15 de julio de 2020
POR MARIO DE LA CALLE LOMBANA
Con ánimo desprevenido y mente abierta, he analizado concienzudamente el documento «Una visión sistémica del Aeropuerto del Café, Aerocafé», presentado en el año 2017 en el Concejo Municipal de Palestina (Caldas) por el ingeniero Gonzalo Duque Escobar. Llegó ayer a mis manos y se sumó a un importante número de artículos que tengo en mi biblioteca, publicados por ese destacado profesional durante los años en los que el aeropuerto en Palestina ha sido tema recurrente. Decidí olvidarme de mi posición respecto a esa obra, y leer el trabajo como si se tratara de un tema nuevo para mí. Con el mejor ánimo de exprimirle todo lo positivo que allí hubiese en relación con ese proyecto, y dejando de lado toda preconcepción contraria que, en mi calidad de manizaleño adoptivo, pudiera albergar con respecto a su realización.
Debo destacar en primer lugar la honradez profesional de la que hace gala el autor del documento. Empieza por relatar la triste historia del proyecto, de esta serie de errores y fracasos que deberían desalentar al más arriesgado. No pensemos en que haya habido mala fe. Eso solo las autoridades judiciales podrían determinarlo, y no pece que lo vayan a hacer. Pero sea cual sea la razón, el hecho cierto es que después del derrumbe de los terraplenes, íbamos en doscientos cincuenta mil millones de pesos perdidos. Y ya dizque son trescientos cincuenta, según el Noticiero CM&.
A continuación, el estudio del ingeniero Duque analiza con claridad los riesgos y dificultades que pueden encontrarse en obras de naturaleza subterránea, como túneles y cimentaciones. Esto, supongo, para advertir que los presupuestos para proyectos de esta magnitud pueden estar sujetos a graves desfases cuando se llevan los trabajos a la realidad. Advertencia que debería ser tenida en cuenta por quienes se comprometan en construcciones de ese tipo. En el caso de Aeropalestina, según el estudio, el riesgo promedio podría llegar a un 30%, «e incluso», dice el autor, «a valores superiores en el complejo medio tropical andino». Un riesgo altísimo frente al que se corre en las estructuras de concreto, en las que «la incertidumbre de inestabilidad de la obra no supera el 5%, gracias al conocimiento previo que tiene el calculista de la geometría y resistencia de los elementos estructurales». Es bastante obvio que un riesgo tan alto no podría ser asumido por las débiles estructuras financieras de nuestro departamento de Caldas y nuestros municipios de Manizales y Palestina. Y mucho menos después de la debacle económica que nos ha generado la pandemia que aún está tan activa y a la que no se le ven intenciones de ceder.
Continúa el estudio presentando la visión que, según el autor, tienen la Universidad Nacional y la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales sobre la naturaleza del proyecto. Se desarrollaría en tres etapas a saber: Una, con pista de 1.460 metros de longitud (la de La Nubia mide 1.480), que se ejecutaría en 3 años y para la cual hacen falta 424 mil millones de pesos. La segunda, con pista de 2.600 metros, que se ejecutaría en 4 años y para la cual hacen falta otros 800 mil millones, y una tercera, con pista de 3.800 metros, para la cual no se conocen todavía, ni el dinero ni el tiempo de construcción necesarios para llegar a esa meta.
En este punto, el estudio introduce una frase clave, que define sin lugar a dudas si el proyecto es viable o no: «Una equivalencia para reflexionar: Aerocafé con pista de 2.700 meros a 1.525 metros sobre el nivel del mar, es casi lo mismo que operar en Santana con su pista de 2.200 metros a 912 metros sobre el nivel del mar en Cartago. Esto como prueba de que Aerocafé solo resulta viable con pista más larga para operar Jumbos». (El resaltado es mío). No lo digo yo. Lo dice el autor del estudio, y lo presenta, como dije, a nombre de la Universidad Nacional de Colombia y de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales. Nada menos. O sea que, si no se garantiza la construcción de la tercera etapa no se habrá logrado nada, y cualquier inversión que se haga antes de tener la garantía de que se llegará a esa tercera etapa, corre un gran riesgo de ser plata perdida. Y como para esa tercera etapa no existe ni siquiera un presupuesto, nada asegura que se podrá construir. ¿No será entonces una irresponsabilidad meterle dinero al proyecto, antes de llevar a cabo estudios que demuestren que sí se va a llegar allá?
