Por Gonzalo Duque Escobar *
Mientras los problemas de la ciudad se centran en asuntos relacionados con deficiencias estructurales en materia de empleo, pobreza, corrupción, salud y seguridad, sin desconocer la importancia de los avances urbanísticos relacionados con proyectos de la administración pública que han transformando el medio citadino en la última década, continuamos valorando la gestión gubernamental por la magnificencia de las obras de infraestructura, y no por sus impactos desde la perspectiva social, ambiental y económica.
En el sumario de los logros, posiblemente, lo económico y lo ambiental pueden salir bien librados en Manizales, pero en el tema social, si la situación no se ha degradado tampoco ha mejorado por diferentes causas, entre ellas factores como la deshumanización de la economía y la visión equivocada de un modelo de desarrollo, donde no se prioriza la formación del capital humano sobre el crecimiento económico, y en consecuencia, donde se desconoce la importancia de la educación como estrategia del desarrollo y de generación de empleo digno y trabajo productivo.
Todo esto me preocupa por el impacto que pueden tener los desaciertos y controversias de hoy sobre la confianza de los ciudadanos respecto a las potencialidades de Manizales, una ciudad con grandes posibilidades y capacidad de emerger de sus desgracias en virtud del civismo de su gente, como lo ha comprobado su gloriosa historia por más de una vez.
Entre estas transformaciones donde se han aplicado recursos significativos del Estado en temas relacionados con movilidad y transporte de forma aleatoria, y en la mitigación del riesgo asociado a fenómenos geodinámicos como consecuencia de imperativos ambientales, para mañana posiblemente las prioridades y nuevos desarrollos en infraestructura estarán asociados a algunos temas complejos y costosos, como son el necesario fortalecimiento del perfil industrial y académico de nuestra ciudad, el saneamiento básico buscando tratar las aguas servidas, la conectividad regional donde entran los medios de transporte por tierra y aire sin los cuales la ciudad no resultará viable, y de no prosperar criterios desarrollistas: la nueva infraestructura cultural, deportiva, recreativa y de servicios para potenciar las comunas, reducir la movilidad motorizada y reconstruir el tejido social en el medio urbano más periférico. Y por supuesto: la educación.
Todos estos temas requieren instrumentos de planificación como lo son el Plan Maestro que tardíamente se adelanta en el tema de Movilidad y Transporte, o uno de los Planes de Acción Inmediata que oportunamente anticipa Corpocaldas para la difícil problemática de la microcuenca de la quebrada Manizales, donde entre otros asuntos fundamentales propone ordenar bajo la figura de un polígono industrial la actividad productiva de mayor relevancia económica para la ciudad, orientándola hacia la producción limpia y resolviendo sus conflictos de uso del suelo.
Si bien la inversión en infraestructura, donde se incluyen la económica y la social, no resulta ser inflacionaria, también se debe tener en cuenta que los instrumentos de planificación tienen la posibilidad de prevenir graves desaciertos, siempre y cuando se contemplen procesos de participación ciudadana y de consulta a los actores sociales estratégicos que encuentran espacio en la Ley, necesarias para lograr la solución de los conflictos sociales y ambientales, y se tome la región como sujeto y no como objeto de la planeación, para no desconocer la cultura y encontrar espacios de interacción y escalas del territorio municipal variadas en sus dimensiones ambientales y diversas en sus contenidos socioculturales.
Y hemos hablado de una década porque los POT tienen vigencia de tres períodos constitucionales de alcaldía, y la vigencia del actual concluye con grandes obras, pero para la dimensión social y cultural con más pena que gloria, dada la escasez de las propuestas, la reducida inversión, la flaqueza en los análisis por falta de interés y convicción sobre las problemáticas sociales de la ciudad, donde el olvido y superficialidad de las metas de la educación y la cultura subrayan las contradicciones que van saliendo a flote en ellas.
Finalmente, si en torno a estos temas se requiere un enfoque sostenible, unas prioridades e instrumentos diferentes en materia de planificación, ordenamiento e infraestructura, también se hace necesaria para Manizales la construcción de una agenda pública de consenso para que las inversiones se ajusten, no sólo a los criterios y estudios técnicos, sino también a las necesidades y aspiraciones sociales con la esperanza de que no se terminen privilegiando el crecimiento económico sobre la formación del capital social, desnaturalizando el objeto de la inversión pública y potenciando los conflictos de nuestra ciudad.
[Ref: LA PATRIA, Manizales, 2010-09-13] * Profesor Universidad Nacional de Colombia http://www.galeon.com/gonzaloduquee
lunes, 13 de septiembre de 2010
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