A LA MEMORIA DE ARMERO, 30 AÑOS DESPUÉS DE LA TRAGEDIA
Armero 30 años:Imagen de El Heraldo
Por Gonzalo Duque-Escobar *
Una vez más estas notas para conmemorar una dolorosa fecha como la destrucción de Armero, con la intención de hacer una lectura de la coyuntura previa a la erupción del Ruiz del 13 de noviembre de 1985, de la que se deriven lecciones a partir de las experiencias científicas en torno a un desastre que según mi convicción pudo ser por lo menos mitigado, a pesar de que para entonces el Estado no contaba con políticas ambientales ni de planificación ligadas a la dimensión de los riesgos, y que nuestra sociedad tampoco había desarrollado esa cultura que demanda la apropiación del territorio buscando su adaptación a las amenazas naturales. Si bien ese es el fundamento de la hipótesis que he presentado, a mi juicio existieron otros factores contribuyentes, cuya intervención pudo desmovilizar o neutralizar de forma oportuna los precarios activos del Estado dispuestos para prevenir la tragedia.
Aunque la Undro meses antes había recomendado el monitoreo del volcán, la elaboración de un mapa de riesgos y la implementación de planes de evacuación, a pesar de conocer los antecedentes del Ruiz asociados a las erupciones de 1595 y 1845, que cobraron vidas de pobladores asentados en el mismo lugar donde se fundaría Armero (1895), aunque se contaba con dos horas después de iniciada la erupción del 13 de noviembre de 1985 para que un poblado como Armero fuera evacuado hacia las zonas más altas contiguas, de conformidad con lo que señalaba el mapa de amenazas concluido en octubre del mismo año, a sus pobladores que no fueron preparados previamente, tampoco se les notificó debida y oportunamente para ponerse a salvo.
Por fortuna, tras estas décadas de dificultades y errores cometidos, en los que varios de nuestros compañeros han perdido la vida en actividades científicas al servicio de la comunidad, tanto en el Galeras como en el Ruiz, también las comunidades que habitamos las áreas volcánicas hemos aprendido, tenemos vigilancia de los tres segmentos volcánicos gracias a los observatorios de Pasto, Popayán y Manizales, y existe una institucionalidad en el país para la atención de riesgo volcánico, aunque falta avanzar en procesos de apropiación social del territorio y de planeación participativa para que la gestión sea integral. Como evidencia, lo ocurrido en el Huila con la erupción de 2007, cuando se previene una tragedia por flujos de lodo volcánico comparables a los del Ruiz (1985) cuando varios miles de habitantes de poblados indígenas como Belalcázar, Inzá y Tesalia, instruidos sobre la amenaza, e informados a tiempo de la ocurrencia del fenómeno, evacuan por sus propios medios.
Antes de la tragedia, la U.N., además de las actividades desplegadas por las otras sedes, tuvo varios frentes en Manizales: el monitoreo de aguas termales, inicialmente con el propósitos de evaluar del potencial geotérmico, y tras presentarse la coyuntura volcánica con el objeto de desarrollar una metodología de muestreo de fluidos de cara al monitoreo para el pronóstico del proceso volcánico; igualmente, el apoyo al levantamiento geofísico para evaluar el potencial geotérmico del Complejo Volcánico emprendido por Chec desde finales de los años 70; y ya a partir de la reactivación del volcán, la socialización de la amenaza volcánica emprendiendo labores de capacitación a los entes de socorro, en especial a la Cruz Roja, y la implementación de acciones y estrategias de gestión para convocar esfuerzos requeridos en la atención de la grave coyuntura volcánica.
Y después de la dolorosa tragedia, además de participar en las actividades de vigilancia durante la fase pos-eruptiva, primero a cargo del Comité de Estudios Vulcanológicos que se había creado luego de la erupción freática del 11 de septiembre de 1985, y cuando asume el Observatorio Vulcanológico la vigilancia volcánica bajo la dirección científica del Geofísico Hans J. Meyer quien venía colaborando con el Comité, se dio el acompañamiento a las comunidades afectadas en Guayabal y Chinchiná, en el marco de las actividades del CINEP a cargo de la Dra. Rosario Saavedra. Adicionalmente, en estas tres décadas también la institución a nivel local ha contribuido de forma continua con la producción de documentos relacionados con la gestión del riesgo volcánico, material que puede consultarse en Volcanes…
NOTA: Lo consignado en los mapas oficiales sobre lahares del V.N. del Ruiz, que se originan en la parte alta del edificio volcánico, señala que por el Poniente dichas riadas encontrarían el Cauca a 62 Km; hacia el norte y nororiente por el Gualí, los flujos encontrarían el Magdalena a 97 km; hacia el Oriente del volcán habría flujos por las cuencas de los ríos Azufrado y Lagunilla, pero los que avanzarían desde el cráter Arenas por el río Lagunilla alcanzando el antiguo Armero, encontrarían el río Magdalena a 79 km; y por el suroriente del edificio volcánico, sobre la cuenca del río Recio, la trayectoria de estos eventos hasta el río Magdalena, sería aproximadamente de 88 Km.
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