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El Ruiz, llamado por los indígenas Quimbayas Cumanday,
ubicado al sur del Páramo de Erbé o Mesa de Herveo en época de la Colonia, es
una de las estructuras volcánicas activas más conocidas de Colombia, que hoy
lleva el nombre del dueño de la encomienda de Pampaná en Chinchiná, y cuya
cumbre de lavas andesíticas ubicada a los 4°53’N y 75°19’W, llega a los 5330 m
snm.
• La prehistoria geológica del volcán Nevado del Ruiz se remonta al
Pleistoceno, es decir a 1,8 millones de años. Se trata del período ancestral
que dura entre 0,8 a 1,0 millones de años, en el que tienen lugar las primeras
erupciones, y en el que se forma un complejo de grandes estratovolcanes que
colapsan y forman calderas de entre 5 y 10 km de diámetro.
• Sigue otro período antiguo que dura más de medio millón de años,
durante el cual se desarrollan grandes estratovolcanes sobre el paisaje
caldérico; y que durante los últimos 150 mil años cierra con la formación de
calderas explosivas en sus cumbres, y con el desarrollo del actual edificio
volcánico y de los otros conocidos en el entorno a través del emplazamiento de
domos andesíticos y dacíticos. La Olleta y La Piraña, son dos cráteres
parásitos alineados con ochenta mil a cien mil años de antigüedad, que revelan
parte de esa historia.
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El edificio volcánico, es un estratovolcán de 2035 m,
perteneciente al segmento volcánico más norte de los Andes, y emplazado sobre
el cinturón cristalino de la Cordillera Central de Colombia, y que se denomina
Complejo Volcánico Ruiz Tolima.
• Hasta aquí la prehistoria geológica, porque entrando a la historia geológica reciente, durante los últimos 11 mil años el Ruiz ha tenido cerca de 12 etapas de actividad eruptiva, con múltiples eventos conexos como corrimientos de tierra, flujos piroclásticos y lahares, en las que se ha dado la destrucción parcial de los domos volcánicos de la cima.
• Así como conocemos de la historia geológica más antigua del Ruiz por la
morfología de las estructuras volcanotectónicas, también podemos saber de su
actividad reciente mediante la datación de suelos orgánicos bajo las capas de
cenizas, y de otras evidencias geológicas que a modo de huellas dejaron las erupciones
de los últimos miles de años. Las erupciones importantes datadas por
radiocarbono concluido el Holoceno y ya en el Antropoceno o “Edad de los
humanos”, son del 6660 a. C., 1245 a.C±150 años, cerca del 850 a. C. y 200
a.C±10 años, así como del año 350 d.C±30 años y del 675 d.C±50 años.
• Los hielos que durante el Pleistoceno cubrieron más de 1000 Km2 del Complejo Ruiz Tolima, se retiraron 14 mil años atrás dejando como evidencia los valles glaciares y las morrenas hasta los 3500-3400 m snm, además de depósitos fluvioglaciares como los que llenan las cuencas bajas del Chinchiná, Gualí y demás ríos del drenaje mayor. Pero, aunque no tenemos historia en Cerro Bravo, se han datado eventos de los años 1720 ± 150, 1050 ± 75 y 750 d. C. ± 150, años, y podemos observar los depósitos poligénicos de nubes ardientes en las cabeceras del río Aguacatal y en el Perrillo.
• Aunque las erupciones del Ruiz y del Cerro Bravo tienen en común un carácter explosivo, mientras las de Cerro Bravo han mostrado un nivel moderado alto y con un mayor nivel de dispersión de las riadas gasopiroclásticas, lo que se explica por lavas más viscosas propiciando columnas eruptivas de colapso, las del Ruiz han sido de coeficiente explosivo de nivel moderado bajo, con presencia de una columna eruptiva preferiblemente vertical sostenida, aunque se presenten pequeños flujos piroclásticos relacionados con riadas que emergen del cráter por efectos de boquilla y por desprendimientos de la pluma eruptiva. A modo de ejemplo, en 1985, uno de estos eventos secundarios denominados “surge”, arrasó el refugio del Nevado del Ruiz.
