden seguir desconociendo el potencial cultural, minero y agropecuario de las subregiones cafeteras y menos el rezago de su desarrollo. De ahí que deberíamos valorar más allá que la riqueza del oro el patrimonio cultural asociado a la minería del occidente donde brillan Marmato y Riosucio, generar nuevas condiciones y oportunidades para el norte con su arquitectura vernácula del bahareque, y apreciar el oriente de la ecorregión con la carga histórica del río Magdalena y condiciones estratégicas de La Dorada.

* Profesor Universidad Nacional de Colombia http://www.galeon.com/gonzaloduquee
[Ref: La Patria, Manizales 2011/06/20]

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