Para terminar la presentación del panorama económico del proyecto, el documento se refiere a las posibilidades de financiación existentes. Dice literalmente:
«A través de la alianza Raise con Fibercell / Ing. Leonardo Alzate López, se ha confirmado el interés de negociar la financiación del 100% del proyecto AEROPUERTO DEL CAFÉ, además de su terminal de pasajeros, 24 km de vías de acceso, la operación y el mantenimiento del aeropuerto, en un contrato de concesión a 30 años. La propuesta es construir el aeropuerto con la ayuda de la firma Heery International, que ha construido unos 48 aeropuertos en todo el mundo en los últimos 40 años. El proponente estima que el costo aproximado del proyecto sería de U$ 615 millones, los cuales pueden financiar».
Yo no conocía esa información. Debe ser cierta, porque no hay razón para no creerle al ingeniero Duque, quien es una autoridad en el tema; eso es lo correcto: si el negocio es viable, como lo aseguró la gerente del aeropuerto, Amparo Sánchez, en una entrevista de hace por ahí un año en Telecafé, que lo hagan los privados. Si después reciben inmensas utilidades, pues nos alegraremos mucho. Para eso corrieron el riesgo. Pero si el resultado no es el que se espera, por lo menos Caldas, Palestina, Manizales y el Estado colombiano no habrán perdido millonadas adicionales a las que se han envolatado hasta ahora.
Pero, si el aeropuerto va a ser una obra de privados que conseguirán su propia financiación, ¿para qué, entonces, hizo crear el presidente Duque en el plan de desarrollo del país, una reserva de cien mil millones de pesos para esa obra? Por otra parte, como se puede leer en el texto del estudio del ingeniero Duque Escobar transcrito arriba, el proyecto incluye 24 kilómetros de vías de acceso. Entonces, ¿para qué se va a gastar el departamento de Caldas sesenta millones para hace una carreterita de 2½ kilómetros desde Chinchiná?
El futuro que se predice al final del estudio es fantástico. Veamos: «Hasta hoy, el modelo de evaluación que se ha aplicado a Aerocafé, propio para el examen de un proyecto existente, valora su viabilidad como aeropuerto regional con funciones limitadas, lo que significa servir de alternativa para La Nubia y entrar en competencia con Matecaña, pero no examinando los escenarios adecuados al verdadero carácter de un nuevo aeropuerto de gran alcance para el país, valorando su desempeño en red con funciones de complemento, para establecer en Colombia el principal nodo aéreo de América Latina». O sea que este estudio descalifica la idea de simplemente reemplazar a La Nubia con otro aeropuertico de la misma longitud de pista, un poquito mejor desde los puntos de vista meteorológico y topográfico, pero un poco más lejos de la ciudad. Incluso, descalifica la construcción de un aeropuerto más grande, con 2.600 metros de pista, para tratar de competir con Pereira.
En cambio, ratifica lo que ya cité atrás. Solo respalda el proyecto, si es para llegar a tener la pista de 3.800 metros que le permita servir como el nodo más importante de esta parte del mundo. Aunque siempre es prudente pensar que «de eso tan bueno no dan tanto», no se puede tampoco negar, por remota que se vea, la posibilidad de ese panorama; gastar dineros oficiales, obnubilados por esa posibilidad, sería una irresponsabilidad imperdonable por parte del Estado y sus dependencias. Pero, si no se va a gastar dinero oficial, y unos particulares se deciden a creer en ella, sería absurdo oponerse a la obra.
De modo que, si quieren, que inviertan sus dineros privados. Pero con una condición: que el departamento no venda La Nubia, hasta cuando despegue desde Palestina el primer vuelo comercial de un Jumbo de itinerario, para que no nos vayamos a quedar sin la soga y sin la ternera. ─Aunque, en realidad no se ve razón para venderlo, si no se va a subsidiar de ningún modo ese emprendimiento privado─. Y con otra condición: que se anuncie profusamente a los caldenses, y especialmente a los habitantes de los municipios ubicados por fuera de la zona inmediata de influencia del eventual nuevo aeropuerto, que Caldas no gastará en esa obra ni un centavo, y que los dineros del departamento estarán al servicio de la reconstrucción de las economías de todas y cada una de sus localidades.
De modo que, si quieren, que inviertan sus dineros privados. Pero con una condición: que el departamento no venda La Nubia, hasta cuando despegue desde Palestina el primer vuelo comercial de un Jumbo de itinerario, para que no nos vayamos a quedar sin la soga y sin la ternera. ─Aunque, en realidad no se ve razón para venderlo, si no se va a subsidiar de ningún modo ese emprendimiento privado─. Y con otra condición: que se anuncie profusamente a los caldenses, y especialmente a los habitantes de los municipios ubicados por fuera de la zona inmediata de influencia del eventual nuevo aeropuerto, que Caldas no gastará en esa obra ni un centavo, y que los dineros del departamento estarán al servicio de la reconstrucción de las economías de todas y cada una de sus localidades.
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