domingo, 20 de noviembre de 2011

Proezas cafeteras y desafíos de futuro



Manizales 1949, año de su Centenario.


Por Gonzalo Duque Escobar *


La tierra cafetera, además de ser el territorio más representativo fruto de uno de los procesos sociales más importantes de nuestra historia, como lo es la Colonización Antioqueña al lado de la Revolución de los Comuneros y de la Independencia, es el resultado de complejos procesos sociales y ambientales que explican la cultura imbricada de quienes hemos construido esta ecorregión: primero por tener profundas trazas de la racionalidad laboriosa y conservadora de las empresas terratenientes de Antioquia, y segundo por estar inficionada por la mentalidad caucana, abierta, liberal y proclive al comercio. Todo esto, para señalar que el influjo caucano que llega hasta los predios del río Chinchiná y de Marmato, pesa tanto como la influencia del colono paisa que baja por Salamina y Manzanares.


Así aparece Manizales a mediados del siglo XIX como primer referente de esta legión de intrépidos montañeros, para irse erigiendo con edificaciones de bahareque armado de una mezcla de limos y cagajón dispuesta sobre la esterilla que cubre armazones de maderas nativas, una tecnología vernácula cuya importancia se acentúa por la evolución de las formas arquitectónicas. Además, los continuos urbanos que primero se disponen sobre la retícula ortogonal urbana, más adelante se adaptan a los contornos topográficos para cubrir desde lo alto un ramal cordillerano del centro occidente de Colombia, pudiendo enfrentar mejor las demandas ambientales el clima tropical y los frágiles suelos de estas montañas de quebradas y empinadas laderas. Así se consolidó Manizales como un singular poblado con vista hacia los volcanes más septentrionales de los Andes, por el naciente, y a los estrechos valles tropicales de las corrientes que drenan al río Cauca, por el poniente, sobre la pretérita frontera entre los Estados Federales de Antioquia y Cauca, donde ofreció un camino para articular y poblar las inconexas provincias del occidente de Colombia.


Para nuestros ancestros, inmigrantes de alpargata, la empresa no fue fácil, pues hubo conflictos entre colonos y Concesiones, y entre aparceros y latifundistas: cuenta el Historiador Albeiro Valencia Llano que “los terratenientes avanzaban con sus brigadas de asalto -inspectores, jueces, guardianes, levitas, alcaldes, leguleyos-, iban destruyendo cultivos, arrastrando las sementeras; incendiando casas”. Y fundada Manizales, a pesar de que los tiempos para la Patria eran complejos, el poblado se desarrolla a un ritmo vertiginoso a pesar de las confrontaciones armadas de 1860 y 1876 entre paisas y caucanos, y de que se había declarado la emancipación de los esclavos temida por los grandes feudos de las provincias caucanas y por las grandes empresas mineras de Antioquia y Chocó, al tiempo que se proponían cambios fundamentales como la ley agraria, la separación de la Iglesia y el Estado y la libertad de prensa, en esta joven república de economía agraria.


Terminadas las guerras civiles del citado período, ya en los albores del Siglo XX, con la rubiácea esta comunidad de campesinos esperanzados con la aventura de poseer tierra como medio de subsistencia y única oportunidad para el ascenso social, capitalizó su ardua tarea, al forjarse futuro con desmedido éxito desde principios del Siglo XX, gracias a la transformación del anterior modelo cafetero de las grandes haciendas implementado en Santander y Cundinamarca, por el de la pequeña propiedad donde la estructura minifundista democratizó el ingreso y las exportaciones obligaron a la organización de los pequeños productores, al consolidarse la Federación Nacional de Cafeteros (1927), hechos notables que contribuyen no sólo a que por ese entonces el meridiano político y económico de Colombia, cruce por esta tierra, sino a que el campo se haya electrificado, cruzado por caminos rurales y dotado de escuelas y puestos de salud.


Semejante proeza lograda en el Gran Caldas no es despreciable: primero porque la industrialización de Colombia y su primera apertura cultural y económica resultado de la hazaña cafetera, no se dio con la quina, el tabaco o el caucho, sino con el café; segundo, porque su segregación para darle vida a dos nuevos departamentos (1967) también permite advertir que no solo se dio la distribución geográfica de la riqueza, sino que también se implementó un modelo de desarrollo urbano más conveniente, al haberse conurbado el territorio en lugar de polarizar su población. Pero todo esto debe retomarse para construir un mejor futuro para esta sociedad que aún mantiene sus aires premodernos. Y aunque los tiempos sean otros, y tengamos de por medio la crisis del café, la esperanza de un mejor futuro dependerá de la capacidad que tengamos de colonizar la modernidad, expresada en valores como la libertad, igualdad, fraternidad y civilidad, implementando una estrategia de desarrollo donde se priorice la formación de capital social sobre el crecimiento económico, y avanzar en la adaptación sustentable del medio ambiente.


* Prof. Universidad Nacional de Colombia, http://www.galeon.com/gonzaloduquee  [Ref, Manizales, La Patria 21/11/2011]

Imagen: Manizales 1949, año de su Centenario. Fuente, Centro de Historia de Manizales


Relacionados:

Eje Cafetero: Visión retrospectiva y prospectiva del desarrollo regional, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/2400/

El centenario Centro de Historia de Manizales, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/5102/

La pobreza en la historia de los procesos de desarrollo del eje cafetero, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/1665/

Paisaje Cultural Cafetero: Bioturismo y ruralidad en la Ecorregión Cafetera, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/4541/

Un diálogo con la dinámica urbana, en: http://www.bdigital.unal.edu.co/3712/

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