• Así no se tenga algo escrito en la historia, porque habitamos este territorio del segmento volcánico más septentrional de los Andes, aunque poco sabemos de las corrientes humanas migratorias asiáticas que hace 12 o 14 mil años entraron a las Américas por el estrecho de Bering, luego pasaron por Colombia y posteriormente bajaron hasta la Patagonia, tardando 1000 años en ocupar el continente, ni podamos explicar las pinturas rupestres de unos 20.000 años en Chiribiquete.
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Ya en la época actual, es decir desde el
descubrimiento de América y la conquista que es lo que más nos debe competir,
sabemos también de las erupciones históricas de los años 1595, 1845 y 1985, con
lahares repitiéndose donde ahora se destruye Armero. Los dos primeros eventos,
coinciden con la pequeña glaciación de 300 años ocurrida entre 1550 y 1850,
época en la que el área de los glaciares sumó casi 100 km2 y el volcán del
Quindío al igual que el del Cisne era nevado. La evidencia de esta
neoglaciación, son los actuales arenales del Ruiz, cuyo volumen debe ser tenido
en cuenta como factor de formación de lahares, por la copiosa lluvia que
acompaña la erupción, sumada a los deshielos.
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En sus “Noticias historiales de las conquistas de
tierra firme en las Indias Occidentales”, Fray Pedro Simón relata: la erupción
del Nevado del Ruiz ocurrida el domingo 12 de marzo 1595, aludiendo a tres
truenos sordos que se oyeron más de 30 leguas por toda su circunferencia, y a
crecientes por el Lagunilla que cobraron la vida de unos 600 indígenas Gualíes
y que dejaron media legua de peñascos entre ellos, uno mayor que un cuarto de
casa. Añade además que, en Cartago, además de oscurecerse el cielo del medio
día, las cenizas cubrieron los pastizales con una capa que superó un palmo con
su espesor, por lo cual las vacas no dieron leche hasta que las lluvias de los
días siguientes lavaron tanta pestilencia. .
• Igualmente, tras un sismo ocurrido en la mañana del 19 de febrero de 1845, surge un flujo de lodo por el valle que alcanza a Armero cobrando la vida de mil personas, y partiéndose en dos: la mayor proporción que alcanza el Magdalena lleva bloques de hielo, y la pequeña que va al norte alcanza a represar el río Sabandija. Como hipótesis, el que no se reporten cenizas en 1845, podría explicarse por la ocurrencia de un gran evento de ángulo bajo, que en magnitud supera las erupciones de 1595 y 1985.
• Finalmente, desde finales de 1984, luego de un incremento en el nivel
de la actividad sísmica cerca del Ruiz y del depósito de azufre en la cumbre
del volcán, posteriormente se da el aumento de la actividad fumarólica, lo que
desemboca primero en una pequeña erupción freática con expulsión de ceniza el
mediodía del 11 de septiembre de 1985, y luego en el paroxismo del 23 de
noviembre de 1985, cuando se produce la erupción magmática con los lahares que
ocasionan el desastre de Armero. Si la erupción de 1845 fue de unos 2 Km3 de
magma que se habría acumulado en 250 años, y la de 1985 tan solo fue de 0.1 a
0.2 km3, el Ruiz después de 150 años aún tendría un acumulado de 1 km3 de magma
disponible, para un evento de magnitud similar al de 1595, cuando el cráter al
igual que ahora no presentaba.
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Aunque después de Armero, como evidencia de que “El
león dormido” aún acecha, la inestabilidad del sistema volcánico ha sobresalido
por dos pequeñas erupciones ocurridas en 1989 y 2012, el cráter Arenas ahora
con 300 m de profundidad, muestra justo en el fondo el surgimiento de un domo
localizado al Oeste del gran cráter, con de más de medio centenar de metros, tras
la extrusión de lava al lado del cráter secundario de 150 m de diámetro. Y en
la actual crisis de Abril-Marzo de 2023, después de años de alerta amarilla se
ha declarado a alerta Naranja, lo sensato es pensar que este nivel de alerta anunciando
la probabilidad de una erupción en días o semanas, no duraría tanto, así sea
para retornar al estado anterior o al nivel de alerta roja que significa
erupción en curso.
