viernes, 8 de julio de 2011

Sin gente no hay paisaje

La Tarde/ Opinión/ Carlos Arturo López Angel/ Pereira, Viernes, 08 de Julio del 2011

La declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero (PCC) como Patrimonio de la Humanidad aun no ha sido asimilada por el grueso de la población.

El proceso estuvo durante once años en manos de un grupo de académicos y funcionarios públicos y privados que trabajó para cumplir las normas de la Unesco. Lo hicieron bien y los resultados están a la vista.

Pero ahora es la comunidad la que debe entender la magnitud del logro y asumir compromisos. Los habitantes de los doce municipios y las 133 veredas incluidos en las áreas principales y de amortiguamiento tienen que sentirse orgullosos de su entorno natural y cultural. Saber que ha sido modificado y construido por ellos mismos y por sus ancestros.

Los ciudadanos deben mirar con otros ojos sus fincas con las casas de bahareque, los jardines, los guaduales y los cafetales bajo sombra plenos de biodiversidad. Y, además, admirar la riqueza arquitectónica de sus pueblos. Según el libro “Paisaje Cultural Cafetero Risaralda Colombia” editado por Jorge Osorio y Álvaro Acevedo -2008, los inmuebles de interés cultural urbanos están ubicados así: Santuario 114, Santa Rosa 103, Marsella 102, Pereira 101, Apía 98, Belén 52, La Celia 31, Mistrató 28, Quinchía 20 y Balboa 16 y Guática 13.

También es necesario apreciar otras manifestaciones del PCC. Entre ellas están la chiva y el Jeep; las tiendas y las fondas; los cafés con su tinto y sus grecas; El aguardiente y las cantinas con los tangos y la música para el despecho; el carriel, el poncho y el sombrero aguadeño; las cabalgatas con los arreos del caballo y los atavíos del jinete; el tiple, la guitara, las serenatas y los bambucos de Luis Carlos González; el canasto, el líchigo y el costal de fibras naturales; el mobiliario casero con maderas talladas y las camas de bronce; las sillas de vaqueta y las del estilo Thonet; la máquina de moler, la olleta con su molinillo, las vajillas de peltre esmaltado y el fogón de leña; los cubrelechos en croché y los tejidos de retazos; las fiestas de la Virgen con sus alumbrados, la Semana Santa, la cruz de mayo y los cuadros del Sagrado Corazón.

Pero ante todo, recuperar el civismo que -con los convites y el trabajo de acción comunal, de entidades cívicas y comités de cafeteros- creó las condiciones para que la región llegara a donde está hoy.

¡Ojalá que esta no sea otra oportunidad perdida!

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