lunes, 30 de agosto de 2010

CONSTRUYENDO PAZ EN EL MAGDALENA MEDIO

Por Gonzalo Duque Escobar.

Al examinar las principales problemáticas ambientales del departamento, entre ellas la del oriente para las comunidades de pescadores de la Charca de Guarinocito y poblados ribereños de La Dorada, y la de Marmato donde los mineros podrían quedar sin pasado y sin futuro si no se salvaguarda su cultura, quiero referirme a la primera de estas donde los pescadores del Magdalena caldense, a pesar de las precarias condiciones que les ofreció por décadas el mercado y el Estado, son los actores y principales protagonistas de un desarrollo que señala un futuro esperanzador.

En territorio del citado puerto caldense -uno de los centros urbanos epicentro de intensas dinámicas económicas, sociales y ambientales del país- aparecen bajo su jurisdicción Guarinocito, Buenavista y Horizontes, tres pequeños poblados de campesinos ribereños que usan la canoa y la atarraya para cosechar en el Magdalena, de afluentes, río y ciénagas, especies autóctonas como el bocachico, el bagre y el nicuro, del cual los turistas disfrutan en la gastronomía local bajo el grato ambiente de un exótico rancho de hamacas.

Estos pescadores por estar asociados y capacitados para constituirse en artífices de un mejor destino, intentan hoy combinar la pesca con otras actividades productivas armonizadas con el comportamiento estacional de la subienda, para programar en tiempos de veda la recuperación del espejo de agua y adelantar otras intervenciones vitales sobre las microcuencas abastecedoras de sus charcas, y reclaman el control de la erosión y el saneamiento básico que afecta los humedales y el paisaje. Además, conscientes de la importancia de recuperar y mantener el ecosistema acuático para prevenir la extinción de especies y no repetir lo que ocurrió con la mueluda y otros anfibios, saben que la pesca como medio de subsistencia exige, además de la preservación de su cultura, prácticas adecuadas y acciones correctivas donde los usos del suelo resultan conflictivos, y la educación ambiental y el ecoturismo son aliados fundamentales.

La problemática de estas comunidades vulnerables por lustros eclipsada bajo el manto de las urgencias de la cabecera porteña con sus devenires políticos y de orden público, empieza a brillar en el horizonte gracias al tesón y deseo de superación de los pescadores, siempre y cuando se logre de actores sociales estratégicos el acompañamiento decidido del Plan de Acción Inmediato emprendido de forma interinstitucional por Corpocaldas, donde descuella por su naturaleza, misión y gestión, entre los participantes convocados, el Programa de Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro PDPMC cuyas iniciativas más tempranas y fundamentos éticos señalan el camino.

Esta ONG con sede en La Dorada que despliega su programa de desarrollo humano y comunitario basado en la construcción de confianza, el apoyo empresarial y el fortalecimiento institucional, cumple cinco años apostándole a la paz en el Magdalena Medio sobre territorio caldense, antioqueño, de Cundinamarca y Boyacá, cimentando valores y principios como la democracia, la solidaridad, el respeto y la inclusión.

Sabemos que los escenarios donde surgen los mayores conflictos socioambientales de la patria son las explotaciones mineras, los yacimientos petroleros y las grandes obras de infraestructura: pues bien, mientras en tales casos las acciones correctivas generalmente resultan siendo simples paliativos que aceleran los conflictos, en el caso que nos ocupa el Plan de Acción Inmediato que los cobija, gracias al carácter incluyente y construcción interinstitucional y participativa de las propuestas que se nutren con lecciones fundamentales como las de los pescadores de Guarinocito, sirven para la construcción de la paz, así sea un instrumento de planificación de corto plazo.

Las historias de vida de estos pescadores, matizadas por innumerables dificultades superadas con su esfuerzo, están entrando a la estrategia comunicativa del conjunto de los planes de acción inmediatos de Caldas, particularmente a los procesos de “empoderamiento” comunitario para el ordenamiento territorial, donde la utilización del recurso hídrico excedentario de La Miel y Guarinó para la generación hidroeléctrica exige acciones de responsabilidad ambiental y social: en efecto, para el oriente caldense estas experiencias de pescadores enseñan que la recuperación del ecosistema de las cuencas empieza por la estabilización de los ríos y el manejo adecuado de sus embalses en ese territorio, pasa por el necesario fortalecimiento de las organizaciones sociales de base, y requiere la articulación institucional y compromiso empresarial, como vía para lograr que los beneficios generados por nuestros recursos contribuyan a propósitos sociales y ambientales concertados.

*Profesor Universidad Nacional de Colombia http://www.galeon.com/gonzaloduquee

[Ref: LA PATRIA, Manizales, 2010-08-30]

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