Por Gonzalo Duque-Escobar*
Se escribe esta columna, cuando uno de los huracanes más fuertes y duraderos registrados en el Atlántico, denominado Irma, ha llevado muerte y destrucción al Caribe para continuar sobre la zona costera desde La Florida hasta Georgia, donde se debió declarar el estado de emergencia desde mediados de la pasada semana. Inicialmente, con sus vientos de más de 297 kilómetros por hora, dicha tormenta que logra alcanzar categoría 5, tras la devastación que provoca a su paso por Barbuda y San Martín, al surcar por el norte de República Dominicana dejando atrás a Puerto Rico, disminuye levemente su intensidad hasta convertirse en categoría 4, para continuar sobre la ruta prevista afectando a Haití y Cuba que quedaron al sur de la trayectoria directa del huracán.
Harvey, Irma y José además de otras tormentas en formación, confirman el pronóstico que meses atrás hacía el Centro de Predicción Climática adscrito a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos, cuando anticipaba la posibilidad de que la temporada prevista para el segundo semestre de 2017, con un estimativo de dos a cinco huracanes fuertes en el Atlántico podría ser la más intensa desde 2010. La llegada de Irma al sur de Florida ha provocado evacuaciones masivas de miles de residentes de zonas costeras o en la probable ruta del ojo del huracán, generando inmensas colas en las autopistas que van al norte: el pasado viernes, luego de que el pronóstico del Centro Nacional de Huracanes indicara que era más probable que el fenómeno tocara tierra en el sur del estado, se dio la mayor evacuación conocida desde los cayos y ciudades peninsulares.
La escala Saffir-Simpson, que califica el poder destructivo de un huracán valorándolo de 1 al 5, asigna categoría 1 al evento ciclónico cuyos vientos alcanzan velocidades entre 119 y 153 kilómetros por hora y olas que pueden llegar a 1,5 metros de altura; y grado 5 a una tormenta en la cual ya los vientos sostenidos superan 250 kilómetros por hora y las olas pueden superar los 6 metros. Dado que la intensidad de los ciclones varía con el cuadrado de la velocidad de sus vientos, se puede inferir el daño que puede ocurrir cuando el fenómeno natural toque tierra: mientras que en categoría 1 pueden darse inundaciones en zonas costeras y daños menores, en categoría 5 colapsan techos de viviendas, al tiempo que escombros y objetos derruidos son arrastrados por vientos severos.
En la mitología griega, la deidad asociada a estos fenómenos es Tifón hijo de Gea, quien intentó destruir a Zeus por haber derrotado a los Titanes; un monstruo que además de erupcionar lava, con el batir de sus enormes alas crea huracanes y terremotos. De ahí que al hablar de vientos extremadamente fuertes, consecuencia del giro del aire alrededor de una región de baja presión, se aluda de igual manera a tifones y huracanes según estemos en regiones del Pacífico o del Atlántico, para luego asignarles una denominación específica según las diferentes regiones del planeta, dándoles nombres de personas y siguiendo en todos los casos criterios unificados para evitar confusiones: esto a diferencia de lo que ocurría antes, cuando el fenómeno atmosférico ciclónico lo bautizaba quien lo descubría.
Al recordar que también huracanes de categoría 5 -como Camille que llegó a tierra en Mississippi con vientos sostenidos de 305 kilómetros por hora en agosto de 1969, Andrew reconocido como uno de los ciclones tropicales más destructivos del siglo XX sucedido en agosto de 1992, o Katrina en 2005 con un saldo de 1.833 víctimas mortales en Nueva Orleans-, pese a las medidas de prevención siempre llevan sus consecuencias fatales a países que se han preparado, también debemos tomar previsiones en Colombia: así como Irma se constituye en el primer huracán que azota las Antillas Menores con esa intensidad, en San Andrés y Providencia por ser nuestro escenario más expuesto deberemos ser conscientes, de que frente a esta amenaza climática ahora exacerbada por el calentamiento global, se debe trabajar en la prevención anticipada dado el alcance espacial y ruta incierta que presentan dichas tormentas, como generadoras de lluvias copiosas, marejadas y vendavales, asociados a sus extensos brazos que también traen inundaciones, riadas y deslizamientos, como eventos secundarios.
* Profesor Universidad Nacional de Colombia http://godues.web.s.com {Ref. La Patria. Manizales, 2017/09/11} Imagen: Ruta de IRMA, según NHC NOAA.
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ENLACES:
Agua como bien público. | Aspectos geofísicos de los Andes de Colombia. |
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