• Por último, habrá que señalar que además de los flujos de lodo o
lahares como amenaza ya conocida del Ruiz, además de las riadas
gasopiroclásticas que afectarían algunos kilómetros contados en las
inmediaciones del cráter, están las erupciones importantes de ceniza, por su
afectación para el ganado, a las fuente de agua y a la florescencia, además de
su impacto en las rutas aéreas y descargas eléctricas y lluvias pertinaces que
acompañan el fenómeno; y respecto a las pequeñas emisiones continuas o
frecuentes, habrá problema para la salud si no se protege la vista o las vías
respiratoria o por la exposición prolongada para las personas con afectaciones
cardio-pulmonares, bronquitis crónica y asma preexistente.
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Aunque sabemos de la imposibilidad de predecir eventos
de comportamiento errático, sí se puede prever con algún acierto una erupción
de importancia, tal cual lo hizo Ingeominas en el Volcán del Huila en 2007
cuando logró anticipar la ocurrencia de flujos de lodo catastróficos, pese a
las naturales limitaciones que imponen la ciencia y la tecnología, y permitiendo
con ello dar alerta a varios miles de habitantes indígenas de las poblaciones
ribereñas de Belalcázar, Inzá y Tesalia, quienes se aseguraron en la parte alta
de la montaña en la madrugada del 18 de abril, poniéndose a salvo de lahares, comparables
a las avalanchas del Páez causadas por el fatídico Sismo de 1994 que había
dejado unos 1100 muertos.
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Contrario a lo que ocurrió en 1985 con el Ruiz, cuando
los flujos de lodo por el Gualí, Río Claro, Lagunillas y Azufrado alcanzaron
poblados como Armero, Mariquita y Chinchiná causando la muerte a unos 25 mil
habitantes, además de causar la pérdida de ganados y propiedades arrasadas por
dichas riadas que igualmente destruyeron carreteras, puentes y anegaron tierras
de cultivos, hoy por fortuna las zonas de amenaza severa no están ocupadas, la
gestión del riesgo se ha institucionalizado, se tiene como garantía el
eficiente servicio de monitoreo volcánico, y se sabe con relativa certeza del
nivel de severidad, alcance y clase de amenazas que podemos y debemos atender.
• A modo de ejemplo tenemos la ocurrencia de flujos de lodo catastróficos asociados a la erupción del Volcán Nevado del Huila ocurrida la madrugada del pasado 18 de abril de 2007, sin que se hayan dado víctimas humanas mortales, como evidencia de la capacidad de una comunidad indígena sólida y organizada, gracias al fuerte tejido social que la caracteriza, y a los beneficios pedagógicos asimilados y recursos materiales provistos tras la reconstrucción física que se hizo después del desastre del Páez, ocurrido por el sismo de 1994.
• Allí, se puso en evidencia que, tras los daños causados por dos
avalanchas vulcanogénicas: destrucción de carreteras, puentes y decenas de
hectáreas de cultivos ribereños del cañón del río Páez arrasados, aunque la
crisis volcánica continuó bajo el imperativo de un enorme potencial de amenaza,
gracias a la valiosa información científica del orden geofísico y vulcanológico
suministrada por el INGEOMINAS, funcionando oportunamente dentro de las
naturales limitaciones que imponen la ciencia y la tecnología, con el concurso
de la comunidad el riesgo puede mitigarse, asumiendo un evento similar al de
1595, por el volumen de magma que podría estar involucrado, aunque el tema
sería la dirección imperante del viento y con ello la zona afectada por caída
de cenizas en el momento de la erupción.
Gestión del riesgo natural y el caso de Colombia. Duque Escobar, Gonzalo (2008). Documento de Trabajo. Universidad Nacional de Colombia – Sede Manizales, Manizales, Colombia.
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