Por Gonzalo Duque-Escobar *
Además
de su conurbación para conformar la Ciudad Región, las capitales cafeteras
incorporan el reto de su densificación y el desarrollo de núcleos urbanos
autosuficientes, sostenibles y amables en sus áreas metropolitanas, bajo el
imperativo de una planificación en la que prevalezca el interés público sobre
el privado al implementar los macroproyectos de renovación de la ciudad, no
como espacios para la apropiación de la plusvalía urbana, sino como
instrumentos para fortalecer el tejido social y humanizar el hábitat.
En
estas aldeas de bahareque de mediados del siglo XIX que se han urbanizado en
los últimos cincuenta años, el urbanismo se ha soportado en guetos conformados
por asentamientos informales en zonas de riesgo sobre la periferia rururbana, y
en complejos residenciales cerrados que presionan el ecosistema, lo que expresa
la carencia de políticas públicas incluyentes y solidarias que garanticen
equidad en el acceso a los beneficios del desarrollo. Simultáneamente, dicha
dinámica se ha acompañado del deterioro de los centros urbanos tradicionales,
objeto de intervenciones como las de la Plaza de Mercado El Retiro en Armenia,
Ciudad Victoria en Pereira y la Comuna San José en Manizales, con lecciones
aprendidas y preguntas por resolver.
Para
Manizales, en la retícula urbana construida entre la fundación y la década de
1920, donde se alberga el Centro Histórico que se ha venido depreciando más por
la irrupción del automóvil que por la informalidad, por ser un sector bien
dotado de servicios públicos, admite su densificación urbana. El sector
oriental que se desarrolla entre las décadas del 30 al 50, un escenario con
vocación para los servicios, que reclama cambios estructurales en materia de transporte
público y movilidad, amerita densificación en los entornos de las avenidas
Santander y Aquilino Villegas. En la periferia satelital que ha surgido a
partir de la década de 1960 como Aranjuez, La Sultana, La Enea y Bosques del
Norte, deberían consolidarse núcleos urbanos autosuficientes, descentralizando
la inversión en infraestructura social y productiva.
Si
las políticas públicas le apostaran a estrategias de desarrollo y no a
convertir derechos comunes en mercancías, en un entorno signado por la pérdida
de respeto por lo público y el individualismo, su objetivo integral serían las
acciones socio-ambientales orientadas al desarrollo de un hábitat menos
conflictivo, aprovechando la incidencia de los procesos urbanos sobre los
cambios culturales, para hacer de la vivienda de interés social, del espacio
público, de la movilidad y del acceso a un medio ambiente sano, derechos
fundamentales para los ciudadanos
Entre
las lecciones de Ciudad Victoria, la recuperación de una fracción del centro
urbano de Pereira intervenida a principios del presente siglo, superando
dificultades asociadas a la expropiación por la vía administrativa y la
necesaria continuidad de los planes parciales, se puede señalar que el
verdadero reto a futuro para intervenir sectores urbanos con fines de
renovación, estaría en concebir la renovación urbana como un proceso social que
le pertenece a la ciudadanía, pero no como un proyecto inmobiliario. Esto
obligaría a desarrollar metodologías participativas para la aplicación de
instrumentos de planeación al derecho, y a gestionar estos proyectos mediante
acciones integrales concertadas.
Al
decidir sobre el modelo de ocupación del territorio, surgen contradicciones
entre dos sistemas complejos, el social y el natural, cuyas relaciones son dialécticas:
conforme los procesos especulativos e intereses cortoplacistas y utilitaristas
afectan al suelo como principal activo ambiental, la conformación de ese
hábitat menos verde y más excluyente, incrementa la entropía social.
Contrariamente, un crecimiento "hacia adentro" que no expanda el
medio urbano y viabilice el transporte público masivo y la movilidad no
motorizada, humaniza el hábitat y favorece la convivencia.
Si
en el suelo urbano no aplican las leyes de la oferta y la demanda propias de un
mercado de competencia, entonces un banco de tierras, entre los instrumentos
para la gestión ética del territorio, podría servir al control de la
especulación del suelo urbano y facilitaría la función social de la propiedad,
al controlar las fuerzas que entorpecen la planificación interesadas en
privatizar la gestión del desarrollo urbano, afectando la viabilidad de
programas de vivienda de interés social, de proyectos de renovación urbana y de
programas de erradicación de zonas de alto riesgo.
* Profesor Universidad Nacional
de Colombia http://galeon.com/cts-economia [Ref.: La
Patria. Manizales, 2014.03.3]. Imagen: Juan Leonardo González Plazas1 Instituto de Estudios Regionales INER U. de A.
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lineamientos conceptuales de cara al POT, en: http://godues.wordpress.com/2013/03/31/
Manizales: un diálogo con su territorio. http://godues.wordpress.com/2014/03/05/
Movilidad y desarrollo en el eje
urbano y periurbano de Manizales, en: http://godues.wordpress.com/2013/09/16/
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urbano-regional de Manizales, en: http://godues.wordpress.com/2013/09/16/
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