Gonzalo Duque-Escobar
*
Para las ciencias de la Tierra, uno de los dilemas por
resolver, es: hasta qué punto influye la actividad solar en el clima terrestre.
De conformidad con los modelos heliofísicos, es el magnetismo de la atmósfera
solar quien influye en la luminosidad del Sol, y por lo tanto en los cambios en
radiación solar, fenómeno cuya evolución inferida a partir de mediciones y
aplicación de modelos, permite elaborar pronósticos sobre el complejo comportamiento
del Sol, necesarios para estimar las tendencias del clima terrestre. Aunque
astrónomos y geofísicos soportados en correlaciones, pueden afirmar que cuando
el Sol está tranquilo la Tierra permanece fría, aún no sabemos el por qué de
los cambios de la actividad del Sol, así en 2002 se haya logrado desentrañar el
misterio de los neutrinos solares.
Cuando hablamos del clima, nos referimos a las condiciones
de la atmósfera en una región, durante
un periodo de largo plazo; no obstante a nivel global, el Sol puede influir en
el clima de diversas maneras, incidiendo sobre la temperatura, la humedad, la
precipitación, la presión y los vientos de un determinado territorio, así estos
elementos estén determinados por factores como la latitud, la altitud, el relieve
y la distancia al mar. A modo de ejemplo, el agujero en la capa de ozono
descubierto sobre la Antártida en 1985, no sólo parece ser provocado por la
actividad humana, sino también por los rayos ultravioletas provenientes del Sol:
al debilitarse el efecto fotoquímico con la destrucción de esta capa que filtra
la radiación solar, la alta energía incidente que llega a la Tierra modifica
nuestro clima, de la misma forma en que lo venimos haciendo con la actividad
antrópica durante el último siglo.
Con sus dinámicas estelares, tales como el ciclo de 11 años
de las manchas solares, el Sol modifica la estructura del campo magnético de
nuestro planeta, presentándose la expansión y contracción de la atmósfera
terrestre, con las variaciones en las temperaturas y densidades de la
magnetosfera. Evidentemente, la imposibilidad de una predicción a largo
plazo delo comportamiento solar, así sea teórica, es que al ser la actividad
solar un fenómeno caótico, en lugar de predicciones lo que procede es la elaboración
de pronósticos. Este tipo de estimaciones, propio para cualquier fenómeno caracterizado
por las incertidumbres, se dificulta en el caso del Sol, por el desconocimiento
exacto del campo magnético solar y por la falta de registros históricos sobre
radiación solar y rayos cósmicos, así la relación entre cambios de luminosidad
solar y energía recibida en la Tierra, sea prácticamente lineal.
Para ilustrar los cambios del clima que se han dado en todas
las escalas de tiempo, a lo largo de la historia de la Tierra, tenemos además
de las cinco grandes glaciaciones, cuyo último evento ocurrió en el Cuaternario,
dos situaciones antagónicas y recientes: una, la “pequeña glaciación” asociada
a un periodo frío ocurrido entre 1550 y 1850, en el que se presentaron tres
picos fríos (1650, 1770 y 1850), pequeña edad del hielo acompañada de lluvias que
coincidió con un período de baja actividad en las manchas solares. Y dos, el actual
“calentamiento global” un efecto invernadero de celeridad excepcional ocurrido
en los últimos 50 años, en el que la concentración de dióxido de carbono en la
atmósfera ha alcanzado un nivel sin precedentes en los últimos de 500 mil años,
fenómeno cuya característica fundamental es la ocurrencia de eventos climáticos
extremos.
Para mostrar el alcance de la actual problemática, dos
escenarios. El Ártico, está en peligro por el calentamiento global: el fenómeno facilita actividades depredadoras que
amenazan esta “última frontera”, tales como prospecciones petroleras, pesca
industrial y tráfico interoceánico. Degradar dicho ecosistema, traerá
consecuencias insospechadas como elevación del nivel del mar, erosión costera y
temporales. Y la Amazonía, donde el cambio climático y la deforestación comprometen
este ecosistema que alberga el 30% de la biodiversidad de la Tierra; allí donde
la selva se transforma en sabana, los apetitos del mercado presionan por los recursos del tercer reservorio
de materias primas estratégicas del planeta, después del Oriente Medio y la
Antártida. La degradación de la Amazonía traerá consecuencias trágicas para los
pueblos indígenas que la habitan y para la biodiversidad, además de severas
afectaciones climáticas globales.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia. http://galeon.com/cts-economia
[Ref. La Patria. Manizales, 20014.08.4] Imagen http://sohowww.nascom.nasa.gov
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